23| Tormentos

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Intenté no pensar en Holder. Intenté ocuparme bastante para no hacerlo. Me fui a hacer las uñas. Dos veces. En la misma semana. Me compré una nueva cartera y fui al spa. Compré muchos pantalones joggers. Adelanté el informe por mi cuenta, aunque con mucha dificultad. Al final terminé pagándole a una persona en internet por un resumen de la novela, ya que no había manera de que me entrara una palabra más. También había eliminado el chat con él para no martirizarme más viéndolo con la esperanza de que se conectara. Incluso había hecho mis tareas a tiempo para no tener ningún momento libre en que mi mente pudiera divagar.

Todo eso había funcionado.

En parte al menos.

Ya había pasado una semana desde que había ido a su casa. Eso era tres semanas desde la última vez que lo había visto. La inquietud se me quitó dos días después de que me planté en su puerta y descubriera cosas que no sabía de él. Específicamente luego de que recapacitara en la unión que teníamos, ya que últimamente había estado olvidándolo. Utilicé la semana de su ausencia para hacer valer el tiempo que había pasado tras él como un perrito y volví a acercarme a Max todo lo que pude teniendo a Jessica pegada a él. Hablábamos a veces por los pasillos en los cambios de hora o en las clases de Educación Física. A la pelirroja no le hacía gracia, pero tampoco parecía atreverse a hacer nada para evitarlo, lo que me sorprendió, pero al mismo tiempo agradecí. Que no se interpusiera en mi camino era buena señal.

El sábado por el mediodía estaba debatiéndome si volver a cambiar mis uñas cuando me llegó un mensaje. Tomé el móvil con una extraña rapidez. El mensaje era de Max.

¿Estas ocupada?

Mordí mi labio. No tenía nada que hacer.

No.

Yo tampoco. ¿Quieres salir?

Recordé que la semana pasada había dicho que quería salir y la curiosidad resurgió dentro de mí como un huracán. Respondí al instante.


Claro.


Bien. Estaré allí dentro de un rato.

Estuve esperando por más de una hora cuando Max por fin llegó a buscarme. Tuve que tragarme el malhumor que me había provocado la espera, y le sonreí al entrar en su coche.

—Hola —dije. Me devolvió el saludo extrañamente alegre.

—¿Cómo estás? —me preguntó. Aún me parecía extraño escucharlo preguntarme sobre mi estado. Max nunca había sido del tipo de chico que lo hacía, aunque claramente yo tampoco. Era por eso por lo que nos complementábamos tan bien.

—Bien —me limité a decir, y, sintiéndome incómoda, le pregunté—: ¿Y tú?

—Mejor ahora —respondió poniendo reversa y saliendo de la entrada de mi casa. Cuando entramos a la calle principal, me coloqué el cinturón.

—Y... ¿a dónde vamos?

—Estaba pensando en ir al cine, ¿te apetece?

Logré detener la mueca en mi rostro antes de que la viera.

—Eh... sí, claro. —Por supuesto que él no sabía lo poco que me gustaba el cine, no era algo de lo que habíamos llegado a hablar en nuestra corta relación.

Max asintió, contento.

—Perfecto. La verdad no he visto la cartelera, así que veremos que películas hay al llegar.

—Me parece bien —respondí, dejándome caer de lleno en el asiento. Durante el trayecto hacia el centro comercial me dejé absorber por la sensación de estar de nuevo en este asiento, yendo a una salida con Max como solíamos hacer cada fin de semana. Había extrañado tanto estar dentro de su coche que de repente me sentí decepcionada de mí misma por sentirme incómoda en él.

Apostar Al Amor ©Where stories live. Discover now