—Una doble corona. —susurró Emmé.

—Nunca me cayó bien Essus Olisse. —confirmó con contundencia Tress.

—No sé cual de las historias es mejor, la vuestra o la nuestra. —Dijo Emmé con voz un poco más alta que el susurro anterior.

Uno de los aldeanos habló al otro lado de la lona que hacía de puerta, tenía el tono de alguien que pedía permiso, algo que le dio Emmé. Una joven entró en la choza. Su mirada pasó por encima de nosotros con más rudeza de la que debería, algo que no me pasó desapercibido. Después de intercambiar unas palabras con Emmé, este asintió y se volvió hacia nosotros para traducir.

—Han encontrado la otra cápsula salvavidas, pero ya era tarde. Los soldados del valle se la estaban llevando. —Eso no era suficiente para mí.

—¿Y Nydia? —Tenía la esperanza de que ella pudiese reunirse con nosotros, pero intuía que no sería así.

—Me gustaría decirte que no está con ellos, pero nuestros espías han informado de que una mujer desconocida ha llegado al valle escoltada. —Apreté mis puños con impotencia.

—Tenemos que ir a reunirnos con ella. —Me puse en pie con la intención de preparar una expedición e ir en su busca. Kalos ya estaba a mi lado dispuesto para la marcha, lo veía en sus ojos. Pero ni Tres ni Emmé nos siguieron, ellos se quedaron sentados.

—Siento decepcionarte, pero si está en sus manos, es demasiado tarde. —Antes de que pudiese negar eso, Kalos se me adelantó.

—Voy a ir en su busca, y nada ni nadie podrá impedírmelo. —Emmé alzó una mirada triste hacia nosotros.

—Salvo los soldados cuando van de recolección o de caza, nadie sale del valle, y mucho menos una mujer. —Aquella puntualización me puso en alerta.

—¿Qué quieres decir? —le exigí que se explicara.

—Esperaba no tener que decírtelo, de verdad. Nuestros exploradores están alerta y son más rápidos que ellos, pero...

—¿Pero? —le apremió Kalos.

—Una vez que cazan a su presa, ya no la sueltan. Hemos perdido a muchos intentando recuperar a aquellos que nos robaron, pero todo ha sido inútil. Son más fuertes, mejor adiestrados, tienen armas y ningún escrúpulo.

—Me da igual si debo ir solo. Le prometí a mi amigo que cuidaría de su mujer, y es lo que pienso hacer, aunque me cueste la vida. No voy a abandonarla. —Estaba con Kalos, así que asentí firmemente ante sus palabras.

—Nos gustaría contar con tu ayuda, pero no renunciaremos si no la tenemos. —Emmé suspiró pesadamente.

—No seré yo quién os lo impida. Al menos pasad aquí la noche. Les diré a los aldeanos que os suministren todo aquello que podáis necesitar. —Emmé dijo algo a la joven que nos había traído la noticia, y que había presenciado la escena sin moverse de allí. Aunque estaba seguro de que no nos había entendido una sola palabra.

Ella dijo algo, que pareció sorprender a Emmé.

—¿Qué ha dicho? —Kalos la conservaba de una manera extraña, como si hubiese visto algo en su expresión, quizás un gesto conocido.

—Ha dicho que si vais a matar demonios, ella ira encantada con vosotros.

—¿Demonios? —pregunté.

—Verás, el concepto que tienen de nosotros es que somos seres celestiales, dioses o algo así. No he podido corregirles, porque no es fácil hacerles entender que solo vivimos mucho más tiempo que ellos sin envejecer. Para ellos somos seres inmortales, ya que ellas van muriendo y nosotros no. Además, caímos del cielo.

—Entiendo. Ellos son demonios porque son malvados. —Emmé torció la boca.

—No exactamente. —Tress le golpeó en el brazo.

—No seas condescendiente, Emmé. No te deben nada —ella giró hacia nosotros su rostro para empezar con la explicación—. Son demonios no solo por su actitud destructiva. Para ellos nuestras gemas de luz son como nuestros corazones, y saben que las suyas están negras, por lo que piensan que sus corazones están igualmente negros. Y la verdad, no están tan desencaminados. Son crueles, egoístas y sanguinarios. Más o menos cada diez años salen de caza en para reabastecer el contingente de esclavos que realizan las tareas pesadas y monótonas dentro del valle, además de que abusan constantemente de las mujeres para satisfacer su depravado placer. —Escuchar eso me hizo tener más ganas de ir en busca de Nydia, y estoy seguro de que a Kalos le pasaba lo mismo.

—Entonces no podemos demorarnos mucho, tenemos que ir a rescatarla. —Emmé hizo un extraño ruido con los labios antes de hablar.

—Con tu reina tenemos algo más de tiempo. A los esclavos no les importa maltratarlos, porque saben que son débiles y su odio vive tan poco como ellos. ¿Qué son 30 años para alguien como nosotros? Aunque ellos estén envejeciendo más deprisa, todavía seguirán viviendo mucho más que un esclavo. Pero una bendecida... Con ella tendrán más tacto, porque si despiertan su odio, tendrá mucho tiempo para vengarse.

El clan del viento - Estrella Errante 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora