27| Para mí

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Comentario estrella (13/08/2023): yailin9207 Siii, por fis muéstralo.... 😁

27| Para mí

Ona

Las mantas me mantienen en una envoltura de calidez que no me permite abrir los ojos aunque lo intento. Las mantas, y las pocas energías que me han quedado luego de las dos repeticiones. Sin embargo, a lo lejos, escucho risas que no me permiten seguir durmiendo. Me doy cuenta de inmediato que ya no tengo la cabeza sobre el pecho de Izan, y que él no está en la cama. De todas formas me cercioro estirando la mano y paseando la palma por sobre el colchón. Confirmo que estoy sola. 

Mis pupilas tardan unos cuantos segundos en acostumbrarse a la poca luz, deduzco que es de madrugada. No sé dónde he dejado mi móvil, así que me giro hacia la mesa de noche esperando encontrar el de Izan, allí está. Entrecierro los ojos cuando el brillo me da de lleno y llego a distinguir que aún no son ni las cuatro de la mañana. Lo cual me deja más confundida. A pasos torpes me pongo de pie soltando un quejido al tocar el piso frío y me envuelvo con la manta. Sigo desnuda, por lo que soy muy cautelosa cuando abro la puerta solo un poco, y observo por la abertura. Las voces y risas se vuelven más claras, aunque están cuchicheando en voz baja. La luz de la cocina y sala está encendida, y en la mesa está Solbi cubriendo su boca con la mano, e Izan apretando los labios para también evitar reír en alto. Tienen una fuente de lo que parecen ser papas fritas en medio, y otras cosas que no soy capaz de diferenciar.

Vuelvo a meterme a la habitación sin ser vista y observo alrededor. No sé muy bien si volver a acostarme o salir con ellos. No es una hora normal para interactuar, por lo que supongo que Solbi debió pedir venir con él. No quiero interferir. 

La puerta se abre e Izan suelta una maldición al verme. O el espectro que debo parecer en esta oscuridad y a contraluz de la ventana. Presiona la llave y la habitación de ilumina. Suelta el aire antes de sonreír. 

―Creí que estabas durmiendo, ¿te despertamos ―El cabello mojado le cae en la frente. Nota que se lo miro ―. Me duché antes de ir por Solbi, no podía aparecerme allí como estaba. 

Desvío la mirada contrariada al recordar lo que pasó. Nunca pensé muy bien en qué decirle luego de todo. 

―¿Estás bien? ―cuestiona. 

Asiento aún sin mirarlo. Acorta la distancia que hay entre nosotros y sus brazos se envuelven alrededor de mi cuerpo. Quedo aprisionada, pues antes que sus brazos, la manta me mantiene presa. Una sonrisa tira de sus labios cuando llevo mis ojos a él. 

―Debería irme ―digo, tensa ―. Pediré un taxi, ¿Solbi está bien? 

La sonrisa juguetona desaparece.

―¿Estás de broma? Es de madrugada.

―Lo sé, no es problema. 

Se aparta, confundido. 

―¿Pasó algo? ¿Por qué te irías ahora? 

Saco una mano de la manta y le hago una señal para que baje la voz. Lanzo un vistazo a la puerta. 

―Solbi te va a escuchar.

―¿Y eso qué?

Abro los ojos con obviedad y algo parece hacer clic en su cabeza. Relaja los hombros volviendo a acercarse. Esta vez me sujeta de las mejillas y planta un beso en mis labios con algo diferente a las veces anteriores. Es casi como si se sintiera libre, sin pensarlo, sin contenerse. 

―Solbi ya sabe que estás aquí ―comenta sobre mis labios ―. Ha tenido una pesadilla y Camille me ha llamado, hicimos papas fritas con queso. Puedes seguir durmiendo, o venir con nosotros.

Cuando acabe la canción ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora