En casa

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Además de una bella lápida en el cementerio principal, Haruna había ordenado la construcción de un pequeño monolito a la entrada del país con un listado de las víctimas del golpe de estado donde Kikunojo aparecía mencionado como un mártir. Si Aiko hubiese sabido que ante ese mismo monolito Haruna le había pedido a Naruto que se quedara con ella, habría estallado de rabia. Naruto era un buen ninja, pero la princesa no podía ignorar el potencial de sus compatriotas y sugerirle a apenas un niño que la apoyara. Pero Aiko no sabía eso, así que su respeto por la princesa se mantenía intacto, aunque a veces se descubría mirándola con rabia.

- La muerte de tu maestro no es culpa de Haruna, sino de los golpistas ¿Lo sabes, verdad? – inquirió Yurinojo un día en que la vio con una mueca desagradable y los ojos marrones posados en la princesa mientras hacía guardia en los jardines del palacio.

Aiko respiró profundo y comenzó a jugar con una de sus trenzas. Quería decirle que a veces pensaba que también era culpa de él por haber pensado en una estrategia tan mala para escoltar a Haruna, pero aquel plan también contó con la aprobación del propio Kikunojo, así que no podía culparlo realmente de nada.

- Escuché a un hombre hace unos días atrás que dijo que la verdadera culpa de su muerte era de si mismo, porque era débil – los ojos de Aiko brillaban en lágrimas- Pero ¿No era él el mejor ninja de este país?

- O quizá el segundo mejor- bromeó quien fuera su primo y mejor amigo- Pero tener fuerza y talento no significa invencibilidad, Aiko, solo te dan cierta garantía. Aumentan tus posibilidades de vencer, pero estas nunca serán de un cien por ciento.

- ¿Aunque el oponente sea débil?

- Aiko, a estas alturas, ninguno de nuestros oponentes va a ser débil. Somos ninjas que pelearán contra otros ninjas y la muerte siempre va a estar cerca. Suena terrible, pero hay que acostumbrarse a eso.

Yurinojo se despidió de la joven tirándole suavemente una de las trenzas, tal como sus amigos lo hacían y se perdió entre los pasillos del palacio. Además de ella había varios guardias y ninjas en todo el perímetro y Haruna parecía gozar de buen ánimo mientras arreglaba sus plantas ornamentales, así que decidió pedirle permiso para retirarse. No sentía que su presencia fuera realmente necesaria.

- Su alteza- saludó Aiko con una reverencia que hizo que sus trenzas castañas se balancearan ligeramente a los lados de su cuello- ¿Podría autorizarme para retirarme temprano y entrenar?

Haruna la miró y le dio una media sonrisa como única respuesta.

- ¡Guardias! – llamó- Ataquen a esta joven. Necesita ponerse en movimiento.

El cabello de Aiko se erizó ante la rápida presencia de seis guardias a su alrededor, todos apuntándola con finas lanzas de metal. Con rapidez sacó dos kunais de sus bolsillos y con uno en cada mano se dispuso en posición defensiva. Con la agilidad felina que la caracterizaba logró evitar los primeros ataques, pero sabía que en algún momento también debería atacar. Herir a los guardias- en caso de ser capaz- era una pésima idea, así que se las ingenió para solo usar patadas o puños y no el filo de sus pequeñas armas.

-No varas a usar flores – le advirtió la princesa- Este es el jardín de mi madre y aunque ya no esté con nosotros, estoy segura de que odiaría a encontrar un solo pétalo fuera de lugar.

Menudo entrenamiento, pensó. Incapaz de trabajar en el ninjutsu que era su orgullo, estaba obligada a potenciar la fuerza bruta. Ni siquiera el taijutsu, porque el estilo de pelea de los guardias era un estilo completamente diferente, por lo que todos sus ataques y movimientos defensivos eran mera improvisación. Sin embargo, consideró la posibilidad de que alguna vez tuviese que luchar sin la naturaleza de su lado, y una imagen de Gaara en medio del desierto se le cruzó por la mente. Entonces, tuvo una idea. Y al mirar a su alrededor mientras seguía evitando los golpes de las lanzas de los guardias, tuvo otra.

"Odiaría encontrar un solo pétalo fuera de lugar".

Aprovechando el estrecho margen que le daban los guardias al acomodarse entre ellos para atacarla, saltó hacia atrás y con una bella pirueta quedó de pie sobre una de las piletas del jardín y llevó parte de su chacra a los pies para mantener el equilibrio sobre la fina estructura de mármol. Como se encontraba (voluntariamente) desarmada, uso sus manos para realizar los sellos necesarios y de esa forma, los pétalos y las hojas que naturalmente se habían desprendido de las plantas a las que pertenecían se elevaron hacia los guardias y estallaron entre ellos.

Tres soltaron sus lanzas para cubrirse los ojos de la luz, por lo que Aiko saltó hasta ellos y los derribó de una patada doble que Kazuo le había enseñado. Luego se giró hacia los otros tres y con energías renovadas ante su hazaña, tomó entre sus manos la lanza de su contrincante más cercano y con todas sus fuerzas, lo levantó por los aires, empujando definitivamente a los tres guardias anteriores que ya se estaban poniendo de pie.

El gusto a triunfo le duró muy poco, ya que los dos guardias restantes le pusieron las lanzas al cuello, inmovilizándola.

- No había forma de que una niña de trece años le ganara a seis guardias perfectamente entrenados desde antes que tus padres siquiera se conocieran- dijo Haruna, reapareciendo en escena- Pero fue un buen espectáculo y espero que también haya sido un entrenamiento provechoso. Puedes retirarte y no tienes que volver mañana- agregó- No sé qué pensaba Yurinojo recomendándote como escolta, pero no eres lo suficientemente buena aún. Por favor, sigue entrenando.

Aiko respiraba agitada. Ahora sí que no sabía con qué cara mirar a Haruna, por muy princesa que fuera. No sabía si darle las gracias o una cachetada. En lo que los guardias retiraron sus lanzas, muchas posibilidades pasaron por su mente, pero al fin y al cabo era una muchacha razonable, así que se limitó a hacer una reverencia y a salir del jardín, el cual ya no estaba iluminado por el agradable sol de la tarde.

Había anochecido y estaba cansada, así que pensó que era una buena idea volver a casa de sus padres.

Ella, Genki y Kazuo habían llegado hace dos semanas, pero a penas si había estado tiempo con ellos o con sus hermanitos. El golpe de estado había causado grandes estragos en edificios públicos, casas y campos, por lo que además de "cuidar" de Haruna, también había tenido que apoyar con la reconstrucción. La familia de Genki había sido una de las afectadas, por lo que el joven ninja daba todo de sí para poder colaborar con su gente, sin embargo, no era un gran agricultor, por lo que Aiko lo había ayudado desinteresadamente. Vivían en la capital, bastante lejos de la familia de Aiko que vivía en las afueras, por lo que la primera semana apenas se habían visto el día que llegaron. Al menos su madre estaba contenta de que su hija ayudara con la replantación de los campos de la familia de Genki en lugar de pelear.

Aquella segunda semana la había pasado casi exclusivamente en el palacio o en los al rededor, cuidando de que ningún sospechoso siquiera osara mirar las instalaciones. Pero todo parecía pacífico y casi tan bello como siempre. Y Haruna la había despedido. Así que sí, volver a casa de sus padres era una buena idea.

Cuando llegó, toda la casa permanecía oscura y en silencio. Algo totalmente comprensible, ya que se le había hecho tarde al recorrer la ruta caminando en lugar de saltar como los ninjas acostumbraban a hacerlo. Sacó la llave que ocultaba en su pequeño banano y abrió la puerta.

- Ya llegué- anunció en voz baja, sabiendo que todos dormían.

Como buena ninja, subió a su habitación sin hacer ruido y con la misma facilidad con la que había entrado, se quedó dormida sobre la cama. Al día siguiente, el olor del desayuno la despertó y la guio a la cocina, donde su familia se había reunido a la mesa.

- Buenos días- saludó, bostezando.

Su llegada fue celebrada con un desayuno abundante y también un gran almuerzo. Las únicas heridas visibles en sus manos eran los típicos rasmillones y cortadas de un granjero, así que su madre estuvo de buen humor.

- ¿Cómo están los campos de la familia Zabisu? – preguntó, refiriéndose a la familia de Genki.

- Muy bien- contestó Aiko- Pudimos salvar la mayor parte de árboles frutales y el maíz fue recolectado sin problemas. Las pérdidas fueron importantes, pero podrán obtener ganancias durante esta cosecha de todas formas.

- ¿No es bella la vida del agricultor? – preguntó la mujer con una sonrisa y con un tono en la voz que más parecía una afirmación.

- Sí – asintió Aiko.

"Por favor no discutamos esto de nuevo"

"Por favor"

El Oasis (Gaara x OC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora