La peste

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Aiko nunca pensó que el trabajo de un guardia podía ser tan aburrido. O quizá para ella era demasiado difícil quedarse quieta más de diez minutos. Apenas pasaba gente por la calle que habían dejado a su cuidado, a veces una que otra gallina cruzaba desorientada de un lado a otro y por cada minuto que pasaba, comenzaba a creer que Haruna estaba exagerando sobre los rebeldes o que simplemente estaba siendo caprichosa y quería tenerla en el palacio para fastidiarla.

Ni siquiera se veían niños jugando cerca. ¿Siempre había sido así de tranquila la villa cercana al palacio? No estaba segura, ya que su casa no quedaba precisamente cerca, pero aún así, en general la Tierra de los Vegetales era una zona muy activa incluso en invierno, donde las personas salían a cambiar los productos que tenían guardados de las cosechas del otoño o a mantener limpios de escombros los canales de regadío.

Comenzó a mover las trenzas de un lado a otro, y luego en sentido contrario, pensando. Si todo aquello solo era una broma de Haruna, por muy princesa que fuera, se las iba a arreglar para ponerle unas hojas de sen en el té. O de ortiga seca, la cual se caracterizaba por su peculiar aroma a fecas de caballo...

Luego de un rato vio acercarse por la calle a una anciana con una trenza de ajos en la mano y arrastrando un saco de naranjas con la otra, caminando con lentitud y apesadumbrada. Aiko se acercó a ella y le ofreció su ayuda. Con nulo esfuerzo tomó el saco con ambas manos y se lo acomodó sobre el hombro y siguió a la mujer hasta su casa.

- ¿Por qué se ve tan poca gente en la calle? – le preguntó- ¿Es por los rebeldes?

- ¿Rebeldes? – rio la anciana- El problema son las cosechas. Hay cosas que no crecen, que se pudren con rapidez o que enferman a la gente. Mi marido se contagió de algo que traía el trigo y le limpiaré las heridas con una pasta de ajo.

- Yo le ayudaré con eso- prometió Aiko, recordando el caso de su padre y algo de los cuidados que Sakura le había mostrado- No pensé que la situación era tan mala- agregó.

- Es una maldición que ha avanzado con rapidez- explicó la anciana- Pero de seguro la princesa lo podrá solucionar. Mientras tanto, tenemos que seguir trabajando con lo poco que tenemos.

Siguieron el camino en silencio, reflexionando sobre aquello. Aiko no podía creer que estuvieran atravesando una peste y que Haruna no le hubiese comentado nada. En cuanto terminó de ayudar a la anciana y a su marido enfermo, volvió con rapidez al castillo y se metió de lleno en el salón principal, donde Haruna estaba sirviéndose el té (aún sin hierbas indeseadas) y riendo con sus amigos de la corte.

- ¿Ahora abandonas tu puesto? – le preguntó levantando una ceja, pero sin despegar la vista de su fina tetera de porcelana.

- Sí- contestó Aiko- El país sufre una peste en casi todas las plantaciones y no me lo habías dicho- le recriminó.

- Aiko, eres ninja, no agricultora- contestó Haruna con una risa- ¿O cambiaste de opinión?

Aiko se puso roja, pero trató de disimularlo.

- No pretendo darte una solución a la peste- aceptó- Pero no veo que como gobierno estés haciendo algo ¿O sí, Haruna? Apuesto a que tienes a todos cuidando del palacio, pero ¿Y quién cuida del pueblo?

- Princesa Haruna- corrigió esta, bebiendo té.

- No voy a llamarte princesa si no te comportas como una.

Los ojos de todos se abrieron de par en par y varios "¡Ah!" y "¡Oh!" se pudieron oír. Haruna golpeó la mesita con su taza, haciendo que se manchara con té caliente y levantó su mano en contra de Aiko.

- ¡Guardias! Llévensela al calabozo y que no salga hasta que ella misma descubra cómo acabar con la peste ¿Contenta, Aiko? Ahora puedes jugar con plantas tranquila.

Aiko aceptó que los guardias la tomaran de los brazos y se la llevaran. La ubicaron en una celda con una pequeña ventanita, una mesa y un baño rústico que dejaba mucho que desear. Aiko solicitó cuadernos, tinta, muestras de todos los cultivos dañados e incluso de la tierra donde estaban sembrados.

- Pero tu controlas plantas con tu chakra- le dijo un guardia- Podrías usarlas para escapar.

- Solo flores- mintió Aiko- Unas espiguitas de trigo apestado no me servirán para salir, además, me interesa solucionar esto. Mi familia también ha sufrido por la peste.

Los guardias se miraron y asintieron en silencio. Por la tarde, Aiko tuvo todo lo necesario para comenzar a estudiar, y aunque estaba consciente de sus limitaciones, estaba dispuesta a dar todo de sí por lograr el mínimo avance.

No se arrepentía de su insolencia contra Haruna, aunque el estar presa significaba estar separada de su familia e imposibilitada de viajar a Konoha para entrenar con Yamato, quien seguro estaba entrenando a Naruto en aquellos instantes. ¿Qué pensaría de ella si se llegase a enterar que estaba prisionera? ¿Qué diría Gaara? Se sonrojó al descubrirse pensando en el chico y se tapó la boca con la mano izquierda para ocultar su sonrisa de los guardias que la miraban de vez en cuando. Quizá podría mandarle una carta en cuanto fuera libre y le contaría su experiencia en prisión. Seguro que se asustaría al principio y luego se vería obligado a sonreír, sabiendo que Aiko estaba bien y que ella misma se lo tomaba con humor.

Su sonrisa tímida, apenas una inclinación de sus labios hacia un lado de la cara y un leve brillo en los ojos color cielo. A Aiko le parecía un pecado que no sonriera más seguido, con lo bien que se veía, y sentía el corazón lleno de júbilo cada vez que lo veía hacerlo y más si era por causa suya. Se aseguró de trabajar duro para así ser liberada antes, y, con suerte, tendría tiempo de contarle dicha anécdota a Gaara en persona.


...


- ¡Lo hice!

Los demás presos y los guardias saltaron de la impresión tras el grito de Aiko, quien saltaba de júbilo en su celda. Solo había tardado una semana en encontrar el antídoto a la peste, provocada por distintos tipos de hongos en las plantas. Habría preparado varias botellas pequeñas de antifúngico natural con hierbas, ajo y jengibre hasta dar con la cantidad adecuada de cada una. Al rociar las plantas con su mezcla, el hongo se resecaba y se caía, dejando las plantas libres en poco tiempo. A penas abrieron la pueta de su celda, Aiko salió corriendo con su preciada mezcla en las manos y una copia de los ingredientes y sus cantidades en el bolsillo. Recorrió todas las plantaciones demostrando la efectividad de su producto y permitiendo que la gente copiara su receta hasta volver al palacio para darse el placer de depositar plantas amargas en el té de Haruna. Al igual que la primera vez, nadie notó su presencia.

Aquel día por la tarde volvió a su casa y luego de un larguísimo y merecido baño con leche de avena preparado por su orgullosa madre (por haber usado sus habilidades de agricultora) durmió largo y tendido por casi un día entero, en lo que le pareció la cama más cómoda del mundo. Cuando despertó con los gritos juguetones de sus hermanos menores, decidió quedarse más tiempo en casa antes de volver a Konoha o Sunagakure. Aprovechando sus habilidades, los pilló por sorpresa jugando a las escondidas y se les unió hasta que sus padres los llamaron a almorzar. Por un par de semanas, Aiko tuvo el placer de sentirse nuevamente como una chica normal.

Y no era tan malo como creía. 


Nota: Esta parte de la historia ocurre paralelo al arco/relleno de Sora.




Volví con la cola entre las piernas...meper d0nan?

El Oasis (Gaara x OC)Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα