Capítulo 27

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Rigel

Mientras ascendía por el cable que comunicaba con la estación orbital, no podía apartar la mirada del punto en el que se encontraba el árbol negro. No podía negar que el miedo que estaba creciendo, cada día más en mi interior, tenía su origen en ese kupai. No quería que Nydia pasase por lo mismo que yo, no quería que se infectase con la peste negra y su piedra se volviese negra.

Más allá de que la necesitásemos, de que fuese el escudo que nos protegía a todos, de ser el tornillo que mantenía unidas todas las casas de esta enorme rueda política, no quería que conociese la vida de una marginada, de una maldita. Rechazada, perseguida, vulnerable... No podría soportar que ella viviese las mismas calamidades que yo experimenté. Ella no.

Mi cuerpo empezó a notar la ingravidez, señal de que estaba alcanzando la órbita de la plataforma. Giré la cabeza para otear el cielo. Ahí estaba, estática y compacta, como solo podía serlo una construcción verde. Las luces del puerto de atraque parpadeaban, avisándome de que estaban listos para recibirme. La velocidad disminuyó hasta detener el ascensor justo en el interior de la estructura. Los brazos mecánicos se desplegaron para sujetar el ascensor, y llevarlo a la seguridad de la bodega. Cuando el anclaje estuvo bien sujeto, salté para caer sobre el firme suelo de metal, donde una figura conocida me esperaba.

—Llegas justo a tiempo. —dijo Silas.

—¿Algo interesante? —Él se puso a caminar hacia el intercambiador circular, y yo le seguí.

—Tenemos visita. —Mi cuerpo se tensó, esperando que esa noticia fuese buena. Sí, esperábamos una expedición de rescate, pero era realista, también podían llegar los mismos sujetos que nos enviaron aquí, o alguno de sus amigos, para comprobar el estado en el que nos encontrábamos. Sabían que las cápsulas de salvamento habían llegado al planeta, probablemente querrían asegurarse del estado de sus prisioneros.

—¿Amigos o enemigos? —Alcanzamos la terminal de control de tránsito antes de que él me diese la respuesta. Al otro lado de los ventanales, podía distinguir la silueta de un par de naves, una de ellas muy conocida. —El Merodeador. —Era la nave de mi hermano, y si no me equivocaba, había traído refuerzos.

—Ha estado midiendo la respuesta de la estación. —Yo habría hecho lo mismo. Nunca se es demasiado precavido. No sería la primera vez que una señal de socorro no era más que un cebo para llevarnos a una trampa. El que se hubiese usado nuestro código secreto no garantizada que fuese auténtico.

—Será mejor que le demos la bienvenida, no queremos alargar demasiado nuestras vacaciones. —Silas asintió.

Me acomodé detrás de la consola de control para abrir la comunicación. Podía utilizar el canal de comunicación, pero ese no era nuestro protocolo de contacto ante una situación inusual. Tenía que cerciorarme de que era él, al igual de que Rise tenía que asegurarse de que el que estaba en la estación y había lanzado la señal de socorro era yo.

Lancé un eco del rastreador, pero no lo hice una vez, sino que pulsé el botón de forma repetida siguiendo nuestra secuencia, era algo así como golpear en su puerta con la llamada que me identificaba como alguien de la casa. Pero no la que decía que había peligro aquí dentro, sino la de "eh, ya estoy en casa, vengo a cenar".

—Abre la puerta, mechari. —La voz de Rise saliendo de los altavoces me hizo sonreír aliviado. Nada como un pequeño insulto de niños para confirmar que todo estaba bien.

—No sé si habrá comida para todos. —Última oportunidad de confirmar que todo estaba bien, que la otra nave estaba allí con el consentimiento de Rise.

—Niell tendrá que conformarse con lo que quede. —Cuando Rise decidió alejarse lo hizo solo, dejó a su equipo con nosotros. Seguramente Niell había conseguido un transporte para sí mismo.

Miré a Silas, dándole el visto bueno para que desactivase las medidas de seguridad que había implementado en la estación. Yo podía conocer los trucos de las construcciones de los verdes, podía manipular algunos mecanismos, pero nada comparado con un amarillo que sabía manipular la programación de cualquier mecanismo. Pasar 50 años en una base lunar en la Tierra evidenciaba que estaba preparado para trabajar con este tipo de instalaciones y solucionar cualquier tipo de avería. No es que tuviese cerca un servicio técnico al que recurrir si algo se estropeaba.

—Te uno en uno, esta estación no está diseñada para operar con más de una carga. —Eso era porque la explotación minera era pequeña.

—Iremos con cuidado.

Una hora más tarde estaba terminando de contarles la experiencia que habíamos vivido desde que nos atacaron, hasta que encontramos el laboratorio en la ensenada. Rise, Niell y Arastu se habían quedado noqueados con mi explicación. Pero lo que no me pasó desapercibido, fue su olor a medida que sus ansias de destruir a los desgraciados que habían contaminado nuestro kupai.

—Quiero verlo. —Fue lo primero que se atrevió a decir Rise.

Le entendía, yo también quise verlo con mis propios ojos cuando me lo contaron. Era una manera de asegurarte de que toda aquella retorcida historia era cierta.

—Supongo que tendremos tiempo de hacerle una visita al kupai. —Nidya tenía muchas ganas de irse del planeta, y yo muchas más de alejarla de la tentación. Pero podía concederle a mi hermano esa petición.

—Casi todo está preparado allí abajo. El material está embalado, y la población informada. Solo tengo que convencer a dos de ellos para que nos acompañen y podremos irnos. —Silas directo a la parte técnica de la partida.

—¿Acompañarnos? —Quiso saber Rise.

—Necesitamos testigos, necesitamos acusación, y sobre todo la prueba viva de todo lo que ha ocurrido en el planeta. —Sabía que no solo se refería a las atrocidades de los verdes con la población autóctona, sino a los experimentos de Noar. Los veletas eran parte de esos experimentos.

—Así que no nos vas a dar tiempo para descansar. —Por la sonrisa de Neill entendí a qué se refería. Después de un largo viaje por el espacio, lo que uno quería era pisar tierra firme, y si era posible, comer alimentos frescos, dormir en una cama amplia y que no vibrase. Lo de fraternizar con la población local no era tampoco algo que evitar. Ya se sabe lo que dicen de los viajeros espaciales, que tienen un amor en cada planeta.

—Solo lo básico, el tiempo juega en nuestra contra, y ya hemos perdido demasiado. —Unas horas no supondrían una gran diferencia, pero tampoco podíamos darle mucho más al enemigo. —¿Todavía no se extendido la noticia de la desaparición de la reina blanca? —Miré a Niell esperando una respuesta, ya que él estaba al corriente de nuestro viaje a Naroba.

—Nos extrañó que no estuvierais ya en el Santuario, pero no quisimos dar la señal de alarma. Cuando pasó una semana sin tener noticas vuestras se prepararon varias expediciones de búsqueda, pero se mantuvieron en la más estricta confidencialidad.

—Así fue como los encontré. Estaba en una estación de tránsito cuando recibí la señal de auxilio, localicé a Niell en la primera parada que hice en un nudo de comunicaciones. —Un nudo de comunicaciones era el punto por el que pasaban varias rutas comerciales y de tránsito de pasajeros. —Ellos también recibieron el mensaje, y se habían puesto en camino. —Aclaró Rise.

—Hay más unidades en camino, pero no quisimos esperar. —Eso quería decir que ellos eran las unidades más próximas a las coordenadas.

—Tenemos que avisar para que no se acerquen, no queremos alertar a los cuervos. —Si se concentraba un buen número de naves en la zona, seguramente lo advertirían, y eso los llevaría a descubrir que nos habían rescatado. Y de momento, lo que queríamos, es que creyesen que nos habían encerrado aquí dentro. Todo nuestro plan se basaba en la sorpresa.

—Enviaré un aviso a los demás. —Si Niell se encargaba de ello, evitábamos el tener que implicarnos nosotros. Nada como un rastreador de comunicaciones que buscase nuestra voz en el sistema. Para el enemigo teníamos que estar incomunicados, así que seguiríamos así, por el momento.

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