XVIII

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Sasha


La primera sesión de Frank con mi mamá se extendió aproximadamente una hora y media. Según tenía entendido, las sesiones duraban entre cuarenta y cincuenta minutos; no obstante, en este caso, me gustó que se tomaran su tiempo. Si por mí fuera, dejaría que estuvieran dos horas más. Ahora bien, lo que me mantenía preocupaba eran los síntomas de Frank; me temía que le impidieran hablar de la mejor forma con mi mamá. Bastaba con recordar cuando lo conocí en el bus para saber que le costaban las primeras pláticas, y lo que más se le dificultaba, para ser especifica, no era escuchar, sino expresarse. Y explicar lo que sentía, de manera clara, frente a mi mamá, sería clave. 

El caso es que, después de que terminara la sesión, Fin tocó la puerta de mi habitación. Él me había dicho que me buscaría para contarme cómo había ido todo. Yo estaba jugando Mario Kart en mi Nintendo Switch mientras lo esperaba. Jugar a videojuegos me ayudaba a quemar minutos. Solo hacía falta estar pegada a la consola para que el tiempo se acelerara para mí.

Dejé la consola en una mesita, que tenía al lado de mi cama, y me levanté para ir a abrirle.

—No había necesidad de que tocaras —le dije mientras abría la puerta—. Puedes pasar con confianza.

—¿Pasar sin tocar? ¿Y qué tal si entro en un momento indebido?

—Bueno, sí, mejor toca. —Me reí y, al mismo tiempo, le pedí que se sentara en una de las sillas del escritorio—. Pero cuéntame, ¿cómo fue en la sesión? ¿Te sentiste cómodo?

—Estuvo... mejor de lo que esperaba —dijo suspirando—. Al principio, como era de esperar, me costó. Apenas podía sacar las palabras, pero, a medida que los minutos fueron pasando, fui tomando confianza y terminé la sesión muy cómoda.

—Sabía que mi mamá no me decepcionaría —dije, como festejando el hecho de que todo había salido bien—. Por un momento pensé que tus síntomas te harían la vida imposible durante toda la sesión.

—Por suerte, no fue así. Y, por cierto, tu mamá hace excelente su trabajo. Ella me hizo sentir en confianza.

—Lo sé, ella es la mejor. Espero que siga así.

—Yo también —finalizó él, que aún se veía ansioso.



Las clases de este día estaban siendo pesadas y aburridas. Los profesores, desde el primero hasta el último, sacaron la peor versión de ellos mismos y nos dejaron todas las tareas posibles. Además de eso, les dio por explicar información importante y que, con toda seguridad, vendría en los siguientes exámenes. Y yo... no puse la atención debida.

Di gracias al cielo cuando llegó la hora de la salida. Sin embargo, me encontré con otro inconveniente: había más calor de lo normal. Busqué a Frank y le dije que, para refrescarnos, compráramos helados en un puesto que estaba cerca del instituto.

—Las clases de hoy estuvieron horribles —le dije mientras disfrutaba de mi helado de fresa. Frank había pedido uno de vainilla—. Demasiada información para mí. Hasta siento dolor de cabeza.

—¿Y no hiciste apuntes? —me preguntó, sorprendido de que no lo hiciera.

—¿Hacer apuntes? Los profesores hablaban demasiado rápido. Apenas pude captar algo.

—Mis clases estuvieron más o menos igual, pero sí pude hacer algunos apuntes.

—Tú eres más listo que yo.

—No creo. Tú te subestimas mucho.

—Mejor dame un consejo para resolver ese problema —le dije con cara de preocupación—. Los exámenes serán pronto y no quiero reprobar ninguna materia.

—Tienes que pedirle los apuntes a alguno de tus compañeros.

—No tengo tanta confianza con ninguno como para pedirles ese favor.

—¿Y ese es un problema para ti? —me preguntó, como si no lo pudiera creer—. Tú, la que te acercaste a mí el primer día de clases. Tú, la que pusiste en su lugar a Jason frente a todo el comedor escolar. Tú, que le hablaste a aquella chica talentosa en el parque. No creo que pedir unos simples apuntes sea complicado para ti.

—Con todo lo que dijiste, me halagas.

—Yo desearía ser como tú. Aprovecha tu habilidad de socializar y no pienses cosas que no vienen al caso.

—Está bien —le dije—. Solo que no sé a quién pedírselos.

—Pídeselos a alguien que se vea amable.

—Hay una chica que se llama Silvana. Se ve simpática.

—Bueno, entonces ella.

—Está bien, lo haré mañana.

Presentía que el resto del día, siguiendo la misma línea de las clases de la mañana, sería aburrido. Pensaba así, en buena parte, porque Frank no vendría a mi casa en la tarde. Hoy no le tocaba sesión con mi mamá. Sin embargo, pensé en proponerle que fuéramos al parque de nuevo. Me la pasé muy bien la última vez que fuimos, a pesar de que no hiciéramos gran cosa.

—Oye, quiero ir de nuevo al parque —le dije. Luego, adoptando un tono de propuesta, agregué—: ¿vendrías conmigo?

—¿De nuevo al parque? —me preguntó sin entender mi fascinación por tal lugar—. Pero si la última vez no hicimos nada más que estar sentados debajo de un árbol.

—¿Y quién dice que haremos lo mismo?

—¿Qué otra cosa podríamos hacer?

—Podemos ir a los columpios y columpiarnos un buen rato —le respondí, dando una idea de las tantas que tenía.

—Hace tiempo no me columpio en el parque. —Se rio, mirando el suelo—. La última vez que lo hice tendría... ¿diez años?

—Ya llego la hora de hacerlo de nuevo.

—Lo malo es que, casi todas las veces, el área de los columpios está llena. Y ya sabes lo que me cuesta socializar con la gente...

—Pero eso no será un problema hoy —aseguré.

—¿Cómo estás tan segura?

—Porque estarás conmigo.

—¿Ahora eres mi lugar seguro o algo por el estilo? —me preguntó, riendo.

—Pues no estaría mal que lo fuera, ¿no crees?

—¿Quieres que cambie la «Sashadependencia» por «Sasha, mi lugar seguro»?

Me reí.

—¿Y tú quieres que cambie la «Frankdependecia» por «Frank mi lugar seguro»?

Él también se rio.

Solo dime cuál ©Where stories live. Discover now