La única luz que le iluminó apareció repentinamente cuando, tras descender, su mirada, se encontró con su pecho exuberante y casi desnudo. Su rostro se oscureció con un gesto de lujuria. Él lanzó, finalmente, una sonrisa triunfante que a ella le hizo darse cuenta con horror de que había olvidado atarse los tirantes.

-¡Oh, no! - gritó mientras se tapaba precipitadamente con los brazos. Él la miró insinuante y le susurró al oído.

-Por favor, no cubras una maravilla semejante. ¡Cómo ansío que llegue el momento de poder besar esos magníficos pechos...

Sel agarró una toalla y trató de cubrir no sólo su cuerpo, sino la vergüenza que sentía por la excitación que aquellas palabras le producían. Pero en su rostro había hambre, hambre de esas manos, de esos dedos seductores introduciéndose por todas partes. No le había visto desde hacía siete años y, sin embargo, en menos de dos minutos la había sumergido en las aguas más oscuras y eróticas del universo. Era una pesadilla.

-Aléjate de mí -le gritó ella-. Ahora mismo.

Él no se movió. Permaneció allí, de pie, a su lado, sin rozarla. Pero su expresión de deseo desapareció al oír las palabras de ella, y pasó a ser una máscara inexpresiva.

-Realmente, hay muy poco de placentero en seducir a una mujer que se entrega tan fácilmente -dijo él en un tono duro e insultante. Le había clavado un aguijón. Sel lo miró con esos grandes ojos color Marron a punto de llenarse de lágrimas que consiguió no derramar.

-No me ofrecería a ti, ni aunque fueras el último hombre de la tierra.

-¿No? Entonces has sufrido un fuerte cambio de personalidad -dijo él en tono de burla.

¿Qué podía responder ella? No era tan hipócrita como para negar lo que en un tiempo había sido un hecho. Se enroscó la toalla alrededor del cuerpo. Él no dejaba de mirarla con una intensidad delatora.

-¿Qué haces aquí? ¿Has venido siguiéndome?- preguntó ella.

Su corazón empezó a latir con fuerza, como el de una niña que espera esa promesa de regalo que la ayudará a estudiar para el examen. Pero, para su total desconsuelo y su inmensa furia, él estalló de risa, con tanta sonoridad que más de uno de los asistentes a la fiesta se volvió para verificar que no había explotado una bomba. En seguida, su rostro adquirió de nuevo la expresión hierático que le caracterizaba.

-¿Seguirte? -preguntó con un tono hiriente de incredulidad-. Dame una sola razón por la que podría hacer semejante estupidez. Sel se encogió de hombros y trató de pagarle con la misma moneda.

-Por tu reputación de mujeriego, siempre a la caza y captura -respondió ella con frialdad.

-¡Vaya! -dijo él con ironía-. No sabía que hicieras un seguimiento tan exhaustivo de mi vida privada. Ella no podía permitir que él pensara que ella malgastaba ni un solo segundo de su tiempo en obtener información sobre su vida.

-Leo las revistas de chismes, como todo el mundo.

-¡Claro! -asintió él-. Yo también. Pero, al menos, yo no tengo la reputación de interponerme en la relación de otros. En eso me diferencio de ti. Respeto a los demás por encima de mis demandas, ¿debería decir emocionales? Como verás, estoy bien informado. 

Esos malditos periodistas no hacían más que levantar falsos testimonios sobre ella. Según decían tenía más amantes que Mata Hari.

-Si te refieres a aquel ridículo escándalo en Nueva York, era todo falso se defendió Sel. Él alzó una ceja en un gesto de incredulidad.

-¿Hablas en serio? Entonces la novia del fotógrafo se lo inventó todo, ¿no es así? Tú en ningún momento te acostaste con él. -Pues no, no lo hice. La incredulidad se reflejó en su rostro.

-Y, ¿qué me dices de aquel príncipe árabe, recién casado, que te cortejó insistentemente delante de su esposa el año pasado... Dime, ¿eso también era mentira?

Sel resopló al recordar aquel incidente. Conoció al príncipe Abdul en una fiesta del Ministerio de Asuntos Exteriores en París. Él no había dejado de perseguirla durante toda la reunión, seguramente porque ella lo había obviado por completo. Un hombre como aquel, que podía obtener todo cuanto quería en la vida, no podía soportar que aquella mujer se le resistiera.

Le pidió incluso que fuera su segunda esposa. Ahora, eso sí, sin tener la más mínima intención de divorciarse de la primera. Sel habría querido decirle a aquel príncipe lo que pensaba de él. Pero uno de los diplomáticos del ministerio le rogó que fuera atenta con él. Había un tratado a punto de ser firmado entre el país del príncipe Abdul y Gran Bretaña, por lo que un mal paso podría haber sido perjudicial para toda la nación. De hecho, cuando todo había terminado, aquel diplomático le había dado las gracias por la gran ayuda que había prestado a su país. Ella alzó la cabeza con orgullo y lo miró a los ojos.

-Hay una explicación muy sencilla para aquello. Pero Zayn Malik no tenía ganas de explicaciones. Sus ojos decían que nada de lo que ella dijera podía ser sincero.

-Aun a pesar de mi reputación, ¿crees de verdad que puedo estar tan desesperado como para seguirte y encontrarte? dijo él, finalmente, con un desprecio infinito-. Para mí, tu representas todo lo que detesto en una mujer. Él acababa de clavarle un cuchillo afilado en el estómago. Ella se quedó muda por un momento. Sólo un monstruo podía ser capaz de lanzar un insulto tan aberrante. Nada podía justificar aquella crueldad.

-Creo que eres insensible e injusto -dijo ella. Él se había agachado y sus ojos estaban al mismo nivel. Ella pudo sentir los efluvios de hostilidad que emergían de ellos.

-Cuando vaya detrás de una mujer, será alguien todo lo diferente a ti que pueda encontrar. Aunque creo que no existe. Hasta ahora no la he encontrado. Verás, Sel, espero que, alguna vez, aparezca una mujer que no caiga rendida a mis pies. No quiero que besen el suelo que piso. Tú, posiblemente, fuiste la peor. No tuve ni que mirarte. Sel sintió que la azotaba. Su odio y su desprecio eran mucho más de lo que ella era capaz de soportar.

-No tengo porqué quedarme aquí tirada soportando tus insultos -dijo ella con un brillo peligroso en los ojos.

-Desde luego que no -respondió él con una mirada hambrienta-. Tengo una idea mucho mejor que esa. ¿Por qué no vamos a algún sitio, apartado donde puedas tirarte debajo de mí?

Deseo Irresistible |z.m • s.g| #TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora