15| Bloqueo

90 10 5
                                    

—Así que... ¿eres el dueño del videoclub?

Holder me miró de soslayo y luego ojeó el instructivo.

—No veo esa pregunta aquí.

Rodé los ojos.

—¿Acaso es un secreto? ¿Eres una especie de millonario a escondidas?

—¿Por qué ser dueño de un viejo videoclub significaría ser millonario?

Me incliné hacia delante.

—Así que sí eres el dueño.

—No dije eso.

—No queriendo. —Crucé mis piernas, apoyando mi brazo derecho en mi muslo—. ¿Por qué finges ser pobre?

—No finjo.

—Tampoco lo eres.

Soltó el instructivo en la mesa del centro con frustración.

—¿Vas a seguir?

Lo ignoré.

—Holder, tienes un videoclub, un Jeep y una moto. Estoy segura de que eso no es ser pobre.

—Nunca dije que lo fuera —dijo a la defensiva—. Pero tampoco dije no serlo.

—No, eso está claro. Por eso te pregunto, porque si no fuera porque descubrí que eres dueño del videoclub y que tienes un Jeep, seguiría pensando que eres pobre.

Me miró un largo rato antes de fijar su vista en mi laptop. Silencio. Rodé los ojos y tomé la novela.

—Bien, sino quieres decírmelo lo descubriré, así como he descubierto todo hasta el momento. Seguro que luego sales con que vives en una mansión. Sabes —recordé, volviendo a dejar la novela en la mesita—, Kira mencionó ayer que nunca ha ido a tu casa. Seguramente es porque tienes una mansión, ¿no es así?

Un suspiro pesado salió de él.

—¿No te cansas de ser tan molesta? Eres como un chicle en un zapato.

—Tomaré eso como un cumplido —dije, sonriéndole irónicamente.

Tomé la novela y empecé a leerla. Analizar un clásico era de lo peor. Entender ese estilo de prosa me daba dolor de cabeza. Odiaba leer clásicos por el mismo motivo. ¿Por qué siempre había que estudiar libros viejos? ¿No sería mejor Harry Potter? Eso también era un clásico. O algún libro de Nicholas Sparks.

—Odio los clásicos —me quejé en voz alta—. ¿Por qué le dan tanta importancia? Están sobrevalorados.

—Son libros que han dejado una huella en las culturas que han atravesado y siguen gustando a pesar de los años.

—A mí no.

—A nadie le importa.

Le lancé una miradita antes de retomar la lectura. Después de diez minutos hice una pausa.

—Tengo hambre, ¿quieres pizza? —le pregunté alcanzando mi móvil de la mesa. El ojeó la hora en el suyo.

—Queda media hora antes de irme. Termina el capítulo mientras termino de escribir y luego comes.

—¿Hoy también debes trabajar? Es domingo —dije con extrañeza—. A parte eres el dueño, no debes ir sino quieres.

—Debo pasar a recoger a Bliss.

—¿Dónde está? —le pregunté con sed de curiosidad, aunque sin esperanzas de que la saciara.

—En el parque —respondió para mi sorpresa—. Todos los domingos la dejo allí con Kira.

Apostar Al Amor ©Where stories live. Discover now