28. La casa

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Narra Lheyra:

Pero toda la diversión se esfuma cuando un fuerte grito se escucha a pocos metros.

Mierda.

Ambos nos miramos antes de levantarnos a la vez, no hace falta intercambiar palabras para agarrar las mantas y correr.

Al menos aún conservas un poco de instinto de supervivencia.

—Por aquí—Señalo, un camino adentrándonos más al bosque, mientras Kus me sigue.

Pero no es el único siguiéndome. Pasos se escuchan detrás, varios pasos.

—¿Acaso tienen un club de asesinos?—Cuestiona Kus, con la respiración agitada, intentando esquivar las ramas de los árboles.

—No tienen que ser asesinos para entrar al bosque—Respondo cuando bajamos la velocidad.

Nos miramos mutuamente, al ver un árbol frente a nosostros. No cualquier árbol.

Trago saliva, cuando el viejo tronco con mi nombre tatuado en su corteza, hace que varios recuerdos lleguen a mi mente.

Sonrío, pero mi sonrisa no dura mucho cuando un nuevo grito se vuelve a sentir.

Me aferró a la manta que por nada del mundo hubiera dejado atrás, y asiento hacia Kus para seguir caminando.

Seguimos por el sendero, y poco a poco la vegetación empieza a aminorar. Piedras de tamaños similares ahora delimitan el camino, decorando el ambiente.

Levanto mi cabeza y me detengo, al ver la cabaña. La madera oscura cubre por completo la estructura, dándole un toque rústico increíble.

Todo sigue igual.

Siento la mano de Kus sobre mi hombro, que sonríe con nostalgia.

—Pensé que había Sido demolida, después que la abuela murió—Murmuro.

El bosque rodea en un perfecto círculo el patio, como si los árboles hicieran un pacto silencioso, respetando los límites y protegiendo la casa del exterior.

Nos acercamos al peldaño subiendo los tres escalones que crujen bajo nuestro peso.

Paso mi mano por la baranda, notando los relieves de delicados dibujos, que la escasa luz de la luna permite ver.

El pestillo sigue siendo de un color dorado que me recuerdan a los ojos miel de mi abuela.

Abro la puerta, y tanteo la pared hasta dar con el la luz. Sorprendentemente la sala se ilumina dejando ver la estufa intacta y un juego de sofá.

—¿Aún pagan la luz?—Cuestiona Markus.

—No...no sé—Susurro.

Es raro. Mi madre jamás fue muy unida con la abuela. E incluso fue ella quien dijo que solo quedaban las ruinas de la casa.

Papá, se mantenía al margen en la relación madre e hija que tenía mamá con la abuela. Pero aún así, dudo que él haya seguido pagando la cuenta de la luz.

Sigo hasta la cocina, dónde una amplia mesa de madera decorada el centro de la habitación.

Mi mano recorre la madera, y frunzo el ceño cuando no hay polvo ni suciedad.

—Markus—Trago saliva teniendo un mal presentimiento—Alguien...alguien ha estado viviendo aquí.

Volteo cuando siento sus pasos detrás de mi, pero mi corazón se detiene al ver que no es Markus quien está frente a mi.

—¿Qué...?—No termino de hablar cuando sus ojos parecen estar inundados de terror, mientras que lleva su dedo a sus labios pidiendo silencio.

Ahogo un grito cuando jala mi mano llevándome consigo escaleras arriba. La madera cruje bajo nuestros pies, pero no me detengo a ver nada, solo continuo corriendo.

Tres Mentiras, Una Verdad [+18]Where stories live. Discover now