—Buenos días, bella durmiente —digo cuando por fin contesta.

  —Hola —logro escuchar como se estira en la cama, al parecer la desperté.

  —¿Aún duermes?

  —Sí... ¿do... dónde estás?

  —Pues, desearía estar en la cama contigo, pero no. Salí temprano a la oficina.

  —Espera, ¿estoy sola en tu piso?

  —Sí.

  —Pero...

  —Puedes estar sola, ¿qué te preocupa?

  —¿Y si alguien viene y me encuentra aquí? Además, es tu piso, y yo estoy sola sin que tú estés —habla confundida.

  —¿Quién puede ir?  Ya te dije, vivo solo. Nadie llegará si no estoy y puedes estar sola en mi piso sin ni un problema. Hasta puedes mudarte conmigo, a mí me parece bien —lo digo en broma, pero no es broma. Intento tantear el terreno.

Silencio. No responde a eso último.

  —Puedes darte una ducha y paso por ti a la hora de almuerzo —continúo.

  —Está bien —responde aun con voz de dormida.

Luego de la llamada recuerdo que debo pasar por el campus de la universidad. Tengo que dejarle unos apuntes a Gemma, me había escrito el día anterior. No había hablado con ella hacía más de un mes, y aunque no me lo reprochaba, porque no éramos nada, igual quise explicarle por qué me desaparecí tan de repente. Antes de que Anna llegara nos veíamos muy a menudo cada fin de semana para descargar nuestras ganas. Así que conduje hasta la universidad para verme con mi compañera quien era muy diferente a Anna. Gemma era una mujer muy voluptuosas, pelo negro y corto hasta los hombros y de carácter muy fuerte.

  —Hasta casi se me olvida lo guapo que eres —se acercó hablando con su voz seductora de siempre.

  —Gemma —la saludo un poco distante y lo nota.

  —No supe nada más de ti, apenas vas a clases. ¿Cómo estás?

  —Bien. Bueno, cargado de trabajo con la empresa de mi padre. ¿Y tú?

  —Bien, extrañando nuestros encuentros —se acerca a mi querido acariciar mi mano.

  —Bueno, yo quería aprovechar para... justamente decirte eso. No creo que haya más encuentros —preferí ser directo.

  —Lo supuse —contesta muy tranquila—. Te he visto con esa tía en un par de fiestas.

  —Anna, esa tía se llama Anna —aclaro.

  —Con que así se llama la tía que te tiene tan cambiado —afirmó con la cabeza—. Quiero felicitarla, debe estar disfrutando de lo bueno que eres en la cama.

Me sentía incómodo estar hablando de ese tema con Gemma, nuestros encuentros eran más bien por interés sexual entre ambas partes, nunca tuvimos charlas profundas ni nada parecido. La conocía de algunas clases en la universidad y poco más. Era todo lo que había pasado entre nosotros. Por suerte era una mujer bastante madura, así que no siguió con rollos, estaba con cuantos tíos quisiera, así que estaba seguro de que yo era uno más.

Nos despedimos después de pasarle mis apuntes, prefería no seguir hablando con ella de Anna.

  —¿Ya estás engañando a mi amiga? —apreció de repente Mel, estudiaba en el mismo campus, así que era obvio encontrármela.

  —Creo que hablar con una compañera no es una forma de engañar —indico—. Además, no podría engañar a tu amiga si aún no somos nada.

  —Aún, tú mismo lo dijiste —guiña un ojo.

Por Primera Vez ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora