ANNA

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Alguien carraspea de manera exagerada para poder interrumpir lo que está pasando en la tumbona. Aunque son solo unos besos algo subidos de tono y Luca tiene una de sus manos encima de mis senos.

—Lo siento —dice el hombre. Va vestido de traje y corbata mientras sus dos manos se cruzan detrás de su espalda.

—Fermín —reacciona Luca cubriéndome con la toalla que tiene a su alcance—. ¿Pasa algo?

—Disculpe señor.

—Luca, Fermín. Sabes que conmigo no debes ser tan formal.

—Sí, Luca. Es que ha llegado un paquete a su nombre y como Beth no estaba en la cocina, tuve que salir a buscarlo. No era mi intención interrumpir —termina diciendo un tanto incómodo.

—No te preocupes. Iré en un momento. Gracias —dice Luca de forma amable, aun cubriéndome con sus brazos y la toalla para no dejarme al descubierto.

Tengo el sostén del bikini casi abajo, una de las manos de Luca reposa sobre mis pechos y la otra en mi espalda baja en dirección a mi trasero. Es algo vergonzoso, sí. Por eso cuando Fermín se retira hundo mi rostro en el cuello de Luca, sintiendo como mis mejillas se calientan y seguramente toman un color rojo intenso.

—Cúbrete —me sonríe y levanto la cabeza después de aquel incómodo momento.

Por suerte a un lado de la piscina hay un sector con toallas y albornoz. Me envuelvo en uno para poder acomodarme tranquilamente el bikini.

—¿De qué paquete hablaba?

—Ya lo verás —me guiña un ojo—. Vístete y vamos a la sala.

—¿Qué es?

—No seas impaciente.

—Pues lo soy.

Lo sigo ya más arreglada y entramos al interior de la casa. Al llegar a la sala observo como dejan una caja grande en el piso y Luca se acerca, pero no la abre.

—Ábrela.

—¿Yo?

—Sí, es algo para ti —señala la caja.

—No será...

—Ábrelo y verás que es.

Me acerco a la caja y antes de abrirla puedo leer sobre la nota que lleva encima el nombre de la librería a la que habíamos ido aquella mañana.

—Te has vuelto loco —me giro algo impresionada buscándolo con la mirada después de abrir la caja y encontrarme con más de quince libros.

—Vi tu cara al mirar cada uno de esos libros. Es un regalo.

—¿Sabes lo que cuentan los libros? —los miro impresionada. Apenas me había comprado tres porque sé lo caro que son, y además, no tengo espacio aquí donde guardar tantos tampoco.

—Lo sé, porque te compré veinte libros.

—¿Veinte? —comienzo a sacar cada uno de ellos—. Estás loco.

—Sí, por ti —contesta y ya lo tengo encima de mi.

Desarmo la caja y miro cada uno de los libros. La emoción me invade y me tiro en sus brazos sin poder dejar de besarlo por todos lados. Es mucho lo que hace por mí. Cada detalle que tiene me parece una tremenda locura, nunca nadie ha sido tan generoso conmigo. No estoy acostumbrada.

Me levanta entre sus brazos y entre besos y besos comienza a correr en dirección a la piscina cargándome encima. Suelto un grito ahogado de felicidad cuando siento el chapuzón de agua y los dos nos sumergimos en lo más profundo de la piscina. Comienzo a bracear para poder llegar al borde y sostenerme porque con mi estatura no alcanzo a tocar el fondo. Luca se pega a mi espalda y me ayuda, levantándome desde las caderas hasta quedar sentada afuera, en el borde de la piscina.

Por Primera Vez ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora