09| El judío y la samaritana

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Estaba en una mesa de la cafetería comiéndome un emparedado y tomando una Seven-up cuando un móvil se estampó sobre mi bandeja, sobresaltándome.

—¿Qué se supone que significa esto? —rugió Jessica. Su ojo estaba menos hinchado que ayer, pero definitivamente seguía viéndose asqueroso. Sobre todo, si la mirabas de cerca, justo como yo estaba haciendo.

Me recosté en el respaldar de la silla para poner algo de distancia entre nosotras. No fuera que el ojo empezara a lanzar algún líquido viscoso; mejor prevenir.

—Tu ojo se ve mejor —la saludé con tranquilidad.

—No me retes, Griny —rechinó entre dientes—. ¿Qué es esto?

Le mantuve la mirada durante unos segundos antes de bajarla hacia su móvil. En la pantalla estaba la publicación de Max de ayer, y debajo del pie de foto estaba mi comentario de la cuenta falsa. Ya tenía trescientos likes. Sonreí sin poder reprimirme.

—Es un comentario. Dice: Cuando no tienes más opción que subir una foto de su mano. —Hice un mohín—. La verdad es que no lo había pensado hasta ahora. —Levanté la mirada, Jessica estaba roja como un tomate—. ¿Por eso Max no subió un selfi?

—¡No lo sé! —exclamó, airada—. ¡Y ahora por culpa todo el mundo me pregunta eso! Borra el comentario.

Junté mis cejas, fingiendo desconcierto.

—No sé a qué te refieres.

—No me obligues a botarte del equipo de animadoras, Diana. Borra ese maldito comentario ahora mismo.

Me incliné hacia su móvil.

—No sé si no lees bien, pero la cuenta que dejó el comentario se llama Brooke Friedman. ¿Si sabes que yo no me llamo así, cierto?

Jessica llevó su rostro hasta la altura del mío. Tuve que morderme la mejilla para no explotar en una risa. De cerca su ojo lucía realmente asqueroso.

—Sé que fuiste tú, no soy estúpida.

—Me alegra que no.

—¿Hay algún problema por aquí, señoritas? —Ninguna de las dos tuvo que voltear para darse cuenta de que la directora nos estaba viendo.

Jessica dio una mirada sobre su hombro antes de volverse a mí.

—Tú realmente no me conoces —murmuró, su voz baja y amenazante—. Estate consciente de las consecuencias que tendrás por esto, porque no se va a quedar así. —Se irguió, sonriendo con falsedad—. Nos vemos en la práctica. Gracias por la bebida —dijo, por último, tomando mi Seven-up y dándose la vuelta. Al pasar al lado de la directora, la saludó con alegría.

Le envié una sonrisa forzada a la directora Drobev y procedí a terminar mi emparedado. En determinado momento la cafetería se llenó de unas carcajadas procedentes de una mesa de la esquina, por lo que, por inercia, mis ojos se dirigieron hacia allá. Jessica estaba en el regazo de Max, fingiendo reír, me imagino, por algún chiste malo de Max. Y él realmente decía chistes malos. Recuerdo que cuando los contaba en mi presencia lo miraba con desconcierto y diversión, y eso era suficiente para que nos muriéramos de la risa. Sus chistes eran malos, pero la lástima que te daba escucharlos era lo que te impulsaba a reír.

Eso era algo que Jessica no sabía. Y, por la expresión forzada de Max, pude suponer que él tampoco.

 Y, por la expresión forzada de Max, pude suponer que él tampoco

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Apostar Al Amor ©Where stories live. Discover now