Pov Santiago.

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Por fin pude hablar con Daiana y decirle todo aquello que me lastimaba, me estaba quitando un gran peso que tenía.

Me torture demasiados meses en el que había hecho o en el que no era suficiente.

Pero ahora todo ya había terminado, pude dejar ir ya a Daiana. Lo cual me sentía muy aliviado.

Yo le dije que la dejaba ir de manera romántica mas no amistosa. Ella es alguien importante en mi vida y no pienso quitarla de ella.

Daiana había cambiado demasiado, el estar aquí en Canadá le fue muy bien.

Le había crecido el cabello, su piel ya no tenía ni un toque de bronceado, su estilo de ropa era otro, sonreía muchos  más, ella era totalmente diferente a lo que era en el pasado.

Ella estaba muy feliz.

Aparte estoy conociendo a una chica muy buena en todos los aspectos, realmente me siento enamorado y se que ella también.

Necesitaba estar bien con mi pasado para poder brindarle un buen futuro a Anita la chica de mis ojos.

Lo de Daiana ya había pasado, fue lo mejor pero ya era hora de terminar todo.

Daiana me contó sobre su gran triángulo amoroso en el que se había metido. Jamás pensé que Daiana se metería en algo así.

Pero con lo hermosa que es, todos quisieran estar con ella.

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Daiana me había invitado a una fiesta Canadiense, la verdad tenía muchas ganas de ir, aunque en el fondo sabía que iban a poner "despasito" como balada.

Y aquí estábamos parados en medio de una enorme fiesta, había demasiada gente.

Pude notar que dos tipos que estaban en una esquina diferente me veían como si me fueran a matar.

En la esquina derecha se encontraba el primer chico el era muy alto, pelo castaño, era muy blanco, sus ojos eran cafés y tenía algo en la mirada que te ponía los pelos de punta. Si que intimidaba.

En la otra esquina estaba un tipo algo alto,castaño y ojos verdes, ese tipo no me daba nada de confianza, desde aquí se veía que era un gran patán. Pero eso sí se veía muy musculoso.

— Porque esos tipos me miran como si me fueran a matar?. –le pregunté a Daiana muy preocupado pero burlon.

— Son Izac y Javier. –dijo ella obvia.

— Con razón.

La verdad si se veían con fuerte carácter los dos pero no me intimidaban del todo. Tenía que sacar el poco taekwondo que Daiana y su mamá me habían enseñado.

Me quede en cinta naranja. Casi nada.

Pero si que con los bebes que trabaje estos meses, me ayudaban a verme como un  boxeador.

Hasta el último partido.Where stories live. Discover now