XXIII

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Frank


Las sesiones con la mamá de Sasha fueron avanzando hasta el punto de percibir una verdadera mejora en mí. Me parecía irreal que ahora podía mantener una conversación con una persona, que no fuera parte de mi círculo cercano, sin sentir los síntomas con intensidad. Sin embargo, el objetivo final a cumplir, desde luego, era deshacerse de ellos por completo. Y me daba la sensación de que cada día estaba más cerca de conseguirlo.

—Ha pasado un mes y siento que has mejorado mucho —me dijo Sasha mientras íbamos para el parque. Esta tarde quisimos venir a distraernos.

Llevábamos casi dos semanas sin visitar el parque. La cosa es que, a lo largo de todos estos días, estuve ayudando a Sasha en matemáticas. Y debo decir que mejoró mucho. De hecho, su mejora se terminó de confirmar esta semana, puesto que tuvimos un examen y sacó muy buena nota. El cero que había sacado en aquella prueba ya era historia.

—Me siento mejor, muchísimo —le respondí, denotando alegría genuina.

—Yo lo noto.

—Eso sí, aún no domino mis síntomas, pero, por lo menos, estoy aprendiendo a controlarlos.

—¿Quieres intentar hablar con alguien en el parque?

—No empieces.

—¿Por qué no? —me preguntó. Sentí su reclamo al ver mi negación.

Me le quedé viendo sin poder evitar sonreír.

—¿No lo recuerdas? —prosiguió ella—. Tú dices «solo dime cuál» y yo elijo a la persona.

—Cuando lleguemos, lo pensaré —le dije, pensando que así dejaría de insistir y se le olvidaría, pero, en el fondo, sabía que a ella no se le olvidaba nada.

Llegamos al parque y, para ser sincero, no tenía ganas de hacer lo que Sasha me pedía. Pero, a la vez, quería demostrarle a ella —y a mí mismo— que había mejorado mucho, por lo que, al final, terminé cediendo ante ese «juego» de Sasha.

Cuando nos sentamos en los columpios, le lancé una mirada retadora a Sasha y le dije:

—Está bien, solo dime cuál.

—¿Lo dices en serio? —Sus ojos se agrandaron por la sorpresa de ver mi iniciativa.

—Solo quiero que veas que he mejorado.

Sasha observó hasta el último rincón del parque, buscando la persona adecuada, pero no parecía encontrarla, a pesar de que había varias.

—¿Por qué te tardas en elegir? —le pregunté al cabo de unos momentos—. ¿Buscas a alguien en específico?

—No te quiero mandar a hablar con cualquiera, Frank —me respondió sin dejar de buscar a la persona indicada.

—¿A qué te refieres con eso?

—Ya sabes. Estoy buscando una persona que se vea amable —explicó ella—. Quiero mandarte con alguien que te reciba de la mejor manera. Porque, si no es así, te podría arruinar tus ganas de socializar, y tu proceso de mejora se vendría abajo..

—Buen punto. ¿Y si mejor no le hablo a nadie para asegurarnos de que no retroceda en mi proceso?

Sasha quitó la mirada del parque y me miró por un instante.

—Tampoco te pases.

—Era broma —le dije, sabiendo que lo había dicho en serio.

—Puede ser ella. —Señaló a una chica con un gesto—. La chica de los converses rojos y el overol verde. Como puedes ver, está leyendo un libro y puede que la interrumpas, pero me da la sensación de que es superamable.

—¿Segura de que será amable? —le pregunté, mirando a la chica.

—Tendremos que hacerle caso a mi intuición.

—Bueno —suspiré—, aquí voy.

Caminé hacia la chica, sintiendo un temblor extraño en mi cuerpo. Es curioso porque nunca lo había sentido antes. ¿Era por la ansiedad social o debido a que la chica me parecía demasiado guapa? No lo sé. En algún punto, al estar a unos tres metros de ella, pensé en regresarme. Un lado de mi mente, que estaba a la defensiva conmigo, me decía que no tenía por qué hacer eso. No obstante, por otra parte, me sentía comprometido a demostrar que había mejorado.

—Hola —saludé a la chica cuando llegué—. ¿Cómo estás?

La chica me quedó viendo, entrecerrando los ojos por el sol. Su cabello, de cerca, se veía rubio azulado, y sus ojos eran azules, como el agua del mar.

—Hola tú —me saludó ella. Me dio gusto escuchar que su tono era más que amable—. Yo estoy muy bien. ¿A ti cómo te va?

Me moví un poco a la izquierda para que mi cuerpo tapara la luz del sol que le estorbaba. Ahora tenía que pensar en otra cosa que decirle. No era muy bueno para improvisar, pero, debido a que su vestimenta destacaba en el parque, quise hacerle un comentario sobre eso.

Los síntomas de la ansiedad social estaban presentes, no lo voy a negar; sin embargo, me encontraba capaz de soportar su intensidad. En resumidas cuentas, no eran lo suficientemente fuertes para hacerme huir de una interacción como esta.

—Te quería decir que me gusta la ropa que llevas —le dije por fin—. Te ves genial.

—¿De veras? —dijo ella con una sonrisa—. Muchas gracias. Este overol es uno de mis favoritos y me encanta usarlo.

—Te queda muy bien.

—Gracias de nuevo. ¿Cuál es tu nombre?

—Me llamo Frank —le tendí la mano, a pesar de que la tenía un tanto helada—. Mucho gusto.

—Yo me llamo Jenna. —Me tendió la mano y nos dimos un apretón. Creo que apenas advirtió que tenía la mano helada, porque no hizo ningún comentario al respecto. O quizá no quiso mencionarlo. Quién sabe.

—Bueno —le dije, sabiendo que ya era momento de regresar con Sasha—. Solo te quería decir eso. Fue un placer conocerte

—Igual fue un placer. —Se despidió con una sonrisa.

Sasha dejó los columpios y se fue a sentar a un banco más alejado. Me pareció raro que estuviera ahí porque, desde ese lugar, no pudo haber sido capaz de ver mi interacción con Jenna.

—¿Por qué estás aquí? —le pregunté mientras me sentaba a su lado—. ¿No quisiste verme socializar?

— Si te vi al principio, pero después me vine para aquí —me respondió. Su ánimo no era el mismo de hace unos minutos—. ¿Cómo te fue?

—Bien —le respondí, suspirando aliviado—. La interacción no estuvo mal. La chica fue superamable. Tenías razón cuando lo dijiste.

—Me alegra.

—¿Te pasa algo? No estás igual que cuando veníamos.

—No me pasa nada —respondió mientras se ponía de pie—. Si quieres, nos podemos ir ya.

—No te creo. A ti te pasa algo.

—No me pasa nada —repitió ella con firmeza.

Me puse de pie y nos fuimos del parque. La actitud de Sasha fue rara. Y, aunque ella dijera que no le pasaba nada, estaba claro que algo la disgustó. Pero... ¿qué sería?


Solo dime cuál ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora