XXVI

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Sasha


Hoy amaneció frío y lluvioso. Eran de esos días en los que te quieres quedar en la cama y no salir de ella en todo el día. Me costó un mundo ponerme de pie y sufrí una barbaridad al bañarme, por muchio que pusiera el agua caliente en la ducha. Me puse el suéter de lana más cálido que tenía y un pantalón del mismo material. Al mirarme en el espejo, me reí de mi apariencia. Parecía que iba en pijama. Sin embargo, me pareció un estilo único. Me distinguía, con claridad, de cualquier otra persona.

Para desayunar, mi mamá me sirvió una taza de café caliente y unos deliciosos panecillos de canela.

—Dile a Frank que podríamos tener la sesión hoy —me dijo mientras se sentaba conmigo en la mesa—. Siempre y cuando el clima mejore.

—Pensaba que la dejarías para mañana o pasado.

—También lo pensé, pero hoy no tengo nada que hacer, así que no veo por qué no hacerlo.

—Ojalá que la lluvia se calme por la tarde —dije, dándole un sorbo a mi café—. De no ser así, no creo que pueda venir.

—¿Quieres que te vaya a dejar en taxi al colegio para que no tengas que ir a la parada del autobús? Lo digo por si prefieres evitar mojarte.

Dadas las circunstancias, lo mejor era aceptar la propuesta de mi mamá, sobre todo porque que la lluvia estaba muy fuerte. No obstante, recordé que, si me iba en el taxi, dejaría solo a Frank en el bus. Y, por añadidura, alguien se podría sentar con él, lo que le causaría un sufrimiento enorme por su ansiedad social. Aunque él decía que sus síntomas habían mejorado, yo creía que aún no se encontraba listo para ciertos escenarios.

—No, no te preocupes —le respondí para que se relajara—, pero sí necesitaré un paraguas para no llegar empapada a la parada de autobús.

—Está bien —me dijo mientras se iba a buscar el paraguas. Cuando volvió con él, agregó—: Que no se te olvide decirle a Frank que tendremos la sesión hoy.

—A mí no se me olvida nada, mamá —le dije, tomando mi mochila.

—¿Segura?

Mi mamá tenía razón de dudar de mí en ese aspecto, ya que, en múltiples ocasiones, había olvidado cosas importantes. Pero, en este caso, al tratarse de Frank, era casi imposible que se me olvidara.

—No lo olvidaré, mamá —le dije, despidiéndome.

Salí de mi casa y me mojé un poco porque se me hizo difícil encontrar la manera de abrir de abrir el paraguas. No pasa nada, me dije, por unas gotas de agua no me voy a derretir. Pero, en el fondo, me enojó que la lluvia estuviese a punto de arruinar mi maquillaje. El camino hacia la parada del autobús, con este día lluvioso, parecía ambientado en la historia de IT. Solo faltaba que Pennywise saliera de las alcantarillas y tratara de asesinarme.

Cuando llegué a la parada, no esperé nada por el autobús, pues llegó al cabo de un minuto. Desde afuera, pude ver que Frank iba sentado en el que ahora considerábamos como nuestro asiento. Mientras venía hacía aquí, tuve el temor de que no estuviera en el bus, debido a que su mamá, al igual que la mía, podía haberle sugerido ir a dejarlo al instituto.

Cerré el paraguas y me subí al autobús lo más rápido que pude.

—Ha llovido mucho —le dije a Frank mientras me sentaba a su lado—. ¿No te mojaste?

Al que la camisa de Frank tenía marcas de gotas de agua, me di cuenta de que mi pregunta fue algo estúpida.

—Ha llovido más o menos —me respondió, mirándose la camisa—. Y sí, me mojé un poco, pero nada que no se pueda secar por su cuenta.

—¿Cómo que ha llovido más o menos?

—Aquí suele llover más fuerte —me explicó—. ¿No lo sabías?

—Olvidas que soy nueva en esta ciudad.

—Es cierto. —Se rio, algo apenado—. Me disculpo por olvidarlo.

—Oye —le dije—, mi mamá me dijo que te avisara que hoy podían tener la sesión que no tuvieron ayer.

—¿Hoy? —Me miró sin creerlo—. Pensé que escogería cualquier otro día de esta semana.

—Yo también lo creí, pero me dijo que hoy no tenía nada que hacer.

—Espero que la lluvia tenga misericordia conmigo en la tarde.

Llegamos al instituto y, antes de entrar a la clase de matemáticas, Fabiola nos frenó a Frank y a mí. Se notaba la desesperación en su cara.

—Oigan, chicos —nos dijo—, ¿hicieron la tarea de matemáticas?

Frank y yo nos volteamos a ver y dijimos al mismo tiempo:

—¿La tarea de matemáticas?

—Sí —prosiguió Fabiola—. ¿No saben que el profesor nos dejó un ejercicio para hoy?

—Pero ¿lo dejó ayer? —preguntó Frank—. No lo recuerdo.

—No, fue hace unos días.

A Frank se le iluminó el rostro, dando a entender que había recordado.

—¡Es cierto! Se me pasó por alto.

—Pero ¿tú le entiendes? —le preguntó Fabiola a Frank—. Aún quedan unos minutos antes de que empiece la clase.

—Puedo intentarlo —respondió Frank, que corrió a buscar su asiento en el salón. Una vez sentado, sacó su cuaderno, un lápiz y comenzó a hacer el ejercicio. Y, en realidad, solo quedaba un minuto para que empezara la clase.

—Me gusta cómo andas vestida —me dijo Fabiola mientras miraba mi suéter y pantalón de lana.

—Gracias —le respondí—, tuve que improvisar por el frío.

—¡Listo! —dijo Frank, al cabo de unos treinta segundos—. Cópienlo rápido.

Fabiola y yo solo teníamos contados los segundos para copiar el ejercicio. Y, por fortuna, lo logramos, aunque terminé un poco después que ella, justo cuando el profesor Cay acababa de entrar el salón. Pero, con todo, no estuvo ni cerca de darse cuenta de nada.

En resumidas cuentas, Frank, con su habilidad para los números, nos había salvado —a Fabiola, a mí y a él mismo— de perder los puntos de esta tarea.

Solo dime cuál ©Where stories live. Discover now