XLII

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Sasha


Después de todos los papeles de la obra fueran otorgados, cada uno de nosotros salió del salón de teatro. Antes de despedirnos, la profesora Harris nos informó que los ensayos empezarían en la tarde de este mismo día. Tendríamos tiempo de ir a nuestras casas, descansar, hacer algo más y volver. Yo, en automático, pensé: «Qué dolor de cabeza será venir al instituto dos veces al día». Ojalá hubiera dejado mi maldito celular en mi bolsillo.

A lo largo de las clases posteriores, hasta alcanzar la hora de la salida, más que pensar en cómo me vería actuando, pensé en Frank. Dadas las circunstancias, nuestro alejamiento tenía que terminar. Sabía que participar en la obra no sería una tarea fácil para él y quería darle mi apoyo desde cerca. Necesitaba dejar del lado mis sentimientos, al menos por estas dos semanas, y restablecer nuestra amistad a como era antes de mi estúpida declaración de amor.

En cuanto el timbre de la salida resonó, fui en busca de Frank. Lo busqué en el salón de su última clase, pero no lo encontré. Fue hasta que me subí al bus que lo divisé sentado en el asiento de siempre. Y, cuando me senté a su lado, pude notar su sorpresa.

—Volviste —me dijo Frank sin disimular su asombro. Su expresión era de sorpresa combinada con alegría.

—¿Te tengo que pedir permiso para sentarme en el que, por ley, es mi asiento? —bromeé.

—Nunca dejó de ser tuyo —aseguró él.

—Extrañaba estar aquí.

—¿Por qué decidiste volver a sentarte conmigo? —me preguntó con curiosidad.

Me puse seria para expresarle la reflexión que tuve durante las últimas clases.

—Frank, no quiero que sigamos distanciados. Sé que participar en la obra supondrá un reto supercomplicado para ti, por lo que me gustaría ser tu amiga cercana de nuevo. Además, debes saber que tampoco será algo fácil para mí. Ayudarnos el uno al otro nos ayudará mucho, sabiendo que nuestros personajes interactúan constantemente.

—¿En serio? —Pude notar la emoción en sus ojos.

—Sí, ¿te parece?

—Por supuesto que sí —afirmó sin pensarlo dos veces—. Ya te extrañaba aquí.

—Yo también te extrañé —admití—. De hecho, te pido unas disculpas si te hizo sentir mal alguna cosa que te dije. Quizá mi actitud estuvo fuera de lugar.

—No te preocupes. Actuaste en beneficio de tu estabilidad.

—Pero me olvidé de que lo que podías sentir, y eso no fue justo.

—Supongo que el amor no conoce de justicias.

No esperaba que me dijera algo así. La frase fue tan real que me dejó perpleja.

—De acuerdo.

Pasamos un breve instante en silencio. Así pues, como no quería seguir hablando de nuestro reciente alejamiento, traté de sacar un nuevo tema de conversación, pero Frank se me adelantó: abrió su mochila y sacó la hoja que nos había dado la profesora Harris, la cual contenía el resumen de la obra. Había mucho que discutir sobre el enredo en el que nos habíamos metido.

—¿Qué te parecen los roles que nos tocaron? —me preguntó, leyendo las escenas de nuestros personajes.

—Creo que, tanto Hermia como Lisandro, tienen un rol protagónico, demasiado para lo que somos nosotros: unos novatos. —Solté un suspiro, cerrando los ojos por un instante—. Es una carga muy pesada para nuestros hombros.

—Pero a ti no te da vergüenza nada, ¿no? La verdad, no deberías estar preocupada.

No voy a negar que las palabras de Frank, en parte, eran verídicas. Sin embargo, por más que no causara vergüenza hacer ciertas cosas, tenía temor de quedar en ridículo en algo tan serio como una obra de teatro, y, por si fuera poco, delante de casi todo el instituto.

—Nunca he actuado en mi vida —le dije—. Aparte de que me da miedo hacerlo mal, me sentiré rara al encarnar un personaje que no sea yo.

—Entiendo tu punto. Pero estoy seguro de que te costará menos trabajo que a mí. Porque yo, aparte de tener idea de actuación, tengo miedo de que los síntomas de mi ansiedad social vuelvan con intensidad, más que todo el día de la obra.

—Me siento fatal al saber que yo te metí en esto. —Se notaba, con claridad, la culpa en mi tono de voz.

—En realidad, la verdadera culpa la tiene Jason. Él fue el que te delató con el profesor.

—Es un idiota —dije con cólera—. Pensé que después de avergonzarlo en el comedor escolar, lo pensaría dos veces antes de volver a meterse con nosotros.

—¿Tienes planeado algo para devolvérsela? —me preguntó, como si estuviera sugiriendo planear venganza.

—Por ahora, no. Nuestro enfoque tiene que estar en la obra y no en idiotas como Jason. Pero, si después de salir de esto, surge alguna oportunidad de vengarse, puede que lo hagamos. —Le guiñé el ojo y me reí.

El autobús estaba a punto de llegar a la casa de Frank. Antes de que se bajara, aproveché para decirle algo que por poco paso por alto.

—Si quieres, le digo a mi mamá que pasemos por ti en la tarde para ir al ensayo; así te ahorras el camino a pie hasta el instituto.

—¿La señora Jackie no tenía que ir a una entrevista de trabajo hoy en la tarde? —me preguntó con la intención de recordármelo—. Me lo dijo en la sesión de ayer.

Olvidé ese pequeño detalle: mi mamá no estaría hoy por la tarde. O, tal vez, sí. Todo dependía de cuánto tiempo durara la dichosa entrevista

—Tienes razón.

—Nosotros tenemos que llegar al ensayo a las cuatro de la tarde —me dijo él, levantándose. El autobús había llegado a su parada—. Espero que tu mamá ya haya vuelto para esa hora.

—Te avisaré por mensaje —finalicé, despidiéndome con una sonrisa.

Frank volvió a despedirse de mí cuando me vio desde afuera del bus. Me llenaba de felicidad que retomáramos nuestra cercanía, a pesar de lo negativo, que era tener que esconder mis verdaderos sentimientos por él.

Solo dime cuál ©Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt