30| Miedos y declaraciones

52 5 13
                                    

Estar así con Holder, este nivel de intimidad era algo completa y aterradoramente nuevo, pero satisfactorio al mismo tiempo. Escuchar aquellas palabras saliendo de su boca era como comprar una cartera Louis Vuitton...

No. No se sentía así. Era más, mucho más. No había ningún sentimiento que hubiera experimentado antes que pudiera comparársele. Lo sabía ahora.

Rodeé sobre mi espalda y me apoyé sobre mi brazo posando una mano sobre su pecho. Su mirada perezosa no me abandonó mientras deslizaba un brazo por mi cintura hacia mi espalda baja. Posó su mano sobre una pequeña porción de mi piel que estaba desnuda entre el borde de la camiseta y los pantalones de pijama, y mis nervios se dispararon.

Mirándolo, no pasé por inadvertido esta nueva versión de él. No había visto o escuchado ni una pizca de malhumor o rechazo fuera del tono serio con el que me había reprochado el haberme emborrachado de esa manera. El Holder que tenía frente a mí parecía otra persona.

Parpadeé lentamente dejando que el silencio se asentara antes de hablar.

—Estás diferente —musité con un poco de cautela. Tenía miedo de que al decirlo en voz alta provocara algo en él. Sentía que solo era cuestión de tiempo para que se cerrara. No quería presionarlo.

Fui muy consciente de cómo su mirada bajó un par de centímetros y su mano empezó a acariciar la porción de piel desnuda con una suavidad que despertó cada nervio de mi cuerpo. Luego suspiró y clavó la mirada por encima de mí, en el techo.

—Sigo siendo el mismo —dijo con voz leve. Quise reírme, pero no creí que fuera buena idea.

—Claro que no.

—¿Crees que estoy diferente solo porque no te he echado de mi casa? —argumentó entonces, endureciendo un poco el tono.

Me tensé pensando que había sido mala idea sacarlo a coalición, pero entonces Holder suspiró y me miró.

—Mira, esto es difícil para mí.

—Puedo notarlo —murmuré irónicamente. Intenté rodar de regreso a donde me encontraba, pero su brazo se deslizó por toda mi espalda, reteniéndome y apretándome contra él.

—Quédate —dijo, su aliento entremezclándose con el mío.

Por alguna razón esa petición parecía guardar mucho más de lo que se escuchaba.

Inhalando, me armé de valor.

—Me dijiste eso hace un rato —confesé en un murmuro.

Su ceño se frunció ligeramente.

—¿Qué?

—Mientras dormías. Murmuraste justamente eso.

Sentí cómo todo su cuerpo se tensó debajo de mí, incluyendo el brazo que me rodeaba.

—¿Dije algo más? —preguntó después de un silencio. Cuando negué, entrecerró los ojos.

—De verdad —le aseguré—. Aparte de mi nombre y eso, no dijiste nada más.

Su mirada viajó a algún punto de la habitación, perdiéndose en la lejanía. Poco a poco su cuerpo volvió a relajarse.

—Sé que te pedí que te alejaras —susurró, sus labios apenas separándose entre cada palabra que salía de su boca—. Te dije que eras una distracción, y no mentía.

—Bueno, gracias por reafirmarlo.

—Me acobardas, Diana.

Me removí, incómoda con sus palabras.

Apostar Al Amor ©Where stories live. Discover now