Capítulo 24

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Rigel

La prueba de la madurez no había sido mala, todos, de alguna manera, somos adiestrados desde niños para poder superarla. Entre juegos y competencias entre nosotros, era normal que un rojo pudiese sobrevivir en el bosque. La recompensa era poder acceder a la bendición con una semilla roja.

Pero por lo que tuve que irme de allí fue por los recuerdos de esa otra prueba a la que nos sometían nuestros dueños. En mi época de esclavo, caí en manos de un amo verde con gusto por las competiciones. Bueno, a todos los verdes les gusta competir, es su manera de demostrar que eres un oponente fuerte. Pero cuando tienes mucha riqueza, eres viejo, y la decadente vida que llevas te ha convertido en un degenerado, no te importa usar a tus esclavos en juegos sangrientos para deleitar a los invitados de tus fiestas.

Mi amo se sacó de la manga un rito de iniciación un tanto desvirtuado. ¿Un rojo sobreviviendo al rito de iniciación de un verde? Nuestros dos días en el bosque se convirtieron en dos días de pruebas que emulaban las suyas.

Para un verde su vida es una lucha constante por la supervivencia, desde el mismo momento en que sale empujando de su cascaron con ese diente de huevo que tienen. No es más que una pequeña protuberancia craneal que usan para romper la cáscara, y que después se les cae. Como decía, cuando abandonan la seguridad del huevo, tienen que pelear con las otras crías del nido por la comida. Hay tan poca, que no es extraño que unos se devoren a otros. Por fortuna a nosotros no nos hicieron luchar con otros rojos, sino que nos obligaron a pelear contra personas de otras casas.

Fue una carnicería de la que no recuerdo gran cosa, porque recibí un fuerte golpe en la cabeza que me dejó inconsciente. Rise fue el que me sacó de allí con vida, pero nunca ha querido contarme lo que ocurrió. Debió ser algo brutal y traumático, porque él no fue el mismo después de eso. Creo que los dos perdimos parte de nuestra alma en esos dos días.

¿Qué había despertado aquel recuerdo? Fue esa frase que dijo Silas «Es una habilidad nueva, tiene que aprender a dominarla». No eran las mismas palabras, pero es lo que dijo nuestro amo cuando nos lanzó a la arena de lucha con un arma que no habíamos usado nunca, una lanza tradicional de los Krakatoa. Usarla correctamente no solo es cuestión de técnica, hay que conocer cómo funciona. Si la insertas en tu enemigo en el primer golpe, te quedas si ella, porque se expande dentro de la herida y luego no hay forma de sacarla si no es con mucha fuerza y haciendo un estropicio en el cuerpo de tu adversario. La recuperas, pero ya estará inservible, habrá perdido la cualidad que la hace afilada. El secreto está en usarla como una maza todo el tiempo que puedas, para clavarla finalmente en el último enemigo que queda en pie. Por eso es un arma de duelo, solo se usa una vez. «Aprenderás a dominarla», esas fueron las palabras de mi amo. En ese momento deseé morir, porque me estaba diciendo que aquellas luchas se repetirían una y otra vez, no tendrían final hasta que muriese.

Un leve crujido a varios metros me sacó de mis recuerdos. Estaba en otro planeta, era libre, aunque todo a mi alrededor era nuevo y potencialmente peligroso. Pero no me preparé para defenderme de un animal salvaje, porque mi oído y sobre todo mi olfato, me dijo que la persona que se acercaba a mí era la única por la que moriría tantas veces como fuera necesario. Por ello pasaría por todo de nuevo sin pensármelo.

Cuando me giré hacia Nydia encontré su sonrisa, pero su mirada no era de diversión, sino de comprensión. De alguna manera, ella había notado mi turbación, mi desasosiego. Estiró los brazos hacia mi para envolverme en un buen abrazo, aunque su diminuto cuerpo fue engullido por el mío. Su olor, su calor, toda ella era un bálsamo para mi atormentada alma.

—Tenías pinta de necesitar un abrazo. —Su voz llegó amortiguada por mi pecho.

—Si es tuyo siempre lo necesitaré. —Ella nunca podría imaginar lo importante que era para mí, para todo mi ser, para mi alma. Mi dependencia de ella era total, y cada día crecía más.

—Dejad los arrumacos para más tarde, pareja. Lo han encontrado. —Había notado la cercanía de Kalos antes de que se atreviese a decir aquellas palabras, pero no por ello interrumpí nuestro abrazo. Tenía que recuperar demasiada paz en mi interior, y solo Nydia era capaz de dármela.

—Vamos a ver. —La voz de Nydia sonó excitada. Le gustaba esto de encontrar tesoros ocultos entre la vegetación.

Llegamos hasta el lugar desde el que Silas observaba a un grupo de veletas desbrozando la maleza. Las ramas y raíces aéreas eran un gran obstáculo para ellos, pero lanzaban una y otra vez su largo machete contra la vegetación. Podía oler desde mi posición como el sudor resbalaba por sus cuerpos por el esfuerzo tan grande que estaban haciendo. Si queríamos alcanzar la estructura del interior sin mucha demora, tendríamos que unirnos a la cuadrilla.

—Será mejor que les echemos una mano. —Kalos asintió ante mi sugerencia.

Los machetes no eran para nosotros tan pesados, así que imprimimos un ritmo de avance muy superior al suyo. En pocos minutos alcanzamos el edificio que estaba oculto. Era uno de esos módulos portátiles que se usaban para los campamentos de campaña. Fáciles de transportar, asentar y retirar cuando el trabajo estaba terminado. Lo extraño es que lo hubiesen dejado aquí abandonado, y solo había dos razones para ello; o estaba estropeado y no merecía la pena, o tuvieron que salir demasiado deprisa y no pudieron llevárselo.

—Para tener más de 300 años ha aguantado bastante bien. —La voz apreciativa de Silas llegó desde mi izquierda.

—Busquemos la puerta de entrada. —Silas avanzó delante de nosotros, como si supiese exactamente dónde estaría ese acceso. Tenía un machete en sus manos, que empezó a usar en uno de los laterales del módulo.

La puerta quedó al descubierto, mostrando que estaba algo entreabierta. La persona que entró por última veza no se molestó en cerrarla del todo. Seguramente el interior habría sido ocupado por insectos y pequeños animales.

Costó más mover la atorada puerta que desbrozar todo el camino hasta el módulo, pero al final conseguimos abrirla lo suficiente para penetrar en él. El aire húmedo y enrarecido golpeó mi sensible olfato con olores intensos, aunque no muy desagradables. Fuera lo que fuera que vivía allí dentro no era muy grande, quizás algún pequeño roedor, aunque hacía mucho tiempo que no se utilizaba como madriguera. Y sabía por qué, en el aire todavía quedaba impresa la huella de productos químicos y animales muertos, pero lo que aumentaba la sensación de incomodidad era el olor a sangre. Vieja o no, la sangre siempre era señal de dolor, probablemente de muerte violenta.

El vello de mis orejas se puso en alerta. Puede que esa sangre llevase aquí más de 300 años, pero no sabía qué la había provocado, y si lo que fuera que lo hizo todavía seguía aquí. Probablemente la amenaza se hubiese ido, pero eso no le importaba a mi instinto de supervivencia. Debía estar preparado para todo.

—Emmé saqueó todo lo que pudo. —Observó Silas mientras revisaba el material desperdigado por la estancia. Realmente quedaba poco que podría catalogarse como servible. Todo estaba roto o maltrecho.

—No todo. —Tanto Silas como yo giramos la cabeza hacia Kalos. —Según lo que han contado los exploradores, el edificio se extiende hacia el norte. Si no me equivoco, aquí tendría que haber un acceso, pero no lo veo. —Una cámara inexplorada, eso sí que eran buenas noticias. ¿Estaría en mejores condiciones? ¿Encontraríamos algo útil?

El clan del viento - Estrella Errante 3Where stories live. Discover now