¿Quieres quedarte esta noche?

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-¿Fernanda?

Sacó las manos de su rostro y observó a Sarah, estaba bien, estaba viva, un poco asustada pero estaba allí delante de ella. No le importó nada, ni cuál sería su reacción luego, ni lo que había ocurrido entre ellas antes, ni siquiera si la odiaba, lo único que quería en ese momento era abrazarla.

-Sarah, por Dios.-dijo rodeándola con sus brazos y apretándola fuerte hacia ella, no quería soltarla nunca, quería estar así con ella toda la vida, quería protegerla de todo el mundo y que ella y Cielo nunca estuvieran solas.

-¿de donde vienes? Estas empapada.-respondió, pero la rubia no decía nada, solo la abrazaba con fuerzas.-Estamos bien, no nos ocurrió nada.-dijo intentando tranquilizarla y aunque estaba dudosa en hacerlo, la abrazó con la misma fuerza que Fernanda lo hacía y cerró la puerta detrás de ella.

Luego de unos segundos, la rubia reaccionó y se alejó. -Disculpa...yo... vi las noticias, y pensé que había ocurrido algo con ustedes. -comentó secándose las lágrimas.

Sarah la observó completa y el charco que estaba a sus pies se hacía cada vez más grande. -Fernanda, estas en pijama y completamente descubierta ¿vienes de tu casa?

Asintió y se abrazó a si misma tratando de entrar en calor, ahora que la euforia en su cuerpo se había calmado, sintió el golpe de frío llegar.

-Dios, debes estar muriendo de frio. -comentó agarrándola de los hombros y efectivamente comenzó a tiritar.

-Quería saber de ustedes. -la vio a los ojos, quería decirle tanto y prefirió callar. - ya me voy, disculpa por...

-¿irte? ¿Estas loca? -Sarah la observó aterrada y con el ceño fruncido. - No te irás a ningún lado

-Pero, no vine a molestar, Sarah, en serio. -se frotó los ojos.

Ignoró su comentario-Te prestaré ropa, no te irás así a ningún lado.-La condujo hacia las escaleras.

-¿Segura? No quiero molestarte.

-Estoy muy segura, Fernanda. -en silencio subieron las escaleras del sitio. La rubia sentía que le dolía todo el cuerpo, había salido de su casa como una loca y ni siquiera había agarrado un paraguas. Estaba empapada como si se hubiese metido en una piscina.

Mientras Sarah buscaba entre sus cosas algo que pudiera prestarle, la rubia observó la habitación, era acogedora, paredes blancas, el respaldar de la cama café claro y los muebles amaderados, olía bien muy bien. Un estornudo interrumpió su escrutinio.

Sarah giró su cabeza hacia ella en ese instante. -Fernanda, ¿en que estabas pensando al venir así?-dijo señalándola.-Estas muy descubierta y afuera hay una lluvia del demonio. -añadió cerrando el cajón del que sacó unas prendas.

-Solo quería saber si estaban bien. -bajó la cabeza. -No quería molestar, Sarah.

La castaña suspiró. -No es que molestes. -se acercó. -Pero mírate, estas apunto de un resfriado.-agarró sus manos y puso las prendas.-allí esta el baño, cámbiate, hay toallas y todo lo que necesites. Ya regreso.

-¿Te vas?

-Voy a ver si Cielo ya se quedó dormida, siempre me engaña y la sorprendo viendo caricaturas.-dijo al salir de la habitación.

Una vez sola, Fernanda hizo lo que Sarah le indicó, y el peso de sus hombros se hizo más ligero al saber que todo estaba bajo control y que la reacción de Sarah no fue echarla. Se observó en el espejo y tenía unas ojeras enormes, el maquillaje todos los días la ayudaban a ocultarlas, pero ahora no había tal maquillaje, y esto era, una mujer apagada, con ojeras y solitaria. Escuchó la puerta de la habitación abrirse y una vez vestida, salió del cuarto de baño.

Ramé ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora