Ella se dio cuenta de que le encontraba tan estimulante intelectualmente como físicamente. Eso no ayudaba demasiado. No quería sentirse más atraída por él de lo que ya lo estaba y, menos aún, encontrar razones que justificaran esa atracción, más allá de las puramente físicas.

-¿Quieres una galleta? -le preguntó ella apresuradamente, como si tratara de parar su cabeza.

-Gracias -dijo él.- Mordió una y levantó una ceja-. ¡Está muy buena! ¿Supongo que no las has hecho tú?

-¿Ah, no? ¿Y por qué supones eso, Zayn?- le reprendió ella con mucho humor-. Pues sí, las he hecho yo. No veo por qué te tiene que sorprender tanto.

-Pues me sorprende -afirmó él. ¿Por qué? El lanzó una mirada alrededor. -Todo el departamento me sorprende. 

Su gesto se fundió con el rojo de las paredes, que se convertía en un fondo dramático para sus cuadros. Había jarrones muy hermosos sobre los paños bordados de china que cubrían las mesas y unos cojines indios, de colores vistosos, reposaban sobre los sofás. Aquello que podía haber resultado poco armónico, estaba combinado a la perfección, con un gusto exquisito y, al mismo tiempo, un carácter muy personal.

-¿A qué te refieres?
Zayn se encogió de hombros.
-Esta habitación, por ejemplo, es exactamente lo contrario de lo que esperaba de ti.
-¿Y qué esperabas?.
-Algo minimalista, de líneas rectas, sofisticado. Desde luego no esto...
-¿Y cómo describirías esto?
Volvió a encogerse de hombros.
-Es salvaje y hermoso, pero no te hace sentir seguro. Es el tipo de habitación en la que la mano de un diseñador de interiores no podría entrar. Tampoco es la habitación de una mujer profesional e independiente.

A ella te extrañó aquella agudeza en el análisis de lo que una casa puede decir de una mujer.

-¿Es así como tú me ves, Zayn, como una mujer profesional e independiente? 

-Claro. ¿No lo eres?

Debía de serlo. Pero no parecía una descripción con la que ella se sintiera identificada.

Había algo tremendamente frío en aquello que no se ajustaba con lo que ella anhelaba. -Sí, seguramente.

-Y, sin embargo, mueles el café justo antes de prepararlo y haces galletas.
Ella no pudo evitar hacer un comentario.
-Me gusta, eso es todo. No veo por qué no iba a ser así.
Él sonrió, dio el último trago a su café y se acomodó en el sofá. Apoyó la cabeza en la palma de las manos y observó los cuadros, de nuevo. Una luz se encendió en sus ojos. -Todavía pintas, y muy bien, por cierto.

Le gustaba que alabaran su obra.
-Llevo toda la vida pintando, ¿te acuerdas?

Su mirada se apagó.

-Sí, lo recuerdo. Pensé que te dedicarías a ello. ¿Recuerdas que te lo dije? Pero elegiste sacarle rendimiento a tu físico.

Deseo Irresistible |z.m • s.g| #TERMINADAWhere stories live. Discover now