CAP XIV

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Shiho se rascó los ojos después de darse cuenta de que se había quedado dormida, y la luz anaranjada que entraba por la ventana, creaba un ambiente cálido y agradable a la habitación. Los ojos le pesaban y no sabía cuánto tiempo se había quedado dormida, podían haber pasado minutos o horas, pero Gin había tenido razón cuando mencionó que ese sofá era todo menos cómodo. Alzó la vista hacia la ventana para poder ver el exterior.

¿Ya era por la tarde o estaba anocheciendo?

Volvió a bostezar y giró ligeramente la cabeza para ver como la cabellera de Gin estaba a escasos centímetros de la suya. No tenía claro si se había movido ella misma durmiendo o si había sido él quien la había arrastrado a sus brazos, pero de cualquier manera, no pudo evitar sonrojarse al darse cuenta de como su mano rodeaba su cintura. La mano de Gin siempre buscaba cercanía, pero también la había respetado.

Y ella se empeñaba a decirle que no lo quería cerca, pero seguía sin alejarse.

Se quedó observándole con toda la calma del mundo. Su ceño seguía fruncido pese a parecer que todavía estaba dormido. Supongo que la mente y sentidos de un asesino no eran capaz ni de dejar la mente en blanco cuando dormía.

No entendía como podía estar tan tranquila y a gusto estando estirada en la misma cama que un asesino, el asesino de su hermana para ser exactos. Pero eso era lo que sentía. Gin había sido como su hogar en el pasado, y en ese momento de cansancio y debilidad, la rabia no podía ganar a la melancolía que sentía. Se sentía en una pequeña burbuja... una burbuja que la alejaba de sus miedos, de su vida como Haibara o como Sherry, de la traición de Rye, de Shinichi e incluso de su pasado y de su hermana.

Su cabeza quería apartar todo lo malo y crear amnesia aunque fuese solo por un rato. Quería permitirse esos cinco minutos de mente en blanco.

¿Hacía cuanto que no dormía más de cuarto horas sin despertarse alterada o con un ataque de pánico tras una pesadilla? No lo recordaba.

Acurrucó la cabeza en el hueco de su hombro mientras escuchaba su respiración. Odiaba la idea de admitir que le reconfortaba.

Gin, todavía con los ojos cerrados, se movió ligeramente acercándola más a él y ella posó las manos en su pecho al notar como pasaba una mano por su espalda. Vale que estuviese dormido, pero eso empezaba a ser comprometido para ella. Sus manos se quedaron sobre su pecho y se sonrojó más al notar lo cálida que estaba su piel. Debería haber apartado las manos y darse media vuelta, pero sin embargo pasó sus yemas lentamente sobre su piel, pasando por la clavícula y por la línea de su cuello. Tenía decenas de cicatrices nuevas.

La mano que Gin tenía apoyada en su espalda, empezó a acariciarle siguiendo la línea de su espina dorsal.

Estaban completamente unidos en una especie de abrazo y Sherry notó como su puto corazón se aceleraba a la vez que el pequeño diablo que vivía en su cabeza, y que no hacía más que apoderarse de su mente esos días, la convencía para ganar esa batalla.

Apoyó su mano en su cuello y él abrió los ojos lentamente. Era tan raro para él verla con esa cercanía. El verde de sus ojos se veía más oscuro, y por un momento, la rabia no prevalecía en ellos. Sus manos cálidas estaban sobre él. Y él no entendía el porqué, pero le daba igual.

Hacía tanto tiempo que ella no era lo primero que veía al despertar...

Pensó en cortar esa poca distancia que les separaba cuando bajó la mirada hacia sus labios, pero para su sorpresa, fue ella la que acabó acercándose a él. Su boca sabía a melancolía, a pena, desesperación e incluso a rabia.

Se había pasado las semanas evitándole y rechazando cualquier tipo de contacto, y ahora estaba ahí, como si hubiesen vuelto a una de las tantas noches que habían compartido entre la finas sábana de su antigua cama.

Alas que condenanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora