11| Deseos encontrados

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Solo al llegar a la entrada del instituto era posible ver la gran cantidad de personas que habían venido a ver el partido de baloncesto. Como los estacionamientos siempre estaban abarrotados incluso dos horas antes de los partidos, Luke solía estacionar en un restaurante a dos calles del instituto, por lo que me dejó en la entrada antes de irse.

En el interior no era diferente, había demasiados chicos por todas partes. Este era probablemente uno de los partidos a los que había asistido con tanta aglomeración y sabía el por qué. Estudiantes del instituto Helbert, el equipo rival, ocupaban mayormente los pasillos. Eran demasiados, la mayoría cargaba encima su chaqueta característica de su preparatoria, caminando por los pasillos con hombros rectos como si fueran los dueños de estas instalaciones.

Mientras me encaminaba hacia el gimnasio pude escuchar sus cotilleos e incluso darme por enterada de apuestas clandestinas que se estaban realizando justo en las puertas de entrada. Estaba intentando pasar entre una muchedumbre estancada en la entrada del gimnasio cuando sentí toques por partes de mi cuerpo que solo yo debía alcanzar. Pegué un respingo cuando sentí como el vuelo de mi falta de animadora se elevaba unos centímetros. Me giré rápidamente y una sonrisa escalofriante me saludó.

—Hola, rubia. —Era un chico del Helbert y a sus lados lo flanqueaban más idiotas sonrientes.

Apreté mis muelas.

—Vuelves a tocarme y lo lamentarás.

Elevó sus manos a la altura de sus hombros.

—No he hecho nada.

Sentí una mano deslizarse por mi cintura. Di un rebote, girándome.

—Lindo uniforme —dijo otro chico aparecido de la nada. Empecé a entrar en pánico.

—¿Hay algún problema por aquí? —exigió una voz dura a mis espaldas.

El chico que me había tocado la cintura retrocedió, perdiéndose. Me volteé. Los demás también habían desaparecido. En su lugar solo se encontraba Max.

—¿Estás bien? —dijo, mirándome desde su altura. Ya llevaba puesto el uniforme, la camiseta violeta en conjunto con los pantalones. Miré a mi alrededor sintiéndome expuesta debido a que la mayoría de los chicos que transitaban no eran del instituto.

—Sí —le dije—. Gracias.

Asintió.

—Mejor entramos ya. Falta poco para empezar y seguro que Jessica está esperándote.

—Sí, claro.

Avanzó conmigo abriéndose paso entre la multitud y pudimos entrar al gimnasio. El bullicio era exagerado. Gradas abarrotadas se miraban por doquier, colores como morado y plateado se alzaban a mi izquierda indicando que los estudiantes del instituto se encontraban todos de ese lado. En la derecha persistían el azul y dorado, los colores rivales. Con Max a mi lado, caminé hacia nuestra esquina, rodeando las gradas. Pude ver a Jessica y el resto de las animadoras justo al lado del banco de caja haciendo estiramientos. Estaban todas menos yo. Al verme, Jessica vino directo hacia mí. Su ojo, que ciertamente se veía mejor, me escrutaba filosamente.

—¿Pretendías llegar a mitad del partido, Diana? ¿Qué parte de una hora antes no entendiste?

—Déjalo, Jess. Tuvo unos problemas con unos tipos en la entrada.

Jessica miró a Max sin poder creer que estuviera defendiéndome.

—¿Ahora estás de su lado?

—No estoy del lado de nadie, solo estoy diciéndote lo que pasó. No seas tan dura con ella.

Apostar Al Amor ©Where stories live. Discover now