Capítulo 8: Loanna von Skopf

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Lara se quedó inmóvil unos momentos, sopesando sus posibilidades. Luego, a una velocidad de vértigo, se giró, desenfundó las armas y disparó a bocajarro.

Gunderson se arrojó al suelo y sus hombres (eran cinco) esquivaron las ráfagas, pero al mismo tiempo se abalanzaron sobre ella para reducirla. Ella, viéndose acorralada, saltó por encima de ellos, dio una voltereta en el aire, aterrizó flexionada y salió disparada hacia la puerta.

- ¡Seguidla!- gritó Gunderson, sacando el walkie-talkie - ¡Los del otro lado: la mujer se dirige hacia vosotros!

Lara corrió a toda velocidad por el pasillo, mientras las balas llovían a su alrededor y destrozaban mobiliario, jarrones y espejos. Al llegar a las escaleras de caracol, se detuvo, jadeante, al oír al otro grupo de mercenarios subir rápidamente hacia ella.

Acorralada de nuevo. Pero no vencida.

Volvió a la carrera sobre sus pasos y empuñó la metralladora. Se encaró a los que venían persiguiéndola y abrió fuego contra ellos.

Esta vez cayeron dos.

Aprovechando la confusión, saltó por encima de los cadáveres y se perdió por otro corredor.

- ¡Señor!- gritó uno de los mercenarios, con la pierna herida - ¡Esto es un suicidio! ¡Si no acabamos con ella nos diezmará!

- ¡Soltad de una vez las malditas granadas de gas!- dijo Gunderson por toda respuesta.

Lara llegó, agotada, a otro salón. Rápidamente cerró la puerta, echó la llave y, con una patada seca, la partió, dejando la mitad atascada en la cerradura.

- Ahí tenéis para rato.- jadeó, y sacó el mapa para localizarse.

Tenía que regresar a la sala del tapiz. Como fuera. No era estúpida y se había dado cuenta de que los mercenarios le disparaban sin apuntar. Sólo estaban incordiándola.

Karel me quiere viva.

Desechó el pensamiento y se concentró en el mapa. Tendría que dar un buen rodeo para regresar junto al tapiz. Y a buen seguro que alguien estaría esperándola.

De repente, notó que le faltaba el aire y empezó a toser. Al mirar a su alrededor, vio un ligero gas verde colándose por el bajo de la puerta.

Lo que faltaba. Y esto no era el Louvre. No había respiradores esperándola en ningún armario de laboratorio.

Se apartó del gas y entró en el siguiente salón. Aquel maldito castillo era un laberinto de cámaras comunicadas.

- Un laberinto, no.- murmuró mientras descendía las escaleras - ¡Una trampa!

***

La mente de Kurtis flotaba en el tiempo. De repente, se detuvo y enfocó una escena.

El conde Vlad Tepes entró en la lujosa estancia del castillo. En un extremo de la habitación, había una bellísima mujer que tejía un tapiz con dedos temblorosos.

Un tapiz no.  El tapiz.

Kurtis reconoció a la mujer: era la misma que aparecía como Amazona en la obra que estaba elaborando. Estaba embarazada.

El rostro de la mujer estaba congestionado de tanto llorar. Pero no era tristeza lo que había en sus lágrimas.

Era rabia. Rabia e impotencia.

Drácula llegó a su lado y acarició su sedosa cabellera rubia. La mujer se estremeció.

- Loanna... – musitó él – Mi Amazona...

Tomb Raider: El Sello ÁureoWhere stories live. Discover now