03| Normal significa normal

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Durante el receso, Luke y yo nos dirigimos a la cafetería y tomamos asientos en una mesa que, sin pensarlo, estaba estratégicamente posicionada frente a Tristan Holder. A pesar de los diez metros de distancia que nos separaban, pude vislumbrar su rostro y solo fui capaz de pensar: ¿Por qué demonios no lo había visto antes? Era demasiado atractivo como para que hubiera pasado desapercibido frente a mis ojos. No era nuevo y eso lo había confirmado gracias a Luke. Llevaba dos años en el instituto y esa realidad solo me hizo cuestionarme más el hecho de que había estado durante tanto tiempo siendo una sombra; nadie le daba más de una mirada. Las pocas horas que llevaba sabiendo de su existencia me sirvieron para darme cuenta de que siempre iba solo y parecía estar muy atento a su móvil.

—¿Evaluando a la presa?

Parpadeé hacia un par de esferas verdes frente a mí. Una ceja rubia se arqueaba encima de una de ellas. Fruncí el ceño.

—No le llames así —le reproché—. Suena caníbal.

—Oh, disculpa.

Rodeé los ojos y revolví mi batido con la pajilla.

—¿Te lo vas a tomar? —preguntó.

—¿Por qué no?

—No lo sé. Llevas cinco minutos con él y no has tomado ni un solo sorbo. —Entonces echó un vistazo sobre su hombro hacia la mesa donde se hallaba Holder—. ¿Ya te enamoraste?

Bufé y llevé mis labios hacia la pajilla. Sorbí.

—Ya quisiera él —murmuré y empecé a mirar a mi alrededor.

—Tu chico está acá —señaló Luke con diversión, tirando una papita en su boca.

Lo fulminé con la mirada.

—Él no es mi chico. Por lo menos no todavía —me apresuré a decir cuando una expresión petulante se formó en su rostro—. Estoy buscando a Max —expliqué y seguí recorriendo la cafetería con la mirada—. No lo he visto desde que entramos. ¿Dónde rayos está?

—Disfrutando de su libertad.

Sin pensarlo, tomé la pajilla y se la tiré, salpicando batido de melocotón al acto. Varias gotas del líquido cayeron sobre mi vestido y las restantes sobre la mesa. ¿Lo peor? La pajilla ni siquiera llegó a Luke. Quedó estancada en el respaldar de la butaca. Observé como lentamente se deslizaba hasta perderse de mi vista. Entonces el rubio estalló en risas.

—¡No es gracioso, Luke! —reproché mirándolo frívolamente—. Dios, mira cómo quedó mi vestido por tu culpa.

Entre risas preguntó:

—¿Mi culpa?

—¡Tú culpa! —sentencié, señalándolo acusadoramente.

La mayoría de la atención estaba en nuestra mesa. Entre ellas divisé a la chica nueva de corto cabello castaño con una sonrisa tonta en su rostro. Cuando seguí su mirada y reparé que estaba puesta en mi amigo, le lancé una mirada asesina que captó, y apartó sus ojos rápidamente hacia su bandeja de comida, encogiéndose.

Eso. Así me gusta.

Tomé mi cartera y me puse de pie. Luke dejó de reír de inmediato y miró confundido cómo estaba por marcharme de nuestra mesa.

—¿Ya te vas? Oye, era broma...

—Voy al baño a arreglar tu desastre. Te veo en clase de matemáticas —le dije mirándolo severamente y dándome la vuelta. Fuera los pasillos estaban prácticamente vacíos, por lo que reinaba cierta tranquilidad por los corredores que era apenas quebrantada por el sonido de mis tacones sobre la baldosa. Al llegar al baño de mujeres, me acerqué al lavado, dejando mi cartera sobre el mostrador. Sin apartar mis ojos de mi reflejo, tiré de una tira de papel de la máquina intercaladora y limpié lo mejor que pude el líquido pegajoso del vestido, apartando los trozos de melocotón que estaban adheridos a las flores y tirándolos en un tinaco a mi izquierda.

Apostar Al Amor ©Where stories live. Discover now