Capítulo 20

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Rigel

Una gran explosión sonó a mi izquierda. No era igual a los impactos provocados por los proyectiles que lanzaban los hombres alados, este era diferente, más potente, más dañino. No vino precedido por ningún silbido de advertencia, simplemente algo hizo saltar un trozo de montaña por los aires.

Estos verdes parecían sobrevivir con técnicas rudimentarias y medievales, salvo por algunos artilugios modernos como el rastreador que implantaron en Nydia. ¿Era esta explosión otro vestigio de modernidad que aún conservaban? Los explosivos no eran algo primitivo, y estando en una antigua explotación minera era de esperar que contaran con alguno.

No había muchos verdes, pero eran suficientes para mantenernos a raya a Kalos y a mí. Por suerte contábamos con el apoyo de los hombrecillos mariposa que sobrevolaban nuestras cabezas, y que entorpecían a los verdes con sus artilugios caseros. Proyectiles y artefactos incendiarios rudimentarios no eran gran cosa, pero eran una gran distracción y entorpecían su marcha. Estaba claro que los aldeanos pertenecían a la misma especie, pero no contaban con alas. Ellos solo tenían aperos de labranza con los que luchar, pero lo hacían por su libertad, así que arrojo y valentía no les faltaba. ¿Cómo sabía eso? He estado en ese lado, y sé lo que hay dentro de sus cabezas. Ellos solos no habrían conseguido más de lagunas bajas, pero gracias a nuestra intervención las cosas estaban cambiando.

Pero los explosivos... Ese elemento era determinante para zanjar una batalla. Seguramente los verdes habían llegado a la conclusión de que iban a perder esta batalla, así que se decidieron a utilizar todo lo que tenían para cambiar el resultado.

Las piedras silbaban a nuestro alrededor, como si fueran docenas de proyectiles enviados desde el invierno para acabar con nosotros. Esas rocas no diferenciaban entre amigos o enemigos, así que iban a barrer con todo lo que encontrasen a su paso. Nunca pensé que un verde fuese capaz de matar a un compañero de batalla, pero tampoco es descabellado que lo destruyan todo con tal de ganar, las bajas no importan, solo la victoria.

Busqué algún lugar donde parapetarme, pero antes de que moviera un solo pie, las piedras a nuestro alrededor se desmenuzaron a ojos vista hasta convertirse en poco más que arena. Y sí, podía ser incómodo que te golpease un puñado de arena en la cara, pero no era letal. ¿Qué demonios había pasado? ¿Qué artefacto era capaz de hacer eso? Y no solo era yo el asombrado por aquella demostración de poder, sino que todos los luchadores a mi alrededor bajaron sus armas desconcertados. Estaba claro que el que tuviese esa arma en su poder podía acabar con todos nosotros de la misma manera que con esas piedras.

Miré a mi alrededor buscando alguna señal, alguna pista. Si alguien tenía en sus manos un arma tan extraña, trataría de llegar hasta él para arrebatársela. No iba a perder esta batalla, no dejaría que Nydia cayese de nuevo en sus manos.

Pero con quién tropecé fue con mi mujer y con Silas, que parecían salir de un cráter en la montaña. Nydia parecía tirar de un aturdido Silas, mientras algunos aldeanos se reunían a su alrededor. También descendieron los hombres mariposas, que parecían contemplar a un dios.

Una especie de cántico resonó a nuestro alrededor, mientras todos se arrodillaban en señal de respeto hacia Nydia. Todos salvo los verdes que quedaban en pie, ellos permanecían estáticos, pero no habían soltado sus armas. Tenía que actuar antes de que se dieran cuenta que esta era su ventaja para ganar. Apenas quedaban 5 en pie, pero eran suficientes para ejecutar una carnicería frente a un enemigo que no parecía ser consciente del peligro que corría.

Como si me hubiese escuchado, Kalos se lanzó contra dos de ellos, derribándolos con sus enormes alas. Seccionó algunas piernas y brazos con un vuelo rasante, como si fuesen cañas en mitad de un estanque. Solo quedaban tres en pie. Tenía a uno de ellos lo suficientemente cerca como para clavar mi daga en su cuello. Le reconocí, era uno de los tipos que estaban en aquella mesa del comedor con el general Aquiles.

El clan del viento - Estrella Errante 3Where stories live. Discover now