X

496 24 2
                                    


Sasha


Le hice una invitación a Frank para que viniera a mi casa en la tarde. Necesitaba que me ayudara con la tarea de matemáticas. Yo era pésima con los números y no había entendido la explicación de la clase de hoy. Aunque no tenía mucho tiempo de conocer a Frank, de primeras, pensé que me diría que no, pero, luego de pensárselo un rato, para mi sorpresa, aceptó. Sentí alivio porque, si él no me ayudaba, perdería los puntos con total seguridad.

La cuestión es que, cuando llegó la tarde y Frank se presentó a mi casa, en vez de hacer la tarea de matemáticas, nos pusimos a hablar de series y me convenció de ver su favorita, Breaking Bad, que, de casualidad era la preferida de mi mamá también. Nos salió un plan completamente diferente al que habíamos planeado.

Reconozco que Frank tenía razón en algo que me dijo: no se puede juzgar una serie por su primer capítulo. Las grandes series, como esta y muchas más, se iban poniendo buenas con el paso de los capítulos. Nosotros, de momento, solo vimos hasta el cuarto. De todos modos, llegué a la conclusión de que había sido tonto de mi parte no haberle dado una verdadera oportunidad antes.

—¿Qué te pareció? —me preguntó Frank cuando terminó el último capítulo que veríamos hoy.

—Me pareció que no hicimos la tarea de matemáticas —le respondí con una pequeña risa.

—Es la mejor serie —dijo mi mamá, que se nos unió para ver este último capítulo—. Admítelo, hija.

—Sí, admítelo —agregó Frank.

Pese a que sabía que era probable que tenían razón, quería dar un poco más de pelea y no ceder tan fácil.

—Así como tú me dijiste que no se puede juzgar una serie por su primer capítulo —me dirigí a Frank y, al instante, miré a mi mamá—, no puedo decirles si es la mejor o no después de haber visto solo cuatro capítulos.

—Por lo menos, dinos que, hasta este punto, te parece una buena serie —insistió mi mamá.

—Está bien. —Levanté las manos en señal de rendición—. Ustedes ganan. Es una gran serie.

Frank dibujó una sonrisa en su rostro.

—¿Y me dedicas una sonrisa victoriosa? —le pregunté.

—Siempre es bueno introducir a alguien a una buena obra —me respondió él. Los nervios se sentían en su voz.

—Ni yo la había convencido de ver la serie—dijo mi mamá, que luego se dirigió a Frank y agregó—: Te agradezco que me hayas hecho el favor de abrirle los ojos.

—No hay de qué —dijo Frank con una sonrisa tímida.

—Sí, muy bonito y todo —me puse de pie—, pero hay una tarea de matemáticas que tenemos que hacer.

Le pedí a Frank que me acompañara a mi habitación, ya que ahí tenía un enorme escritorio que nos brindaría más comodidad para hacer la tarea.

—Tu habitación es más bonita que la mía —me dijo Frank al entrar. Asimismo, acomodó su mochila debajo del escritorio.

Esta habitación no se comparaba, en lo absoluto, a la que tenía en mi anterior casa. Pero, de a poco, había hecho unas decoraciones, entre ellas unos pósteres de mis bandas favoritas, que eran Arctic Monkeys y The Strokes.

—Apenas me estoy adaptando a esta habitación. —Suspiré—. Extraño mucho la que tenía en Chicago.

—¿Vienes de Chicago? Creo que no me había dicho.

—¿No te había dicho? —le pregunté, confundida. De alguna manera, estaba segura de que sí había mencionado de dónde venía—. Si no te lo dije, ahora ya lo sabes.

Frank se distrajo viendo los pósteres en la pared, que justo había pegado ayer antes de dormirme.

—No tienes un mal gusto musical.

—¿Te gusta alguna de mis bandas favoritas?

—Me gustan las dos —dijo mientras miraba los pósteres.

—Pero de las dos ¿cuál te gusta más? —le pregunté, interesada.

—Diría que Arctic Monkeys.

—¿Canción preferida? No me digas Do I Wanna Know, por favor.

—No, no es esa. La que más me gusta es Snap out of it.

—Esa es buena.

—¿Y tu banda preferida entre esas dos? —me preguntó, viendo los pósteres de nuevo.

—The Strokes.

—¿Y cuál es tu canción preferida? No me digas Reptilia, por favor.

Me reí. Me aplicó la misma que le apliqué yo hace un momento.

—Por suerte, mi favorita no es Reptilia —aclaré—, sino The Adults Are Talking.

—No elegiste mal.

—Para que veas que sé de lo que hablo —dijo ella, que se sentó en el escritorio—. Pero mejor siéntate y hagamos la tarea de una vez.

—Sí, sí —afirmó con la cabeza—. Hagámosla.

Frank, demostrando ser lo opuesto a mí, se las arregló para resolver todas las ecuaciones que nos habían dejado. Le pedí que me explicara cómo lo hacía, y él lo intentó, pero, aun así, no pude entenderle. Por cosas de este estilo, me quedaba más claro que las matemáticas no eran lo mío.

—Soy muy mala en matemáticas. —Tomé el cuaderno de Frank para copiar lo que había hecho.

—Cualquiera puede entenderle —aseguró él—. Creo que tu mente está en otro lado.

—Mi mente se quedó en mi vieja ciudad.

—¿La extrañas mucho?

—Como no te imaginas...

—¿Tenías muchos amigos por allá? —me preguntó curioso.

—Sí, el mejor grupo de amigos del mundo.

—Siento mucho por no estar al nivel de ellos.

—Oye, no, no me refería a eso —aclaré—. Tú me caes muy bien, aunque a veces no entienda por qué te pones... como tenso.

—¿Estoy tenso ahora? —me preguntó, poniéndose nervioso.

—Algo. Pero lo estabas más mientras veíamos la serie. ¿Te incomodó la presencia de mi mamá?

—No, para nada. —Negó con el cabeza rápido.

—No me mientas.

—Está bien —admitió—. Es que así soy con las personas que no conozco.

—¿Y tuviste las sensaciones que mencionaste?

—Lastimosamente sí.

—Te haría más preguntas, pero tú me dijiste, en la mañana, que aún no me tenías la suficiente confianza para hablar de ciertas cosas.

Frank se acomodó en la silla y me quedó viendo más de lo que estaba acostumbrada a que lo hiciera.

—Tengo el trastorno de ansiedad social, Sasha —soltó sin más.

Solo dime cuál ©Onde histórias criam vida. Descubra agora