Capítulo 14

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Nydia

Aquiles jugaba a un juego que me era difícil de entender. Primero se mostraba afable conmigo, y después me colocaba ese aparato en el cuello con una violencia excesiva. Bueno, tampoco es que yo hubiese aceptado ponérmelo de forma voluntaria, pero había otras maneras de hacerlo, aunque todas fuesen a traición.

De lo que sí estaba segura era de que había disfrutado humillándome delante de sus compañeros, o subordinados. Al mismo tiempo que conseguía atarme en corto con ese dispositivo letal, había dejado bien claro que no era una persona en la que pudiese confiar. Creo que ninguno de ellos era alguien confiable, pero al menos esperaba algo de honor, que fuesen personas con palabra o coherencia. Ni siquiera eran diplomáticos, no trataban de negociar, simplemente imponían. ¡Y encima estaba seguro de que yo colaboraría al final! Era estúpido, o quizás tenía métodos que conseguirían doblegarme hasta conseguirlo. Eso me hizo estremecer por dentro. ¿De qué más sería capaz?

—Espera un momento, Garth. —La voz vino de nuestra espalda. Ya sabía de quién era, Aliana, pero no me detuve, porque no era a mí a quién había llamado. Aunque eso no me sirvió de mucho, porque el soldado me aferró por el brazo con fuerza para detenerme. Era una estupidez luchar, en ese momento no merecía la pena gastar energías.

—Esto no es buena idea, Aliana. —Le recriminó.

—Solo quiero hablar con ella. —La sonrisa de aquella mujer era como la de una serpiente.

—No te acerques. —Le advertí.

—No soy tu enemiga. —¡Ja!, ¿por qué sería que no le creía?

—Ya. —Ella dio un paso más, pero se detuvo, como si de alguna manera me concediera la mitad del control de la situación.

—Vamos a charlar—se giró hacia Garth—. Y tu puedes seguirnos. Así los dos estaréis más tranquilos. —Su sonrisa no convencía a nadie. Pero no tenía otra opción, porque intuía que podía conseguir algunas respuestas.

—Está bien. —Clavé la vista sobre mi captor para indicarle que quería que me soltase. Él obedeció, pero soltó un suspiro pesaroso.

—No es buena idea. —repitió.

—Eso ya lo has dicho antes. —Aliana marcó el camino con un ademán cortés de su mano. — Por aquí.

Caminamos a paso calmado por el pasillo de piedra. No es que hubiese mucha iluminación, pero podíamos ver perfectamente nuestro camino.

—¿Qué querías comentarme? —Aliana volvió la cabeza hacia atrás para remarcarle a Garth el hecho que de quería privacidad y que estaba demasiado cerca. Él soltó el aire hastiado, pero no se movió en el momento que nosotras retomamos el camino. Al final nos dio tres o cuatro metros de espacio.

—Seguro que te has dado cuenta que soy la única mujer del grupo, o al menos lo era hasta ahora.

—¿Quieres proponerme una alianza de sexos?

—Algo así.

—Si no recuerdo mal, hace un momento no te gustaba la idea de tenerme aquí.

—Lo que no me gusta es que una recién llegada venga dándoselas de diva, cuando yo he tenido que luchar muy duro para ganar mi puesto aquí en el valle. —Sus palabras me parecían totalmente sinceras. Quizás iba a estar bien esta charla.

—Entonces, ¿qué es exactamente lo que me propones?

—Voy a exponerte como está la situación aquí, y después te diré lo que necesito de ti.

—Te escucho.

Seguimos avanzando por el poblado como si fuésemos dos amigas que daban un paseo después de cenar. Pero no solo estaba atenta a su narración, sino que trataba de hacerme un mapa mental del lugar por el que caminábamos. Seguramente en el futuro me vendría bien conocer la disposición de todo. Al principio pensé que era la luna la que iluminaba la noche, pero en aquel planeta no había. Era una especie de claridad remanente, una especie de pequeño reflejo del sol en un espejo sucio, lo que nos iluminaba en aquel momento. Para mí era algo parecido a la luz de la luna llena allí en la tierra, y sin la contaminación lumínica de la ciudad, esa luz hacía que la noche no fuese para nada oscura.

El clan del viento - Estrella Errante 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora