20. El mejor día de nuestras vidas.

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—Princesa, por dios, ten cuidado—Murmuro cuando nado hasta quedar a su lado.

—Oh por favor, si venimos a divertirnos—Alegre, deposita un beso en mi mejilla y me jala junto a ella para nadar.

A pesar de mi aprehensión, disfruto a su lado del hermoso paisaje que nos rodea. Verla reír, nadar de un lado a otro y bromear, es lo mejor que existe en el mundo... a veces no creía lo que mi madre siempre decía sobre que lo que más disfrutaba y la hacía feliz, era vernos a nosotros y a papá serlo, pero ahora teniendo a mi princesa junto a mí, compruebo cuan cierto es eso. Verla brillar me deslumbra, y no hay nada más brillante que su sonrisa.

Pasamos un buen rato en el agua, finalmente al agotamiento puede con ella y logro hacer que descanse un rato. Es necia como ella sola, por lo que me toca pelearle para que tenga precaución y no sé mal pase, me ponía los pelos de punta ver lo temeraria que es. Siempre he amado esa parte de su personalidad, pero en su estado, definitivamente tenía que controlarse.

Pedimos servicio al cuarto pues la señorita quería comer en el balcón y por supuesto yo nunca puedo negarle nada, conoce mi punto débil la condenada. Entre besos, caricias y risas, devoramos todo lo que nos trajeron, el agua nos dejó famélicos.

Por la noche, disfrutamos de nuestra noche de bobas... fue tan mágico como siempre, tenerla en mis brazos era sublime, me sentía completo y perdidamente enamorado. Nunca me cansaba de ella, de sus besos, caricias... no sé si era el embarazo, pero de un tiempo para acá la notaba más entregada, más desinhibida y definitivamente yo era quien más se regocijaba.

Pasamos días de ensueño en la Isla, visitamos todos los rincones y capturamos miles de fotos de cada increíble momento. Realmente estaba siendo un viaje inolvidable, tenemos tantos momentos que en el futuro contaremos con emoción a nuestros hijos.

Estaba con el alma en un hilo cuando a mi princesa se le ocurría hacer algún deporte de alto riesgo, con toda la paciencia y dulzura intentaba hacerla desistir, cuando no podía, con la mejor de mis sonrisas la acompañaba en sus locuras.

—Val, no deberías exponerte tanto... me preocupa que pueda pasarles algo a ti o al bebé—Comento una noche cuando estamos acurrucados, listos para dormir. Sus rizas trinan y yo sin poder evitarlo, deposito un beso en su frente.

— ¿Apoco no fue divertido aprender a surfear? —Pregunta.

—Definitivamente sí, pero no creo que sea el mejor deporte a practicar en tu estado.

—Pero era una oportunidad única, no podíamos desaprovecharla—Río, rodando lo ojos.

—Hay princesa... ¿dime por qué no puedo negarte nada?

—Porque, me amas—Dice con la más grande de sus sonrisa y posando sus labios sobre los míos.

Fueron unos días increíbles, se pasaron volando y el fin del viaje llego más pronto de lo que hubiéramos querido. Val, mirada con nostalgia todo cuando íbamos de regreso al embarcadero para tomar el ferri.

Ni bien llegamos al aeropuerto, nuestras familias nos esperaban sonrientes e impacientes por vernos. Mis suegros llenaros de preguntas a Val sobre su estado, estaban preocupados por la salud de su nieto, mientras ella ponía los ojos en blanco riendo ante sus preguntas.

— ¿Todo bien? —Pregunta mi madre.

—Sí, ambos están en perfecto estado. Fuero unos días de ensueño—Cuento, y asiente con una enorme sonrisa.

Comemos juntos en la casa de mis padres, mientras les contamos los maravillosos momentos que habíamos vivido en la Isla, por supuesto nos reprendieron con eso del surf, pero lo hecho, hecho estaba y gracias al cielo, no sucedió nada que podamos lamentar.

Comenzando De Nuevo ©Where stories live. Discover now