Nadie es como tú

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Sarah se levantó con la luz del sol dándole completamente en su rostro, buscó a tientas a su lado, pero se encontraba vacío

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Sarah se levantó con la luz del sol dándole completamente en su rostro, buscó a tientas a su lado, pero se encontraba vacío. Abrió los ojos de golpe.-¿Fernanda?-llamó observando a su alrededor pero no había nadie en la habitación.

Las prendas de la chica no estaban, todo estaba en su sitio y en orden, ¿Se había ido? ¿La había dejado sola? Le dolió el estómago, sabía que no debía de haber confiado en esa mujer, solo se aprovechó de su vulnerabilidad y otra vez volvió a dejarla.

Se levantó molesta de su cama y entró al cuarto de baño para asearse, lo que le había dejado Fernanda había sido un gran chupetón en varias partes de su cuerpo, así como en su cuello, era lo único que le aseguraba que la noche anterior había sido real.-Genial, aparte de que se va en la mañana, me deja marcada. -estaba furiosa o en realidad quería disfrazar su tristeza de encontrar la cama vacía con enojo.

Se puso algo de ropa y se lavó los dientes intentando con creces desaparecer el sabor de Fernanda de su boca, las lagrimas se hicieron presentes y la angustia en su pecho también. ¿Por qué nunca podía ser suficiente?

Salió de la habitación una vez lista, no quería que las lágrimas se derramaran por su rostro, estaba harta de llorar por Fernanda, harta de confiar, harta de pensar en sus besos y caricias, creer que era sincera, y sobre todo harta de el olor a café que inundaba la escalera...momento ¿café? Terminó de bajar los escalones y lo que encontró la dejó sin palabras, era Fernanda de espalda cocinando junto a Cielo que mezclaba unos ingredientes. Sarah tragó en seco, la rubia no se había ido. La angustia en su pecho desapareció, se acercó a ambas que no habían reparado en su presencia, besó la cabeza de Cielo y sorprendió a Fernanda acariciando su hombro.

-No puede ser, queríamos sorprenderte.-dijo Fernanda que estaba vestida con una blusa y un short de Sarah.

-Creí que te habías ido.-le susurró Sarah.

Fernanda se extrañó dejando de lado la sartén.-Cielo, arriba quedó mi celular, ¿lo puedes bajar?-le pidió para tener un tiempo a solas con Sarah.

La niña asintió, se lavó las manos y se fue.

Fernanda se volteó completamente y observó a la castaña.-¿O sea que estabas odiándome por creer que te había dejado? ¿Cuántas maldiciones me lanzaste?-preguntó entrecerrando los ojos.

-¿Yo? ninguna.- La rubia sonrió y besó sus labios con naturalidad, agarró su rostro con las manos.

-Pues no me he ido, estoy aquí preparando el desayuno para la mujer que me quita el sueño.

-Tonta.-la observó a los ojos y aunque no estaba lista para decirlo, esperaba que Fernanda lo sintiera, porque esas palabras le hacían cosquillas en la lengua.

La rubia la atrajo hacia ella en un abrazo y Sarah puso la cabeza en su pecho, tenía miedo de confiar y terminar rota nuevamente, pero cada vez que Fernanda la abrazaba o la besaba ese miedo se hacía mas pequeño.

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