—¿Qué esperabas? Es más, me preocupaba que hasta ahora no te ocurriera.

—No, no —lo detuve—. Está todo bien, Alhaster, así funciono.

—Como Princesa heredera, es un tema importante —explicó—. Sin embargo, mi preocupación es por ti, ¿está bien que sea de ese modo?

—Lo es —cedí y decidí explicarle, ya que su intención sonó legitima—. Es clínico y se llama oligomenorrea. Siempre he sufrido de ello. Primero por los ansiolíticos, aunque llevó bastante tiempo sin tomarlos, y más tarde por cualquier episodio de mucho estrés. Empecé con natación y equitación para mejorarlo sin medicación, pero el exceso de deporte también agravó mi desajuste hormonal. Ya se ha hecho normal para mí.

—No entendí ni la mitad de lo que dijiste —admitió haciéndome reír y decidí que lo mejor sería no explicarle. No estaba muy interesada en decirle que la mitad de mi vida fui medicada para que dejara de ver monstruos como él—, pero ¿estás bien? ¿Podrás trabajar así?

—¿Tengo opción?

—Siempre podríamos escapar juntos —ofreció.

Agradecí su oferta, pero me vi obligada a rechazarla. Tenía que demostrarle a Lu que no era una inútil.

Ingresé en una cabaña y fue bastante obvio que, a su manera, Lu había hecho un gran trabajo organizando un Centro de cuidados médicos decente. Había muchos licántropos heridos. Algunos como humanos, otros en forma animal. Haliee corría de un lado a otro con telas y plantas, junto a otras mujeres que vestían de blanco, y me fue inevitable sonreír al encontrarme frente a la única tarea en la que sabría qué hacer.

—Haliee, ¿en qué te puedo ayudar? —pregunté emocionada, ignorando las incesantes punzadas en mi vientre.

—Claro, el licántropo del fondo se deslizó por un barranco y tiene una herida expuesta en su brazo derecho, límpialo y véndalo.

—Será un placer.

Avanzando pude sentir la emoción de tener un paciente en mis manos. Parte de mi pasión por la medicina era el saber que podía ayudar a los demás. Un señor de estatura mediana me esperaba sentado en la camilla, sus ojos café —ocultos bajo arrugas y marcas de la edad— eran tan oscuros como su lozana piel.

—Buenos días, soy Ilora y le atenderé hoy —comenté al observar que no había guantes en el lugar, solo una pequeña bandeja de plata con vendas de tela y varios ungüentos que ni siquiera poseían etiquetas.

—¿Acaso sabes lo que haces? —se quejó al verme revisar los frascos.

—Solo me aseguro de su contenido, para poder darle una buena atención —respondí con una falsa sonrisa.

Desinfectar la herida —con un líquido ambarino que me indicó Haliee—, aplicar un cicatrizante y vendarlo fue muy sencillo. Lo había ajustado con tanta precisión que dudaba mucho que se soltara el vendaje, además de que no comprometía la circulación de aquella extremidad. Estaba orgullosa de ese trabajo.

—Vaya, has vendado algo —intervino una observadora Lu.

—Hermoso, ¿verdad? —comenté con gran orgullo al admirar mi obra.

—Horrendo, lo has hecho pésimo y desperdicias demasiados insumos, ¿piensas que somos ricos? Aquí no vivimos en un palacio donde solo tenemos que chasquear los dedos para que nos traigan lo que deseamos.

Quise hablar, pero no lo permitió.

—Nada, no tienes nada que decir —cortó, al darme la espalda y caminar hacia la salida—. Y limpia el suelo, está demasiado sucio y con manchas de sangre.

CDU 2 - El legado de Faedra [GRATIS]Where stories live. Discover now