CAP XXXVIII

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"¿Dónde está Shiho?" Preguntó Shinichi tras percatarse de que la habitación parecía estar completamente vacía.

Akai volvió a fruncir el ceño a la vez que su mano apretaba con fuerza el ramo de flores que había comprado cinco minutos atrás.

Shinichi entró en el pequeño baño para asegurarse de que no estuviese ahí, pero no hubo suerte.

"¿Dónde se supone que está Furuya?" Protestó Shuichi saliendo de la habitación para mirar a un lado y a otro del pasillo. No le hacía ninguna gracia esa situación, ese rubio se las iba a cargar cuando lo encontrase.

"Volvamos a la recepción, deberíamos avisar a los demás." Intervino Shinichi parando delante del ascensor esperando a que llegase.

"Sabía que no era buena idea que él se quedase aquí, debíamos haber venido nosotros nada más enterarnos." Dijo alzando la voz, ya un poco más nervioso.

"Tú mismo dijiste que teníamos que ser prudentes y evitar todos los desplazamientos posibles." Se defendió el más joven al sentirse atacado.

"Los hospitales no están hechos para discutir." Les cortó una voz haciendo que ambos callasen.

Los dos miraron hacia el ascensor para encontrarse de frente con la pelirroja, sentada en una silla de ruedas arrastrada por Furuya.

"¡Shiho!" La llamó Shinichi ensanchando la sonrisa. "¿Dónde estabas?"

"Solo quería dar una vuelta y salir de la habitación un rato." Dijo mientras regresaban a su habitación asignada para poder hablar con más privacidad.

Akai se había quedado callado, observándolos a los dos de reojo sin atreverse a decir gran cosa. Ultimamente se le iba un poco la lengua con todos esos malditos nervios, y no le gustaba porque no se reconocía. Él era sereno, serio y muy coherente con las cosas. Pero las cosas siempre parecían ser diferentes si involucraba a alguna de las hermanas Miyano.

Rei la ayudó a volver a la cama y en ese momento ambos notaron que su barriga no era la misma que la que habían visto días atrás y eso les hizo vovler a la realidad, haciéndoles remplazar los malos nervios que acababan de pasar por unos nervios completamente distintos.

Akai abrió la boca para hablar, pero una enfermera tocó a la puerta interrumpiéndoles.

"Señorita Miyano ya estamos de vuelta." Sonrió la joven acercándose a la pelirroja para dejar un pequeño bulto sobre sus brazos. "El chequeo rutinario está todo correcto, el doctor pasará a última hora."

Shiho asintió y la joven volvió a dejarlos solos. Pero ahora nadie parecía atreverse a romper el silencio. Ya podían sentir esa nueva vida, estaba ahí, en los brazos de su madre. Y todo alrededor se volvió una completa paz.

"¿No os vais a acercar a conocerlo?" Preguntó Shiho al ver como ambos se habían quedado quietos, tan quietos que no parecía ni que respirasen.

Shinichi fue el primero en acercarse y ensanchar la sonrisa. "Vaya...es súper pequeño." Comentó sorprendido. Se veía pequeño y frágil, parecía que podías herirle con la mirada.

"Los niños no nacen ya crecidos, por si no lo sabias." Se atrevió a bromear al verlo tan sorprendido.

"¡Eso ya lo sé!" Se defendió sonrojado. "Toma, te he comprado unas flores, aunque no se si te las mereces después del susto que nos has dado." Comentó entregándole el ramo de flores que había comprado intentando obviar el sonrojo que no se iba de su rostro.

Shiho sonrió antes de darle las gracias. "¿Puedes ponerlas en ese garrón?" Preguntó señalando a la mesita.

"Entonces, ¿Está todo bien? ¿Estáis bien?" Preguntó Akai para apagar las dudas.

Alas que condenanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora