LUCA

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Por la mañana despierto con el cuerpo calentito y con alguien sobre mi pecho. Su pelo suelto está por todos lados y casi me entra uno de sus mechones en la boca. Se lo acomodo y pudo ver el rostro de Anna apoyado en mí, se la ve serena, durmiendo sin preocupaciones. Pienso en cómo aquella mujer me está cambiando. El día en el que la vi en el aeropuerto a lo lejos todo cambió en mí, comencé a experimentar sentimientos que ni siquiera sabía que tenía. Todo es nuevo para mí, quiero llenarla de detalles, abrazarla, contenerla, protegerla, la veo como un cristal, y no soportaría que se rompiera. Es tan pequeña y frágil, no puedo ni siquiera pensar en que le han hecho tanto daño, que la han golpeado.

Si tendría a ese imbécil enfrente de mí, lo destruiría.

Es preciosa, su pelo tan largo y suave, muy rubio. Su piel. Esos ojos que no alcanzo a ver porque todavía duerme a mi lado, pero comienzo a conocerlos de memoria; azules y verdes la vez. Tiene esa combinación tan rara que me encanta.

Después de apreciarla por, no sé cuanto tiempo, hago todo lo posible para levantarme de la cama sin despertarla. Tengo asuntos que hacer en la empresa de mi padre y debo estar allí en menos de una hora. No puedo faltar.

Miro a Anna mientras me anudo la corbata en la camisa. No quiero despertarla y por esa razón la dejo durmiendo en mi cama, es tan suya como mía. Puede estar a sola en mi piso cuando ella quiera. Bebo un café a las rápidas y le doy un beso en la frente antes de irme —me encanta hacer eso—, dejo una de las llaves de emergencia a la vista para que la coja si la llega a necesitar y cierro la puerta detrás de mi, saliendo con una sonrisa poco habitual en mi.

De camino, mientras conduzco mi coche, pienso en lo mucho que me gusta despertar así y quisiera que se repita a diario. Quiero decirle que busque todas sus cosas del piso de Mel y se venga conmigo, ¿por qué no?, juntos somos algo que... Es difícil de explicar. Es pura pasión, podría estar día y noche a su lado. Pero no soy capaz de decírselo aún. Ni siquiera sé si a ella le apetecería debido a que no tenemos ni siquiera un título.

«Vas rápido» y no lo digo en el sentido de que voy a casi 200km/h en mi coche (que también) si no porque tal vez siento tanto y es tan nuevo para mí que me temo a que sea algo pasajero y se acabe pronto.

Una vez que llego a la oficina, aparco el coche en mi lugar reservado. Busco la sala de cafés para desayunar algo ya más tranquilo y como de costumbre me cruzo con uno de los amigos de mi padre.

  —¿Quién es? —me pregunta Jacob. Trabaja para mi padre hace años como contador y siempre fueron muy amigos. Lo recuerdo desde que yo era un crío.

  —¿Quién es, quién?

  —Bueno, te veo muy contento. Debe ser una tía la que te tiene así, ¿quién es? —repite la pregunta con una sonrisa.

  —Pues... estoy conociendo a alguien, pero aún no es nada formal.

  —Sea quien sea, te tiene muy feliz.

  —Puede ser.

  —Desde que eres un crío siempre te he escuchado decir que no tendrás una novia jamás. Al parecer eso cambió.

  —No ha cambiado, aún tengo mis miedos, pero intento abrirme un poco a lo que siento —bebo mi segundo café en el día.

  —Haces bien, eres joven. No te cierres a la vida como lo hizo tu padre —me da una palmada en el hombro.

Continúo mi mañana por la empresa haciendo diferentes tipos de archivos y algunas tareas pendientes. Me sumerjo tanto en el computador que cuando miro el reloj de pulsera, veo que ya son casi las once del día, «¿tanto puede dormir?» Veo que aún no tengo mensajes de ella y feliz de saber que ya tengo su número, decido llamarla.

Por Primera Vez ©Where stories live. Discover now