LUCA

53 8 3
                                    

Esperé con mucha intriga la llamada de mi padre. Su mensaje; corto y sin explicación alguna, me dejó descolocado por el resto del día y no logré tener la misma concentración para el resto de las reuniones. Por eso las cancelé, sé que eso implica un día más de estadía en Estados Unidos y un día más donde no veré a Anna, que la extraño como loco.

La llamada no se dio, después del tercer timbre, mi padre entendió y no conseguimos hablar. No sé si fue la señal, la distancia o el internet, pero se cortó y no pude comunicarme con él.

Es algo importante, de eso estoy seguro. No interrumpía a mis reuniones o no escribiría un mensaje así, sabiendo las ocupaciones que estoy teniendo.

Recojo el resto de mis cosas y las guardo en mi maletín marrón de cuero. El frío de Nueva York me obliga a ponerme la gabardina encima del traje azul que llevo. Cuando estoy listo, me despido de cada funcionario y espero a que me traigan el carro del valet parking. Un increíble BMW m4 competition azul aparece delante de mí y el caballero que sale del interior me tiende las llaves y me saluda con un gesto con la cabeza. Le doy propina y subo contento a esa máquina.

No voy a negar que piso el acelerador un poco de más obteniendo bocinazos y señas de luces de los demás conductores en la carretera. Aunque me encantan los autos y la adrenalina que me generan, soy consciente a la hora de manejarlos y pocas veces suelo acelerar a más de 200 km/h, claro, si el auto lo permite.

Al llegar a mi habitación en el hotel Plaza Manhattan, saco mi Mac, y mirando la hora, se que en Barcelona son como las seis de la tarde, buen horario para hacerle una llamada a Anna. Que atiende la llamada de Skype después de unos cuantos timbrazos, y para mi sorpresa, no acepta encender la cámara, sino que, solo la deja como una típica llamada telefónica.

  —Hola —digo, casi que en forma de pregunta.

  —¿Cómo estás? ¿Todo está bien? No esperaba tu llamada —contesta algo acelerada.

  —Estoy muy bien, ¿y tú? Suenas algo... acelerada.

  —Sí, estoy bien. Yo estoy con... Con Mel —escucho la risa de un tío de fondo—. Estábamos poniéndonos al día en una cafetería —agrega.

  —Mándales mis saludos a Mel ¿Marc también está ahí? —solo quiero salir de la duda de aquella risa que escucho.

  —No —se adelanta a decir—. Solo Mel y yo.

Asiento para mí. No es que esté dudando. Pero Anna suena un tanto extraña y aunque me dijo que están en una cafetería, lugar donde puede estar mucha gente, la risa que escucho está bastante cerca de ella y suena más bien a una risa de burla. Es algo raro del momento, pero confío en Anna, ¿qué otra cosa iba a estar haciendo?

   —Sé que no esperabas mi llamada, pero necesito pedirte un favor. Tal vez te parezca extraño, pero recibí un mensaje de mi padre y luego no pude comunicarme más con él.

  —Claro, dime. Lo que sea —siento como se aleja a un sitio donde no se escucha tanta gente de fondo.

  —Quería saber si podías pasarte por su oficina y preguntarle a su secretaria si todo está bien y que si lo veía, que me llamara. Solo... si no es mucho pedir.

  —No. No, claro que no ¿Puede ser mañana por la mañana?

  —Sí, tal vez por el horario hoy ya no esté en la oficina. Así que mañana está bien.

  —Ok, mañana estaré ahí.

  —Gracias —voy a despedirme, pero no estoy tranquilo—. Muñequita... ¿Todo está bien?

  —Ssi. Sí, perfecto ¿Por qué?

  —Nada, solo preguntaba. Tal vez mi llamada fue de sorpresa y no te había sentido muy bien.

   —Todo está bien —cambia la voz a un tono más dulce—. Solo que ya te echo de menos.

  —Y yo a ti —respondo, acostado en la cama, cruzado de pies y mirando hacia el techo. Con una sonrisa enorme al estar hablando con ella.

  — ¿Lucas?

La interrumpo.

  —Luca, cariño. Sin s, recuerda —y sonrío recordando nuestro primer encuentro en el aeropuerto.

Ella hace una risita y puedo jugar verla como pone los ojos en blanco.

  —Lo sé, simpático.

  —Siento que ambos estamos recordando aquel día, ¿o no?

  —Así parece.

  —Lo siento, ¿Ibas a decirme algo? Creo que te interrumpí.

  —No. Solo que creo que ya nos vamos. Mel está pagando la cuenta, así que pienso que debo colgar —siento que no quiere hacerlo, al igual que yo. Porque, cuanto nos estamos echando de menos ya.

  —Está bien ¿Te llamo mañana?

  — Estaré esperando tu llamada.

  —Cuídate —me despido. Nos despedimos.

Y hablar con Anna hace qué mis ganas de ir corriendo hacia ella, aumenten minuto a minuto.

Por Primera Vez ©Where stories live. Discover now