ANNA

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Todo sigue siendo normal fuera de la burbuja en la que he entrado hace unos quince minutos. El ruido de las maletas arrastrándose, los llamados por altavoces y la gente hablando. Todo pasa por mi alrededor.

Santiago está a escasos metros de mí, todavía no comprendo que lo estoy viendo. Que está de forma tangible allí, conmigo.

Apenas puedo escuchar lo último que dijo y no lo entendí. Así que intento aclararme y poner atención en lo que está pasando. Al fin puedo hablar sin balbucear.

—Tenemos que hablar. Y no lo haremos aquí en un aeropuerto —miro a los alrededores en busca de un taxi.

—Sí, tengo mucho que contarte —dice él mientras toma su maleta de mano.

—¿Tienes algún hotel reservado?

—Sí. En el Hotel W, sobre la playa.

Eso está muy cerca del piso de Luca. Todo es caos y confusión en mi cabeza.

—Te acompañaré. Te registrarás, dejarás tus cosas e iremos a alguna cafetería —hablo firme y segura.

Conseguimos un taxi en la puerta del aeropuerto y nos dirigimos a la dirección del Hotel W. De los mejores de Barcelona, muy al estilo de Santiago y de su grandiosa vida rodeado de dinero.

En todo el camino solo puedo centrar mi vista en la carretera, no quiero mirarlo a los ojos. Ni siquiera quiero tenerlo cerca. Toda la paz y libertad que había sentido durante este mes y medio que llevo en España, se estaba esfumando. Porque mi mente no deja procesar y recordar todo lo que he vivido con Santiago, nuestras discusiones, los celos excesivos, los malos tratos, los apenas unos pocos momentos buenos que habíamos pasado juntos.

No siento nada, quiero decir, no siento amor ni remordimiento por la persona que va a mi lado. No siento odio, y tampoco rencor. Son nulos mis sentimientos hacia él hace tanto tiempo. Solo había seguido en comunicación con él para poder ayudarlo a superar sus trastornos de personalidad y que pueda cambiar.

Hace días que no atiendo ni una de sus llamadas, exactamente desde la noche que estuvimos en Madrid con Luca y tuvimos aquella pequeña discusión. Y ahora pienso en qué tal vez tenía que haber atendido su última llamada para enterarme de otra manera de que Santiago estaría en Barcelona y no así, como de arrebato y en un aeropuerto.

—Sí, Santiago Winger —le dice a la recepcionista. Yo solo me hago a un lado para contestarle los mensajes a Mel. Esa tarde íbamos a salir juntas, pero tengo que inventarme una excusa para no ir y decirle que mañana pasaré por su piso.

—¿Y su novia? ¿Cuál es su nombre? —se dirige a mí la señorita de la recepción.

—No soy su novia y no me alojaré aquí. Solo lo estoy acompañado —espeto de mala manera con una mirada fija en aquella mujer que solo supone cosas. Me molesta.

Espero a que Santiago regrese de la habitación. Me quedo en el lobby del hotel, no iba a subir con él.

Cuando regresa, decidimos ir a una cafetería cercana que se encuentra en la playa. Toda esa zona ya es tan conocida para mí por todas las veces que paseo con mis amigos por el sector.

Santiago quiere tener un gesto caballero al abrirme la puerta y yo solo lo miro pensando en que jamás se comportó de aquella manera conmigo. Él nunca ha sido un caballero. Ha sido un niño. Gran diferencia con Luca, que en ese momento, ya los comienzo a comparar.

—Desde el principio —respondo cuando pregunta por dónde comienza a contarme todo lo que ha pasado y por qué está aquí.

—El principio ya lo sabes. Luego de que vinieras a España, estuve yendo semanas al psicólogo. Me había peleado con mi madre por sus actitudes extrañas y por lo mismo de siempre —levanta la mano llamando al camarero—. Después, no hablé con ella por varios días y entonces por eso no estaba enterado de todo lo que le estaba pasando a mi padre. No sabía que llevaba enfermo varios meses y que corría a emergencias con tanta frecuencia. No me lo contaban —se detiene cuando una persona viene a tomarnos el pedido. Apenas puedo pedirme un café, no me pasará nada por la garganta—. Hasta que un domingo regrese muy temprano por la mañana de una fiesta. Mi padre iba saliendo hacia el garaje y tenía un aspecto raro, se quejaba, hasta que no aguanto más y me pidió que sacara el auto y lo llevara a emergencias. Ahí me enteré de que estaba enfermo, el resto ya te lo conté. Necesitaba un donante y supimos que yo no era compatible con él, nos hicieron los exámenes correspondientes y ahí comenzó toda la duda.

Por Primera Vez ©Where stories live. Discover now