Me mira con los ojos tristes.

  —Lo sé —me peina.

  —Ni siquiera sé cómo hubiese reaccionado si no lo perdía. No puedo creer que tenía un... —mis palabras se apagan. No puedo decirlo.

  —Él vino anoche —cambia de tema.

  —¿Quién?

  —Luca. Lo acompañamos y con Marc nos quedamos en la sala de espera mientras él entró a verte. Estuvo más de una hora contigo y salió con los ojos rojos —la escucho atenta—. Marc me dijo que nunca vio a Luca así.

Recuerdo las caricias que sentí y ahora sé que no fueron producto de mi imaginación. Fue él.

  —Ya tomé una decisión —digo firme. Aunque al soltarlo siento un nudo en el centro del pecho.

  —¿Qué cosa? —Mel me mira atenta.

Se lo cuento todo. El día de ayer me sirvió para pensar en todo lo que he vivido. En lo que pasó y en estos dos meses en Barcelona. A mi amiga se le escapan unas cuantas lágrimas más.

  —¿Estás segura?

  —No quiero pensarlo más —contesto a secas.

Mi amiga se queda a mi lado por un rato más. Me peina, todos me peinan. Es como si yo fuera Rapunzel y mi pelo tiene alguna especie de magia que los atrae, porque cada vez que me ven me lo acarician.

Mel se acomoda un poco más y no sé en qué momento me vuelvo a dormir. Estoy así durante todo el día; me duermo y me despierto a cada rato.

Cuando abro los ojos mi amiga ya no está. Es una enfermera a quien veo a mi lado tocando algo en las máquinas y cuando ve que despierto me sonríe.

  —Eres muy fuerte —me acaricia el brazo.

Se va y vuelvo a estar sola hasta la hora de almuerzo, es la misma quien regresa con una bandeja. Trae un tazón humeante de sopa, una gelatina y agua. Me dice que es lo único que puedo ingerir aún y veo que le cuesta decirme eso cuando pongo cara de pena.

Almuerzo lento y cuando por fin termino, mi madre se aparece por la puerta.

  —¿Y papá? —miro detrás de ella.

  —Está acompañando a Richard. Necesita un abogado especializado en caso de familias y tu padre lo está aconsejando.

Busca una silla y se pone a un lado de mi cama. Doy gracias por lo que el padre de Luca hizo por mí, porque la habitación privada es enorme y muy cómoda.

Mamá me cuenta todo lo que está pasando y no me cabe tanta infección al mismo tiempo. No logro entender cómo una persona tiene tanta maldad.

  —Jacob no es tan amigo de Richard como pensábamos —continúa—, al parecer viene hace años haciendo malas prácticas en la empresa.

  —¿Malas prácticas? —intento acomodarme mejor, pero el dolor en las caderas me lo impide.

  —Es el contador de Corporaciones Kuesel hace más de una década. Luego de lo de ayer, Richard tomó la decisión de que se investigue la empresa a fondo y encontraron varias transacciones de enormes sumas de dinero a diferentes cuentas.

Abro los ojos de par en par recibiendo toda la información.

  —¿Y qué más? —siempre hay más y veo en su rostro que no está tranquila.

  —Esto se irá a juicio cariño y de seguro tendrás que testificar.

  —¿Y por qué? ¿Yo qué tengo que ver?

Por Primera Vez ©Where stories live. Discover now