14| Patinando a ciegas

97 13 0
                                    

De todas las películas que pude haber tomado tuve la mala suerte de agarrar Insiduos. De verdad, que película más mala. Era tan mala que ni siquiera me iba a tomar la molestia de regresarla al videoclub. Seguramente nadie se daría cuenta de su ausencia y me ahorraría la molestia de tener que pasar por allí de nuevo, porque seguro que no pretendía devolvérselo directamente a Holder.

Tomé la vasija a medio acabar del helado de almendras y bajé a la cocina para guardarlo en el congelador cuando empezó a sonar el teléfono. Estiré el brazo y contesté.

—¿Hola?

—Hola, cariño, ¿cómo estás?

—¡Papá! —casi chillé de la emoción.

Pude sentir su sonrisa.

—Parece que alguien me extrañó.

—Justo hoy estuve pensando en ti, te extraño mucho —admití—. Hasta fui al videoclub a rentar una peli.

—Ah, ¿sí? ¿Ese lugar sigue abierto? —preguntó con sorpresa.

—Admirablemente, aunque parece que se sostiene por los pelos. —De repente caí en cuenta del reciente descubrimiento de que Holder era el dueño, y miles de preguntas me invadieron.

—Es extraño, porque desde que me fui, mucho antes incluso, los dueños ya se habían dispuesto a venderlo para mudarse debido a las pocas ventas —dijo.

—¿Los conociste? —pregunté, llena de curiosidad.

—Un poco, sí. Recuerda que iba muy a menudo.

—Pensé que solo ibas cuando me llevabas.

—La mayor parte de las películas que rentaba eran de acción o terror, no tenía sentido llevarte para rentar de ese tipo sino ibas a verlas conmigo, así que solo te llevaba cuando querías ver una película que a ti te gustara.

Me sentí traicionada.

—Pensé que solo ibas conmigo.

Escuché una suave carcajada.

—Mi querida Lady D.

Sonreí.

—Entonces, ¿quiénes eran los dueños? —indagué, recostando mi cadera en el bordillo.

—No recuerdo sus nombres, pero me suena que sus apellidos empezaban con T. ¿En serio no los recuerdas? A veces demorábamos más de lo usual porque te quedabas jugando con su hijo.

Levanté las cejas. Recordaba eso, pero lo había olvidado por completo. ¿Era posible que ese niño fuera Holder? Pero su apellido empezaba con H. No tenía sentido.

—¿Seguro que el apellido no empezaba con H? —le pregunté, esperanzada por averiguar algo más—. ¿Holder, tal vez?

—Hm... no recuerdo. Si te digo sí o no, te estaría mintiendo. ¿Por qué tanto interés de repente? —me cuestionó, curioso.

—Nada importante —dije sin más—. ¿Cómo ha ido todo? ¿Ya terminó tu gira de trabajo?

Si le sorprendió mi cambio de tema no lo expresó.

—Excelentemente. Aún me faltan dos semanas que debo viajar hacia Vancouver en donde tendré el trato más grande que he hecho, y en donde, si todo sale bien, podré lograr que me asciendan al regreso.

Me emocioné. Papá trabajaba como ejecutivo de tecnología en Apple, su trabajo consistía en crear máquinas que salvaran vidas y, para los años que llevaba trabajando allí, un ascenso significaba convertirse en el vicepresidente.

Apostar Al Amor ©Where stories live. Discover now