LUCA

91 11 0
                                    

Anna es una mujer que nunca insinúa nada, por eso, después de la tarde tan bonita que pasamos juntos, la llevé al piso de Mel. Yo moría de ganas de llevarla al mío, pero no quería ser tan directo. Apenas nos habíamos besado, por fin. Si fuera otra tía, después de ese beso, ya la tenía en mi cama, pero con ella es diferente. La quiero conocer, compartir a solas con ella y ser sincero con los que estoy sintiendo.

Así que solo me despedí de ella, y volví a besarla, pero esta vez posando mis labios sobre suyos de manera muy suave, ella me respondió con una tierna sonrisa.

Vuelvo a casa con una sonrisa que me llega a los ojos. Siento un cosquilleo en el estómago y la punta de los dedos me queman. Estoy eufórico, nunca había hecho nada parecido y todo lo de esa tarde me ha nacido porque sí. Tengo ganas de mostrarle a Anna un lado de mi personalidad que nunca antes nadie había conocido.

Ni siquiera yo.

Me tumbo en la cama aun con esa sensación que jamás había sentido. Algo está cambiando en mí.

Decido dormir porque tengo que comenzar la semana yendo a la oficina. Tengo unos deberes que hacer, y luego estudiar para los últimos exámenes que me quedan de la universidad si quiero dejar todo listo para hacerme cargo de la expansión de la empresa a USA.

Por la mañana, luego de una ducha y un café, llego al edificio donde se encuentran las oficinas corporativas de la empresa de mi padre. Será una mañana corta, así que emprendo el rumbo hacia mi pequeño despacho.

—¡No quiero saber nada de esa mujer! —escucho a mi padre cuando las puertas del ascensor se abren.

Me quedo tenso, ¿mi padre nombrando a una mujer?

—Disculpe, el señor Kuesel pidió que no ingresara nadie a su despacho —Azucena me corta el paso, es la secretaria de mi padre.

—El señor Kuesel, es mi padre —aclaro y sin hacerle caso, entro al despacho sin tocar.

—No quiero saber más nada de esa información —termina diciendo y cuelga la llamada.

No se da cuenta de mi llegada oído, lo veo de pie al lado de su minibar de espaldas a la puerta.

—Que... ¿Qué sucede? —pregunto en un tono bastante bajo. Mi padre se gira de repente con una expresión de asombro.

—¿Hace cuánto estás allí parado? —me mira con el ceño fruncido.

—¿Eso importa? —cierro la puerta detrás de mí—. ¿Puedes decirme qué está pasando?

—No es importante —niega con la cabeza y se limita a servir un vaso de whisky.

—Hablabas de una mujer.

—No es asunto tuyo Luca, por favor. Pedí que no dejaran entrar a nadie, ¿es posible que dejes de saltarte las reglas solo por ser mi hijo?

—Tus gritos se escuchaban desde el ascensor. Yo...

—... tú cerrarás la puerta y te irás. Déjame solo por favor —bebe de su vaso pasando de mí.

Prefiero salir de allí dando un portazo, siempre me deja afuera de todo lo que ocurre. Hubo reiteradas ocasiones cuando era un crío donde escuchaba a mi padre hablar con alguien al teléfono, discutía, no recuerdo lo que hablaba, pero sí recuerdo que siempre que estaba en la misma situación, me trataba igual. Prefería ignorarme y no hablar de lo que pasaba.

Continúo la mañana cabreado, lo de mi padre me deja de un humor fatal. Así que agilizo los archivos que debo dejar listos en la oficina y decido marcharme. Si mi padre prefería pasar de mí, yo haría lo mismo.

Por Primera Vez ©Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz