XLIV

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Sasha


En el transcurso todo el ensayo, pude percatarme de que Frank no se encontraba bien. Se lo notaba ansioso, tenso, impaciente, como si quisiera que nos fuéramos a nuestras casas. Aun cuando no lo expresara, su lenguaje corporal lo ponía al descubierto. En un determinado momento, procuré hablar con él, sin preguntarle nada, para que supiera que estaba a su lado, pero no tuvo el efecto que esperaba. Al parecer, este asunto de la obra lo llevó a un punto en el que ni siquiera mis palabras le resultaban útiles.

Dentro de todas las circunstancias adversas, lo positivo fue que nuestros papeles no tendrían mucha participación en el ensayo de hoy. La profesora Harris dedicó la mayor parte del tiempo a explicarnos la forma de ser de los personajes y la mejor manera de encarnarlos. Tanto Frank como yo y el resto de compañeros, comprendimos a la perfección todo lo que nos transmitió.

Si bien la profesora Harris se extendió mucho, cerca del final del ensayo, nos pidió que practicáramos al menos una escena. Según ella, solo quería asegurarse de que hubiéramos entendido ciertas instrucciones. La escena asignada a Frank y a mí fue una en la que nuestros personajes, Hermia y Lisandro, se ponían de acuerdo para ir al bosque y casarse en secreto. No era un dialogo demasiado extenso, por lo que su interpretación sería rápida.

Antes de ponernos delante de todos y comenzar nuestra interpretación, me acerqué a Frank y le dije: «Imagina que esto es una plática normal entre nosotros, aunque no lo sea». Él asintió y me dio la sensación de que estaba más confiado que hace un rato. No obstante, durante la escena, sus limitaciones quedaron en evidencia. Y la expresión de la profesora Harris, cuando terminamos, habló por sí sola. En lo personal, no sentí que yo lo hubiera hecho mal, pero era evidente que Frank no había estado a la altura. Por más que hice todo lo posible para transmitirle confianza, de nueva cuenta, no fue de ayuda en absoluto. Algún síntoma de su ansiedad social no le permitió desenvolverse de mejor forma.

—Les falta mejorar mucho, chicos —dijo la profesora, opinando sobre nuestra interpretación—. En especial a ti, Frank.

La profesora Harris se percató de la desilusión plasmada en nuestros rostros, así que agregó:

—Pero no se preocupen ni se lo tomen a mal. Aún tienen tiempo para practicar y mejorar. De hecho, les recomiendo que, si pueden, se reúnan el fin de semana y ensayen unas horas extras. Eso les ayudaría a pulir su actuación.

—Lo haremos —aseguré, transmitiéndole a la profesora Harris nuestro deseo de mejorar.

Posteriormente a esto, al ver que casi eran las cinco y media de la tarde, la profesora Harris nos dijo que ya nos podíamos ir. Mi mamá no vendría por nosotros con prontitud: me avisó por mensaje que había ido a comprar unas cosas al supermercado. Entonces, para que pudiéramos despejar nuestra mente, le propuse a Frank que fuéramos un rato al parque, el cual quedaba a unos diez minutos del instituto si nos íbamos a pie.

—¿Le dijiste a tu mamá que estaríamos en el parque? —me preguntó Frank mientras caminábamos—. Si no le dices, irá a buscarnos al instituto y no nos encontrará.

—Ah, tienes razón. —Saqué mi celular y le escribí el mensaje a mi mamá. Ella no se tardó en verlo y solo me respondió con el emoticón del pulgar para arriba—. Ya está.

—¿Nos sentaremos en el mismo lugar de siempre? —Al llegar, Frank dirigió su mirada hacia el árbol que se había convertido en nuestro sitio habitual en el parque.

—Me ofendería si no nos sentáramos ahí —le respondí.

Nos sentamos debajo del árbol y contemplamos el panorama del parque. La tarde estaba fresca, a diferencia de otras muchas de esta semana. Estábamos en pleno otoño, pero algunos días parecía que las temperaturas altas se resistían a marcharse. Yo, en lo personal, no era de las que odiaba el clima caluroso. En resumidas cuentas, no prefería el verano por encima del invierno ni viceversa. Pensaba que tanto el frío como el calor tenían sus beneficios en cuanto a hacer ciertas cosas.

Frank me miró, esperando que le dijera algo.

—¿Qué pasa? —le pregunté sin tener idea de lo que quería.

—Solo dime cuál.

—¡Ah! —Caí en cuenta a lo que se refería—. ¿En serio quieres ir a hablarle a alguien ahora mismo?

—¿Por qué no?

—Pues, teniendo en cuenta cómo nos fue en el ensayo, no es raro que tenga dudas.

—Sí, estás en lo correcto —admitió él—, pero ya estoy más relajado. Y, además, aquí me siento en confianza.

Le eché un vistazo a todo el parque en busca de alguien. Desde luego, como lo había hecho en ocasiones anteriores, trataría de enviarlo con una persona que irradiara amabilidad. Fije mi atención en un chico que estaba sentado en un columpio y supe que sería el candidato perfecto.

—¿Ves a ese chico? —Señalé a los columpios—. Puedes ir e intentar hablar con él.

Frank identificó al chico y se puso de pie.

—Ojalá no me mande al carajo por interrumpir su soledad. Se ve tan tranquilo solo.

—Desde aquí, le encuentro mucho parecido contigo. —Entrecerré los ojos mientras le echaba otra mirada al chico.

—Tiene más estilo que yo —me dijo, haciendo alusión a que el chico llevaba una vestimenta vintage.

Sin decir más, Frank se encaminó hacia los columpios. Tan solo esperaba que las vibras que daba el chico desde la distancia no fallaran y, por tanto, se comportara amable.

Me quedé observando toda la escena con nervios. El ensayo de hoy me hizo pensar que Frank había dado un paso atrás en su mejora. Sin embargo, al fin de cuentas, su plática con el chico transcurrió bien. De hecho, se extendió más de lo que hubiera esperado, cosa que me sorprendió de buena manera.

Fue en este momento que me convencí de que, si Frank quería que le saliera todo bien, tanto en los ensayos como en el día de la obra, tenía que hacer una sola cosa: apelar a la misma confianza que sentía en el parque.


Solo dime cuál ©Where stories live. Discover now