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Estaba mal, estaba muy, muy mal.

Oh dios, oh dios, oh dios.

¿De verdad así se sentía la gente?
Ten quería morirse y ahora con más razón.

Era domingo, el día siguiente después de la llamada con Taeyong, después de haber terminado yendo a verlo, y...

¿Y?

Ten suspiró.

Después quiso golpearse.

Suspiró de nuevo.

Y luego fue consciente de cuántos suspiros llevaba en tan solo diez minutos. Se cubrió la cara con una almohada. La quitó en seguida porque eso era muy infantil.

Quiso gritar, pero su mamá seguramente seguía dormida.

Era un desastre.

Ten apenas había despertado, era bastante temprano para levantarse de la cama en fin de semana, así que aún estaba envuelto en las cobijas, mirando al techo, intentando callar a su tonto cerebro, porque se le había ocurrido recordarle a Taeyong.

Pero ya no era tan simple.

La tarde anterior la había pasado muy bien al lado del mayor, gran parte del tiempo habían estado en su recámara platicando o mirando televisión, y estuvo todo bien. Hasta que se fue la luz.

Fue aproximadamente a las ocho de la noche, ya no había luz del sol tampoco, y no es que alguno le tuviera miedo a la oscuridad, al contrario, se pusieron a jugar a esconderse en la oscuridad total. Era bastante difícil verse el uno al otro, y en una de las rondas en la que a Taeyong le tocó buscarlo, Ten se cayó al sillón y el coreano terminó atrapándolo. Pero en lugar de seguir escondiéndose, se quedaron en el sillón jugando, tocándose muy sutilmente, y cuando estuvieron cansados, Taeyong solamente se acomodó encima de Ten.

Había sido diferente de todas las veces que se acostaban juntos.

Y Ten no podía sacárselo de la cabeza.

Ninguno de los dos le dió importancia, por lo menos Ten no quería darle importancia, hasta que llegó a su casa y se puso a pensar en que se estuvieron acariciando, en que las manos de Taeyong eran suaves, cálidas; lo había sentido tan íntimo. Después la luz regresó, al igual que Yongsun a la casa, él se despidió y ambos hicieron como si nada hubiera sucedido.

Pero había otra cosa más, una que no le permitía seguir fingiendo que no estaba sintiendo nada por él: Taeyong lo había besado en la mejilla.

Ten lo recordó por quincuagésima vez y no pudo evitar sonreír de nuevo.

Al despedirse de él, Taeyong lo había acercado a sí y lo había besado en la mejilla; pensar tan solo en ese momento lo hacía sentir mariposas en el estómago. Estaba perdido.

Y habría seguido con sus cursilerías de no ser porque le había llegado un mensaje de Taeyong diciéndole que iba un poco tarde. ¡Lo había olvidado! Taeyong iba a pasar por él para ir a desayunar y llegaría a las 9:30, y ya eran las 9.

Ten casi brincó de la cama. Tan rápido como pudo se bañó, pero eso ya le había tomado diez minutos; se puso un pantalón de mezclilla, tenis y una sudadera negra. Sólo estaba teniendo algunos problemas arreglando su cabello, que al final se resolvieron justo antes de que Taeyong llegara.

Desayunaron crepas porque Taeyong insistió en que las probara de aquel café específicamente, y debía admitir que estaban deliciosas. El tiempo cuando estaba con Taeyong se sentía muy rápido. Ten disfrutó ese desayuno, que, igualmente Taeyong insistió en pagar; estuvieron por lo menos dos horas ahí platicando y tomando café.

Escapando de mi ex I TaeTenWhere stories live. Discover now