No tenía idea de hacia dónde nos dirigíamos, pero parecía que nos alejábamos de la fortaleza principal. Para mí era bueno, porque me daba una visión de una zona que me interesaba explorar, y malo, porque de alguna manera sentía que el edificio y sus ocupantes me daban algún tipo de protección. Estaba a la merced de esa mujer y de Garth, algo que no estaba segura de si era bueno.

—Seguramente sabes que los hombres de la casa verde son muy dominantes, y tanto tiempo encerrados en esta roca los ha vuelto extremadamente demandantes. —¿Estaba hablando de...?

—¿Sexo? —Ella hizo un gesto con la cabeza, como si no le agradase hablar de eso, pero no tenía otro remedio.

—He conseguido restringir el número de amantes, pero tengo que caminar con mil ojos, vigilar mi espalda, porque hasta el último soldado de la guarnición se cree con el derecho de tomar lo que cree que le pertenece por derecho. —Qué hablase con esa frialdad sobre un acto de violación constante, me decía que se había acostumbrado a que ocurriese. Como mujer me sentí conectada con su dolor. Solo había dos maneras de sobrevivir, o sucumbías, o te volvías un demonio, y parecía que ella había tomado el segundo camino. Pero lo que parecía que me iba a proponer, no era otra cosa que compartir esa carga, y lo siento por ella, pero yo no quería tomarla.

—Si me vas a proponer que tome mi parte de carga ya puedes olvidarte, no lo haré. —Ella soltó una risa apagada.

—Esa decisión no depende de ti, ni siquiera de mí. Ellos la tomarán por nosotras. —Dio un ligero vistazo hacia atrás, recordándome que uno de esos "ellos" estaba detrás de nosotras.

—Así que solo me has puesto en aviso de que eso sucederá.

—Que pelees les excitará más, aunque el que no lo hagas tampoco les importará, tan solo hará que sea menos violento y acabe antes. —Supuse que esa era su manera de darme un consejo.

—Entiendo. —Habíamos empezado a caminar por una pendiente del valle, justo en la parte opuesta a la ladera donde se encontraba la fortaleza. Había una especie de agujero en ella, como si un bicho enorme le hubiese dado un buen mordisco a la montaña. Algo me decía que me estaba llevando hacia allí por algún motivo.

—Este lugar está maldito. Los obreros de la antigua mina derramaron combustible de forma accidental en el acuífero que abastece el valle, lo que provocó que todas nuestras gemas se volviesen negras. —Levantó ligeramente su ropa para que viese la piedra negra que tenía en su ombligo. —No tardarás mucho en infectarte.

—Creí que eso solo podía producirlo un árbol negro. Lo de contaminar una piedra de esa manera.

—Y eso ocurrió. —Su mano me mostró el final del camino, el que llegaba hasta el agujero en la ladera de roca. Avancé los pocos metros que em quedaban, para encontrarme al borde de un enorme agujero, y allí abajo, podía distinguirse un árbol de luz negro, idéntico al del planeta de Rigel.

—Entonces, fue el derrame de combustible el que contaminó el árbol, y este después contaminó a los bendecidos. —Esa información tenía muchas implicaciones, la principal de ellas, que alguien había contaminado deliberadamente a las gemelas rojas. No había sido ninguna convergencia planetaria o solar ni nada de eso, había sido un acto deliberado, había sido terrorismo. Mucho peor que atacar con una bomba nuclear.

—El árbol no es más que otra víctima, el que contamina es el agua. Todos los alimentos que consumimos; las frutas, las verduras, incluso los animales que se alimentan de pastos, todos están contaminados. Es cierto que ya queda poco, pero a medidas que consumes esos alimentos, la concentración de residuos en tu cuerpo aumenta, hasta el punto de que la gema los absorbe, enferma y muere.

—No muere. Solo está enferma. —Ella se encogió de hombros.

—Para el caso es lo mismo.

—No lo es, sino no podríais vivir más que un no bendecido. Seríais solo un humano más sin piedra.

—Eso es verdad, pero para el caso es lo mismo. Solo unos años más, solo eso.

—Así que tu consejo es que no consuma ningún alimento. No sé que es peor, que mi piedra se vuelva negra o morir de hambre.

—Fuera del valle no hay contaminación. —Ese era un detalle importante.

—¿Me estás sugiriendo que solo coma alimentos del exterior? —Ella se giró hacia el paisaje del otro lado. Me acerqué para observar mejor. Estábamos en lo alto de una montaña, o mejor dicho, en lo alto de una pared de roca casi vertical. En el horizonte se extendía lo que parecían lomas y llanuras de frondosa vegetación. Pero estábamos separadas de ellas por una grieta ancha tan profunda que no podía ver el fondo. ¿Se oía agua ahí abajo? Una imagen del Cañón del Colorado llegó a mi mente, con sus rápidos estruendosos y peligrosos.

—Te estoy diciendo que la única oportunidad que tienes para salvar tu gema es irte del valle, salir ahí afuera. —Su sugerencia me desconcertó.

—Si salgo del valle Aquiles hará explotar mi rastreador, ¿recuerdas? ¡Zas!, Nydia se queda sin cabeza.

—No va a matarte, es una amenaza vacía. Eres una hembra, vales mucho más viva que muerta. —Y eso que ella no sabía la auténtica razón por la que era importante para Aquiles.

—Eso es confiar mucho en tu criterio. Además, escapar de aquí no creo que sea nada fácil. —Miré por encima de su hombro, hacia el camino, donde Garth esperaba. Con constante vigilancia, y con muros tan inexpugnables, salir del valle sería imposible, al menos para alguien como yo.

—Y ahora... ¿Puedes decirme qué colaboración tenéis entre manos tu y Aquiles? —Así que esa era la razón por la que ella quería hablar conmigo, estaba intrigada.

—Digamos que tengo la solución para un problema que tiene. —De hecho, lo tenían todos ellos. Aunque decir que tenía la solución era algo no cierto del todo. Que funcionase con Rigel no quería que lo hiciera con ellos. Además, tampoco sabía lo que había ocurrido con él y su piedra.

—¿Qué problema? —¿Decirle que había regenerado una gema a su color normal? No, a ella no. Esa mujer sería capaz de golpearme hasta que obrase el milagro con la suya propia.

—Eso mejor me lo reservo. —Ella asintió mientras miraba un punto perdido en el horizonte a mi espalda.

—Entiendo. —dijo finalmente. —Entonces no tienes otro remedio que escapar. —Pero ¿qué relación tenía mi huida con el problema de Aquiles?

—No entiendo. —Ella movió la mirada para mirarme directamente.

—Es lo que diré cuando me pregunten, que escapaste. —Y antes de que me diese cuenta, ella me empujó con fuerza, enviándome fuera de la montaña. Mi cuerpo empezó su caída en picado hacia aquella garganta profunda y oscura. Por inercia grité, con toda la fuerza que tenía en mis pulmones, un grito desesperado y asustado. Iba a morir, mi hija y yo íbamos a morir. ¿Era su rugido lo que estaba escuchando?

El clan del viento - Estrella Errante 3Where stories live. Discover now