Cuando llegué al sillón que presidía desde lo alto de la palestra, me acomodé en él, y después hice el gesto que había estado ensayando con Silas el día anterior. Todos entendieron que les conminaba a sentarse.

—Tercera fila, esquina izquierda. —Susurró Rigel a mi oído. Él no tomaría asiento, permanecería de pie a mi lado, como aguerrido guardián de mi regia persona. Con disimulo traté de mirar en la dirección que él me señalaba. Solo había dos personas que podían despertar nuestro interés en aquella sala, pero era difícil distinguirlas entre tanta gente.

—¿Estás seguro? —Si vista era mucho mejor que la mía, sobre todo de aquella zona que estaba más ensombrecida, como era la zona del público que había venido a presenciar el espectáculo.

—Puedo oler la excitación en el público, pero ella es la única que está muy cabreada. —Ella, entonces hablaba de Columbia. ¿Dónde estaría Khan? Él tampoco se perdería mi reaparición en público. ¿O quizás tenía miedo de que le hubiésemos descubierto? Los suyos estaban implicados en mi atentado, como rey verde tendría que dar explicaciones.

Khan

Ser rey tiene sus privilegios, sobre todo cuando te adentras en el área reservada para los demandantes y testigos. Conseguí pasar por 5 controles de seguridad, aunque en el último me costó algo más cruzar. Apenas mi escolta y yo conseguimos adentrarnos en el largo pasillo por el que saldrían los demandantes hacia la tribuna desde la que presentar su demanda.

El sensor integrado en mi brazalete me indicaba que había tres personas al otro lado de la primera puerta, lo que quería decir que aquel era mi destino. Tenía que averiguar de quienes se trataban, de si eran una auténtica amenaza para nuestro plan, y si era así, tendría que actuar rápido para neutralizarla. La mayoría de las veces no hacía falta matar a nadie, solo dejarles claro de que podían morir si abrían la boca.

Abrí la puerta sin llamar y esperar respuesta. No tenía tiempo que perder, sobre todo ahora que sabía que la reina ya estaba en el hemiciclo. Pronto los demandantes serían llevados a su puesto, así que tenía que exprimir cada segundo.

—¿Quién es usted? —Una mujer de mi casa se puso en pie rápidamente, intentando cubrir con su cuerpo a los dos adolescentes que estaban con ella. Aquella falta de reconocimiento por su parte, me decía que no estaba muy al corriente de mi ascenso al trono verde. ¿Sería uno de esos activistas pro derechos humanos? Eso explicaría la demanda contra Pholion, uno de los nuestros había conseguido llegar hasta una de las explotaciones mineras y estaba destapando el maltrato sufrido por la población local. Esa gente se pasaba décadas tratando de infiltrarse y recabar información que poder presentar en un juicio, y sobre todo, conseguir traer testigos dispuestos a declarar.

—Muestra más respeto a tu rey. —Me erguí desafiante, a lo que ella pareció dudar, pero no abandonó su puesto entre los... No, no eran adolescentes, sus rostros no eran tan tiernos como cabría ser. Tan solo eran miembros de una subespecie de personas de corta estatura.

Un golpe sordo a mi espalda me hizo llevar mi mano hacia la daga sujeta a mi cinturón. Podía parecer un arma decorativa, algo ornamental de mi indumentaria, pero era una herramienta completamente funcional, y letal en unas manos expertas como las mías.

—Este no es tu lugar, Khan. —Frente a mí estaba una mujer de cabellos azules, armadura y ojos asesinos. Tenía el aspecto elitista de la casa violeta, la elegancia de los azules, y el fuego en la mirada de un verde a punto de saltar sobre su enemigo. Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. Nunca, jamás, me había cruzado con una hembra como ella. Mis instintos más primarios casi me hicieron olvidar que ella me había llamado por mi nombre, como si despreciase mi título, y aunque su desafío me sedujo aún más, no podía pasar por alto aquella falta de respeto.

—Soy el rey de la casa verde, debes dirigirte a mi con más respeto. —Y la muy tentadora me sonrió con desafío.

—Si es por títulos el mío me libra de mostrarle pleitesía a un verde. —¿Alguien de una casa real? Aquello me hizo sentir curiosidad. ¿Tenía ante mí a una princesa guerrera?

—Alteza, no debería estar aquí. —Aquella voz... Reconocería al estirado amarillo que asesoraba a la reina blanca. Giré para encontrar a Silas Monk Aol ataviado con la típica toga de magistrado. Lo que me decía, que él iba a llevar personalmente el caso de esta gente. No me gustó nada.

—Tan solo estaba buscando el acceso al hemiciclo. —Desvié la mirada un segundo hacia el hombre que mi princesa guerrera había derribado con demasiada facilidad. Era toda una hembra a tener en cuenta.

—Tendrá que regresar por la última puerta que atravesó, y pedir que lo acompañen a la salida de servicio. —Aquello era humillante para una persona de mi categoría, y él lo sabía. —A menos que desee retroceder los 5 accesos que tendría que pasar antes de redirigirse a la entrada de personalidades. Pero no creo que quiera perderse el comienzo de la sesión que está a punto de empezar, ¿verdad? —Algún día estrangularía con mis propias manos a ese amarillo listillo.

—No, no quiero. —Pude ver como la verde y las dos personas que acompañaba salían de la sala para dirigirse hacia el tribunal, mientras la princesa de pelo azul se interponía entre ellos y yo. En otra ocasión no me habría importado medirme con ella, es más, lo deseaba, pero aquel no era el momento.

—Entonces ya conoce el camino. —Desvié la mirada hacia Silas, pero solo apenas un par de segundos, para regresar a mi princesa.

—Volveremos a vernos. —Para mí era una promesa que haría todo lo imposible por cumplir.

—Cuando quieras. —Ella volvió a brindarme una de sus deslumbrantes sonrisas desafiantes.

Nunca antes había pensado en emparejarme con una mujer de otra casa, eso rebajaría mi estatus ante los míos. Pero por unos segundos, valoré las consecuencias de hacerlo.


El clan del viento - Estrella Errante 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora