Capítulo 28

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Nydia

Mientras el ascensor orbital ascendía, no podía apartar la mirada de allí abajo. Les había cogido cariño a los veletas, y me preocupaba el que se quedaran con un árbol negro. Pero tenía una idea en la cabeza. Si pude bendecir a Kalos con una semilla del kupai blanco, seguramente podría bendecir al resto de sus congéneres. ¡Vaya!, había pensado solo en los veletas, pero también podía hacerlo con los otros ángeles. ¿Y si todos desarrollaban alas de luz como las de Kalos? Seguro que los violetas matarían por conseguir un ejército de ángeles con alas de luz, pero no se lo daría.

Kalos dijo que él era uno de los descartados, uno de los que retiraron del ejército porque ya no les servía. Como él habría docenas, quizás más. ¿Y si les reclutaba para mi propio ejército? El Santuario necesitaba guerreros capacitados para su defensa, y no solo podía depender de los rojos. ¿Qué reina sería si no aceptaba en mis filas a soldados de todas las casas? Pero no podía arriesgarme a aceptar aquellos que podían traicionarme, no ahora que tenía un nuevo ser al que proteger. Confianza, necesitaba confiar en aquellos en los que depositaba mi seguridad y la de los míos.

Este último ataque hacia mi persona, me había demostrado que el enemigo no tenía escrúpulos, y si eran verdes, también estaba capacitado para la guerra. Necesitaba muchos y buenos guerreros para hacerles frente, y necesitaba empezar a reclutar de forma inmediata. Tenía la extraña sensación de que se aproximaba una guerra, y necesitaba estar preparada cuando esto sucediera. Ahora éramos muy pocos.

—¿En qué piensas? —Alcé la mirada hacia Rigel.

—En que dijiste que había muchos grupos buscándonos. —Su ceño se frunció.

—¿Y eso te preocupa?

—Sí. ¿Cuántos han quedado al cuidado del kupai blanco? ¿Y si estaban esperando a que los defensores disminuyesen para atacar? Si han tratado de matarme, ¿por qué no lanzarse a controlar el gran kupai? Ahora saben que es fértil y que en él se pueden bendecir a miembros de todas las casas. —El ceño de Rigel se acentuó aún más.

—No había pensado en ello.

—Fue Julio Cesar el que dijo «divide y vencerás».

—No tomarán el Santuario, Nydia. Los rojos lo defenderemos hasta la muerte. —Aferré el brazo de Rigel.

—Eso es lo que temo. —Mis palabras le confundieron.

—¿Qué quieres decir?

—Que necesitamos un ejército más grande. Si los que vienen detrás de mí tienen el poder económico como para secuestrar un planeta entero, y si cuentan con el apoyo de los verdes, la única opción que nos queda es reclutar a soldados de otras casas. —Antes de que Rigel dijese nada, giré hacia Kalos, que seguía la conversación en silencio. —¿Crees que alguno de los ángeles rechazados, estarían interesados en unirse al ejército de la reina blanca? —Esta vez el sorprendido fue Kalos.

—Yo... Supongo que sí. Nos criaron para la lucha, no tenemos otro motivo de existencia. Enviarnos a una granja para cultivar alimentos, no es el destino soñado por ninguno de los que son como yo.

—Y si les prometes unas alas de luz seguro que se apuntan a miles. —añadió Rigel.

—Entonces ya tienes una misión, Kalos. Consigue un ejército de ángeles para proteger al Gran Kupai y a su reina. A cambio les daré un trabajo y alas nuevas. —Kalos sonrió.

—Pues ya puedes ir construyendo un montón de viviendas, porque van a llegar muchos tipos alados.

—Pues va a tener que ser una ciudad entera, porque si empiezas a bendecir a ángeles, los rojos también querrán contar con ese privilegio. —Miré a Rigel. No había pensado en ello, pero tenía razón. Con su árbol negro, la única alternativa era ser bendecidos con una semilla del árbol blanco, de la misma manera que hice yo.

El clan del viento - Estrella Errante 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora