16| Menos distancia, más cercanía

105 10 3
                                    

—¿A quién buscas tan desesperadamente? —preguntó Luke, sonriente.

Volví a dar un repaso rápido del pasillo.

—A nadie.

—¿Ya te enamoraste de Holder?

Lo miré de golpe.

—Claro que no.

Se rio.

—¿Cómo va tu experimento fallido?

—No es fallido, y va mejor de lo que piensas. Ya tengo su número. —Agité el móvil en su cara.

Una ceja rubia se arqueó.

—¿En serio?

Asentí con orgullo.

—¿Cómo lo conseguiste? —preguntó, incrédulo.

—Tengo mis maneras. —Sonreí de oreja a oreja.

Luke abrió la boca para seguir indagando o decir algo estúpido, pero de repente avisté una desordenada melena azabache a unos metros. Lo dejé con la frase a medio terminar y caminé entre la aglomeración de estudiantes hasta los casilleros. Al llegar, me planté de brazos cruzados.

—¿Me bloqueaste? —exigí nada más llegar.

Holder cerró el casillero. Me echó un vistazo y luego al enorme reloj en la pared de la entrada.

—¿Podrías al menos dejarme respirar antes de que comiencen las clases? —se quejó con molestia.

—Dijiste que hablábamos en el instituto. Estamos aquí.

—¿Sabes que hay cosas que uno no debe hacer a primeras horas del día?

—¿Cómo qué?

—Hacerles la vida imposible a otros.

Fruncí el ceño.

—No hago eso.

—Créeme, nadie se despierta por las mañanas queriendo tener que lidiar contigo.

Sonreí.

—En eso tienes razón, porque, en realidad, todos se acuestan en la noche con la esperanza de toparse conmigo al día siguiente.

Holder puso los ojos en blanco.

—Eres demasiado irritante.

—Bueno, Holder, si existiera una báscula de la irritabilidad seguro tú la rompes.

Exhaló con pesadez y me dio la espalda. Lo seguí, rodando los ojos.

—¿Me vas a responder? —le exigí, caminando a su lado.

—¿Preguntaste algo?

—¿Por qué me bloqueaste? —repetí, mirando como se reajustaba la mochila en el hombro. Sus bíceps se apretaron y estiraron bajo la fina camiseta blanca que llevaba puesta. Arrugué la nariz. Al parecer no tenía otro color de ropa que no fuera blanco y negro.

—No quiero tener que soportarte también escribiéndome cada veinte minutos —zanjó. Abrí la boca para protestar, pero la cerré. Tenía razón en algo: pretendía molestarlo. Mucho.

Me crucé de brazos.

—¿Y cómo vamos a comunicarnos?

Holder me miró de reojo.

—Cuando tenga algo que decirte te desbloquearé y luego te volveré a bloquear.

Mi mandíbula cayó con indignación.

—¿Y si yo tengo algo que decirte?

Solo se encogió de hombros.

—¡No puedes hacer eso! —protesté, bajando los brazos—. Es demasiado inmaduro de tu parte bloquearme solo por creer que te escribiré a cada rato.

Apostar Al Amor ©Where stories live. Discover now