ANNA

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La mañana del lunes la comienzo muy temprano. Me voy, sí, ya está decidido...

Mi vuelo sale tarde, casi que en la noche y ya tengo todo listo para partir al aeropuerto, pero aún circula por mi cabeza todo lo que había hablado con mi madre el día anterior, me lo contó todo.

Domingo, antes de todo...

»Cuando desperté después de la fiesta de graduación donde todo se había ido a la mierda, necesitaba hablar con mi madre porque la ansiedad me ganaba y quería saberlo todo, estaba segura de que ella sabía algo de toda la historia de Santiago y Luca; o de sus padres.

  —Muñequita, yo nunca creí que el destino fuera capaz de ponerte a ese chico en tu camino —me dice por FaceTime—. Cuando me nombraste a Richard preferí negarlo para no meternos en esa situación que no nos pertenece, pero te vi cada vez más interesada en Luca y supuse que iban para algo serio y entonces hablé con Rossana.

Yo estaba encerrada en la habitación del piso de Mel, sola porque mi amiga había salido a hacer sus deberes.

  —Mi amor —me mira con cara de preocupación y se muerde el interior del labio—, todo lo que me contaste acerca de lo que pasó anoche no es como Santiago lo dijo... Éramos jóvenes, cinco amigas en un crucero de vacaciones y aprovechando para celebrar la despedida de soltera de la primera del grupo que se casaba. Rossana siempre fue un alma libre de vivir su vida sin prejuicios ni preocupaciones y por eso pasó lo que pasó.

La charla con mi madre fue larga y tendida, sentí como se puso en papel de amiga y me lo contó todo y por esa razón decidí que sería yo la que enfrentara a Luca para contarle la verdad, no quería hablar conmigo, pero tenía que escucharme.

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Mel está en la cocina como cada mañana y llego en silencio, el día anterior no la vi durante todo el día y quiero contarle lo que mi madre me había dicho.

  —Esa mujer es mala —responde Mel.

  —No es solo eso, además...

Mi móvil suena y corro a la habitación a cogerlo pensando que es mi madre de nuevo, o tal vez papá para acordar mi hora de llegada, ya que él iría a recogerme al aeropuerto, pero no, no es ni uno ni el otro.

  —¿Hola? —digo y Mel llega detrás de mí apoyándose en el umbral de la puerta.

  —No te pertenece a ti meterte en esto —Rossana, es ella y la piel se me eriza.

  —No sé por qué hace eso, pero le juro que...

Corta. Fue una llamada solo para asustarme seguramente, pero eso no me hará flaquear para correr y contárselo a Luca.

  —¿Era ella? —pregunta Mel, yo asiento aun mirando a la pantalla del móvil—, por dios Anna esa mujer es... Es mala, es bruja y es peligrosa.

Un frío recorre toda mi columna vertebral.

  —Anna, oye, otra vez estás así de pálida, ¿qué pasa? —mi amiga se sienta en la cama arrastrándome con ella.

  —Es toda esta situación —logro decir—. No pasa nada, solo quiero un poco de agua.

Tomo un vaso de agua y miro un poco las redes sociales; comparto seguido allí y me está gustando adentrarme cada vez más en ese mundo, así que subo un par de historias, hablo del último libro que leí y guardo todo en mi bolso para pedir un Uber.

Opto por unos jeans, suéter, botas y un abrigo y así salgo a esperar al conductor sobre la acera del edificio. El día está nublado y se siente el frío cada vez más. Mel no quiere que salga, insiste en llevarme en su coche y al verla tan preocupada le aseguro que la situación no es para tanto y que solo voy a hablar con Luca, que por el horario supongo que estará en la empresa de su padre así que cuando llega mi Uber le doy un beso a mi amiga para que se tranquilice y subo al coche.

En el camino hago lo de siempre; leer un poco y fantasear con ideas que tengo en mi cabeza, así que abro mis notas y escribo en ella un par de cosas que tal vez se quedarán ahí por mucho tiempo o tal vez algún día me anime a ponerlo en papel.

  —Señorita, llegamos —habla el conductor, no me había dado cuenta del recorrido porque iba pegada al móvil.

  —No es aquí —miro la dirección—. Oh, creo que me confundí, coloque mal un número, pero son tres cuadras más adelante. Lo voy a modificar.

  —Lo siento, señorita, tengo a otro pasajero en espera —me está casi que echando.

  —Le pago la diferencia, puedo agregarlo en la aplicación y le dejaré propina —lo miro con ojitos de pena.

  —Ya he finalizado el viaje, lo siento —me llega la notificación también y maldigo por dentro.

Solo son tres cuadras que faltan para llegar al área de oficinas y luego tengo que caminar por dentro del recinto hacia el bloque 10, donde se encuentra el edificio de la empresa. Me amarro el abrigo y salgo dando un portazo al coche del conductor por ser tan poco amable, no le costaba nada y suelo dejar propina siempre.

Pero así de injusta es la vida.

Camino un poco molesta, pero mi ánimo va cambiando poco a poco cuando mi móvil comienza a vibrar con la llegada de las notificaciones que indica el recibimiento que está teniendo mi último post. Intento leer algunos comentarios de mis seguidores y de vez en cuando levanto la vista del móvil para no chocarme con nadie. Le doy like a uno que me hace mucha ilusión y cuando quiero darle al botón de respuesta me quedo sin batería y el móvil muere «¿Algo más en este día?», lo guardo en mi bolso y sigo caminando hasta ver qué solo me queda una cuadra por delante, espero el semáforo de peatones y avanzo cuando veo que este se cambia a verde para poder cruzar.

Con toda la confianza encima y pensando todo lo que quiero decirle a Luca, no alcanzo a llegar al otro lado de la acera...

El ruido de las ruedas de un coche es lo último que escucho antes de que todo se apague.

Frío...

Muchas voces...

Gente pidiendo ayuda...

Alguien llama a una ambulancia...

Unas manos calentitas...

Alguien me toca...

No comprendo por qué siento todo eso, pero no lo puedo ver.

Me duele la cabeza y sobre el pecho... O tal vez más abajo del pecho, pero el dolor es intenso y quiero abrazarme a mí misma para aguantar esas punzadas, pero no puedo.

No puedo hacer nada.

Por Primera Vez ©Onde as histórias ganham vida. Descobre agora