Después de graduarse vivía un par de años en Florida, hasta que le ofrecieron un empleo en Boston y se mudó para comenzar una nueva etapa en su vida, la cual se vería armonizada gracias a un reencuentro inesperado con la persona con la que actualmente se encontraba saliendo y con la que llevaba una perfecta rutina que les permitía pasar todo el tiempo posible juntos.

Jotaro iniciaría su rutina de lunes a jueves trabajando sin muchos cambios con una variación los días viernes, pues esos días recogía a su amada pareja en su empleo y partían al departamento de alguno de los dos para pasar el fin de semana juntos. Ansioso porque el tiempo pasara rápido en aquel viernes 2 de junio para poder reunirse con su pareja, Jotaro dedicó su mañana al trabajo.

El día trascurría con regularidad, revisada los registros de su última y más reciente investigación en la privacidad de su oficina sin despegar la mirada de la pantalla, a no ser que fuera para apreciar las fotografías que tenía en su escritorio. Para un hombre de pocas palabras y poca expresión, esas fotografías decían por sí solas cuánto le importaban aquellas personas, pues eran un símbolo de cuánto deseaba tener su recuerdo cerca.

Se encontraba mirando una de ellas cuando su celular recibió una alerta de mensaje, algo muy inusual, ya que eran contadas las personas que se comunicaban con él por medio de mensajes por lo que no demoró en revisarlo. Sus siempre tranquilos ojos se tiñeron de extrañeza al ver que era un mensaje de su ex esposa, ya que solía hablar por llamadas con la mujer.

Marina:

"Hola.
Necesito hablar contigo de
algo muy importante esta
noche, no te preocupes,
Jolyne está bien
¿Tendrás tiempo?"

Su entrecejo se frunció demostrando más su extrañeza. En realidad comenzaba a preocuparse por su hija, pero al leer que estaba bien se sintió un poco más confundido sin imaginarse sobre qué quería hablar aquella mujer, pero incluso si no tenía idea respondió el mensaje de manera afirmativa al saber que fuese cual fuese el tema involucraba a su hija.

Al terminar de escribir el mensaje dejó el celular en su lugar y aunque su rostro era inexpresivo como de costumbre, sus ojos se dirigieron a la fotografía de su pequeña hija con intriga y curiosidad.

Cuando la jornada laboral de Jotaro terminaba el cielo ya comenzaba a oscurecerse producto del clima húmedo de la ciudad, pues en realidad no era muy tarde.

A diferencia de su corto trayecto de casa al trabajo, Jotaro debía tomar un autobús para llegar al lugar de trabajo de su pareja. El trayecto era de tan solo 20 minutos, una gran diferencia al tiempo que le demoraría llegar a pie y si bien caminar no le disgustaba, quería llegar lo más pronto posible con su pareja sabiendo que este ya les esperaba listo para marcharse.

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