CAPÍTULO (36)

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CAPÍTULO TREINTA Y SEIS —
POSOS DE TÉ Y GARRAS DE HIPOGRIFO

A la mañana siguiente, mientras bajábamos a la sala común con la intención de emprender el camino al Gran Comedor para el desayuno, Pansy Parkinson y las hermanas Greengrass se interpusieron en nuestro camino.

— ¿Qué tal, Potter? — me sonrió Parkinson — ¿Cómo está tu hermano después de demostrar lo blando que es ante un simple dementor? ¿Qué hará cuando Sirius Black lo encuentre y lo mandé al mismo sitio que mandó a...? —

— ¡Pansy! — alzó la voz Theo con temor — ¿Por qué no te metes en tus asuntos? —

— Los de Helena son mucho más divertidos —

— Vámonos — enganchó Irma su brazo al mio y me llevó a través de la sala común, bajo las atentas miradas de los demás Slytherin

— ¡Ehhh, Potter! — seguía llamando la atención Pansy — ¡Qué vienen los dementores! ¡Potter! ¡Uuuuuuuh! —

Las risas quedaron amortiguadas en el interior de la sala cuando salimos y Theo cerró la puerta con fuerza.

Cuando llegamos al Gran Comedor, Hagrid estaba de pie al lado de Harry, Ron y Hermione. Apreté el paso, con Irma aún enganchada a mi brazo, y lo saludé.

— Hola, Hagrid —

— Hola, Helena, querida. ¿Va todo bien? Les decía a los chicos y Hermione que estáis en mi primera clase. ¡Inmediatamente después del almuerzo! Me he levantado a las cinco para prepararlo todo. Espero que esté bien... Yo, profesor..., francamente... — nos dirigió una amplia sonrisa antes de dirigirse a la mesa de los profesores

— Me pregunto qué habrá preparado — dijo Ron con curiosidad

Los sentamos a desayunar con ellos y después nos marchamos a la clase de Adivinación, que estaba en el último piso de la torre norte y tardaremos unos diez minutos en llegar.

Al pasar al lado de la mesa de Slytherin, Parkinson volvió a repetir la pantomima y, para nuestra sorpresa, Malfoy la mandó callar.

El trayecto hasta la torre norte era largo. Los dos años que llevábamos en Hogwarts no habían bastado para conocer todo el castillo, y ni siquiera habíamos estado nunca en el interior de la torre norte.

— Tiene... que... haber... un atajo — dijo Theo jadeando, mientras ascendíamos la séptima larga escalera y salíamos a un rellano que veíamos por primera vez y donde lo único que había era un cuadro grande que representaba únicamente un campo de hierba.

— Me parece que es por aquí — dijo Hermione, echando un vistazo al corredor desierto que había a la derecha

— Imposible — dijo Ron — Eso es el sur. Mira: por la ventana puedes ver una parte del lago... —

Observé un momento el cuadro. Un grueso caballo tordo acababa de entrar en el campo y pacía despreocupadamente. Un momento después, haciendo un ruido metálico, entró en el cuadro un caballero rechoncho y bajito, vestido con armadura, persiguiendo al caballo. A juzgar por las manchas de hierba que había en sus rodilleras de hierro, acababa de caerse.

— ¡Pardiez! — gritó, viéndonos — ¿Quiénes son estos villanos que osan internarse en mis dominios? ¿Acaso os mofáis de mi caída? ¡Desenvainad, bellacos! —

Nos asomamos al ver que el pequeño caballero sacaba la espada de la vaina y la blandía con violencia, saltando furiosamente arriba y abajo. Pero la espada era demasiado larga para él. Un movimiento demasiado violento le hizo perder el equilibrio y cayó de bruces en la hierba.

Una Potter serpiente                                            [DRACO MALFOY]Where stories live. Discover now