L

481 14 0
                                    


Sasha


Aun sabiendo que no contábamos con todo el tiempo del mundo, le propuse a Frank practicar todas las escenas de nuestros personajes. Eran cinco en su totalidad. Ni más ni menos. Al principio, a Frank no le pareció buena idea, ya que él pensaba que teníamos que ir de a poco, sin presionarnos demasiado. No obstante, le expliqué que nos vendría de maravilla familiarizarnos con cada una de las secuencias en las que participaríamos, así la profesora Harris no nos tomaría por sorpresa en los ensayos de la semana. Y con este argumento conseguí convencerlo.

Cabe destacar que Frank, en todas de las escenas que ensayamos, se mostró con una increíble seguridad en sí mismo. No desentonó en los diálogos, posturas, movimientos y expresiones; de hecho, hubo momentos en los que estuvo por encima de mí. Tratando de buscarle una explicación a esto, pensé que se debía a que solo estábamos nosotros dos en la habitación. Pero, al margen de eso, me quedaba claro que esta era el camino que necesitaba seguir, en especial el día de la obra.

—¿Cómo es que, de la noche a la mañana, actúas mejor que yo? —le pregunté. Quedé exhausta al terminar el ensayo—. Estoy sorprendida, en serio.

—¿Mejor que tú? No lo creo.

—No seas modesto conmigo.

—Bueno, está bien, admito que lo hice mejor.

Me senté en mi cama. Las piernas me dolían de tanto estar parada.

—¿Por qué no le digo a mi mamá que te vaya a dejar a tu casa en el auto? —le pregunté a Frank, que preparaba su mochila para irse—. Así te quedas un rato más.

—No, cómo crees —me respondió, negando con el dedo índice—. No quiero causarle más molestias a tu mamá. Ya hizo suficiente por mí con la sesión de hoy.

—Oye, ahora que mencionas la sesión, ¿la de hoy fue especial?

—¿Especial en qué sentido?

—No sé. Te lo pregunto porque, mientras ensayábamos, tenías un aura de seguridad en ti mismo que no te había visto antes, al menos no en los ensayos que tuvimos en el instituto.

—¿Esa aura no es la misma que me ves en el parque?

—Puede ser. —Lo pensó por un instante—. Pero me refiero, en concreto, a cuando estás actuando.

—Tratando de actuar —me corrigió.

—Bueno, tratando de actuar —rectifiqué.

—Sí hubo algo especial en la sesión de hoy. Aprendí que no soy el único que siente nervioso. Todos los estamos, incluso personas como tú, que, a simple vista, parece que no lo están. En relación a la obra, me agobiaba pensar que solo yo me sentía así. Está claro que confundí mis nervios con la ansiedad social que he sentido casi toda mi vida. Y son cosas diferentes.

—Ahora lo entiendo.

—¿Sabes? De algún modo, tengo la sensación de que encajo por primera vez en mi vida. O, en otras palabras, siento que hay personas que, por fin, encajan conmigo.

—¿Cómo así? —le pregunté, confundida.

—A lo largo de mi vida, me la he pasado sintiendo síntomas que otros no, o así lo creía. Me sentía un bicho raro o algo peor. Pero esta vez, aunque solo sea por la obra, puedo ver que, muchos sienten lo mismo que yo. Y quizá eso me ha dado un nuevo nivel de confianza.

Terminé de entender su punto por completo.

—No eres la única persona que siente nervios, Frank. Ni tampoco eras el único que sentía ansiedad social. Te aseguro que hay mucha gente que ha sentido las mismas cosas que tú. No entiendo por qué nadie te lo explicó antes...

Cerré los ojos, sabiendo que había metido la pata con lo último que mencioné. Antes de mi llegada, Frank no tenía amigos con quienes compartir lo que sentía, por ende, nadie le iba a decir las palabras que le dije ahora.

—Perdón —me disculpé, bajando la mirada—. Lo último lo dije sin querer.

—No pasa nada. —Me alivió ver que no se había molestado en absoluto—. Ojalá alguien me lo hubiera dicho, porque ni yo mismo sabía lo que sentía. Haber descubierto que padecía de ansiedad social un tiempo antes habría sido de mucha ayuda.

—Has mejorado mucho y no sabes cuánto me alegro por ti —le dije con una sonrisa sincera. Las emociones invadieron mi ser, provocando que mis ojos se humedecieran. Estaba a nada de soltar una lágrima.

Frank se acercó a mí y, sin que me lo esperara, me abrazó. Sin embargo, este abrazo no se comparó con el que me había dado en el parque hace dos días. Este lo sentí más íntimo, más tierno, más amoroso. Al tiempo que me abrazaba, puso su cabeza junto a la mía. No quería hacerme ilusiones, pero era la típica escena de una pareja de enamorados.

—Muchas gracias a ti también, Sasha. Sin tu ayuda y la de tu mamá, no estaría tan bien como ahora.

—Sabes que aún te quiero, ¿no? —le dije, pero me arrepentí al segundo de haberlo dicho. La cuestión es que no pude evitarlo. El abrazo provocó que mis sentimientos se pusieran a flor de piel.

—¿A qué te refieres?

—A lo que te confesé aquella vez.

—¿Lo que provocó que nos alejáramos?

Que Frank recordara que nos habíamos alejado, me hizo arrepentirme aún más de haber sacado este tema a flote.

—Sí, mejor olvídalo. Creo que arruiné un bonito momento entre nosotros por hablar de «cosas que ya se quedaron atrás». —Hice el gesto de las comillas con los dedos.

—No pasa nada. Si quieres, podemos...

—No, no, está bien —lo interrumpí—. Será mejor que te vayas. Ya se pasó la hora que tenías prevista para irte.

—Como gustes. —Se dirigió a la puerta de mi habitación y, antes de salir, se despidió de mí agregando—: No olvides mi cuaderno de matemáticas el lunes.

—No lo haré —aseguré.

Una parte de mí anheló que Frank se quedara y me insistiera en que siguiéramos hablando de lo que sentíamos el uno por el otro. Deseé que me dijera que, finalmente, se había dado cuenta de que sentía lo mismo por mí. Pero no fue así.

Solo dime cuál ©Where stories live. Discover now