29| Perderse y encontrarse

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Me desperté por un leve cosquilleo en mi muslo. Con lentitud, abrí los ojos. Los primeros indicios del amanecer se filtraban por entre las persianas de las ventanas, bañando la habitación de un leve resplandor dorado. Miré a mi alrededor. Seguía en la misma posición con la que recordaba haberme dormido -boca arriba- con la única diferencia de que no estaba arropada. Me tomó un segundo darme cuenta de que Holder tampoco lo estaba.

La sábana... bueno, no tenía idea de dónde estaba. Ambos estábamos desarropados y Holder ya no me daba la espalda, estaba boca arriba, al igual que yo, con una mano descansando sobre su estómago y la otra...

Lentamente bajé la mirada. Su otra mano estaba sobre mi muslo, justo arriba de mi rodilla realizando caricias sobre la fina tela del pantalón. Ninguna otra parte de nuestros cuerpos se tocaba. 

Quedé inmóvil cuando sus dedos empezaron a ascender. Furtivamente, lo miré, sintiendo el corazón subiéndome por la garganta. Holder seguía plácidamente dormido con la cabeza inclinada hacia mí. ¿Cómo rayos estaba durmiendo mientras su mano hacía eso? ¿Si acaso era consciente o qué diablos estaba soñando?

El poco sueño que sentía se esfumó. Su mano detuvo su recorrido en la mitad de mi muslo y allí se quedó, estática. Me debatí si apartarla o no. Al final pensé que era lo mejor, pero mi brazo quedó extendido en el aire a medio camino de su cometido cuando Holder apartó su mano por cuenta propia. Suspiré, pero el alivio no me duró nada. En un instante se giró, enfrentándome. Su cara a cinco centímetros de la mía. Me estremecí cuando el aire que expulsó por la nariz me acarició la mejilla. Ya no me tocaba, pero estaba demasiado cerca. Tanto, que si giraba mi cabeza hacia él nuestros labios se tocarían.

Y ganas no me faltaban.

—Diana...

Dejé de respirar. ¿Ya estaba... despierto? De reojo, intenté mirarlo. No quería moverme ni un milímetro. Sentía que si lo hacía...

—Quédate —balbuceó Holder entre respiros.

¿Que me quedara? ¿Dónde? ¿En la cama?

Sin poder creer que estuviera dormido, giré la cabeza con cuidado de no tocarlo. Sus ojos estaban cerrados, su respiración era profunda... Y entonces lo recordé. Bliss me lo había dicho el día de su fiesta de cumpleaños cuando mencionó que Holder pensaba que yo era linda. Hablaba dormido.

Me quedé mirándolo embobada hasta que se empezó a despertar. Al contrario de aquella vez en el salón de Literatura, cerré los ojos y fingí estar dormida. Sentí su último respiro de sueño que me anunció su despertar. No me moví, pero sabía que debía estar observándome. Esperé a que se alejara, aterrado de encontrarse tan cerca de mí, pero no lo hizo. Pasaron minutos enteros en donde no se movió. Creyendo que se había vuelto a dormir, entreabrí los ojos llevándome la sorpresa de ver los suyos bastante abiertos. Por tono que suene, volví a cerrar los míos. No sé qué esperaba al hacerlo, la verdad, pero tampoco esperé que funcionara.

—Sé que estás despierta —murmuró. No sé cómo hizo para hablar tan cerca de mí sin que me llegara su aliento mañanero.

Abrí un solo ojo y eso le divirtió, porque sonrió. Su mirada se afincó en mi rostro mirando cada parte de él hasta que finalizó en mi boca. Entonces se volteó poniendo distancia entre nosotros con la mirada fija en el techo. Cruzó las manos sobre su estómago y respiró profundamente.

—¿Hace cuánto estás despierta? —preguntó con una tranquilidad que me inquietó.

—No mucho —musité, manteniéndome en la misma posición.

Lo vi tragar duro.

—¿Dije algo?

—¿Qué?

—¿Dije algo mientras dormía? —se explicó.

Apostar Al Amor ©Where stories live. Discover now