❄️Capítulo 49❄️

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Iba a demostrarle por qué estaba equivocada. Iba a demostrarle que él no era el asesino.

La ventisca junto a la nevada parecían hacerle el camino difícil, pero no se detuvo hasta llegar al viejo hotel. Entró de manera habitual, con la madera crujiendo bajo sus pasos, hasta la sala del piano. Allí cuando la bajó detrás del instrumento, en dónde ya tenía preparado sogas y cinta adhesiva.

Le ató sólo las manos, por delante. Sabía que cuando despertara no tendría fuerzas para ponerse de pie, gracias a la droga. Luego le selló la boca. Verla allí, indefensa ante él, le hizo pensar que era un imbécil. Porque tuvo que haberla secuestrado mucho antes. Pero mejor tarde que nunca. Ahora se daría cuenta que no confiar en él era lo peor que había hecho en su vida.

Así que caminó hacia la gran ventana por dónde entraba la luz y la nieve, y se percató de que no podía mirarla desde allí. Luego volvió a mirar por la ventana, con las manos metidas en los bolsillos de la sudadera, y allí se quedó de pie, como si no fuese capaz de agotarse, hasta que cayó la noche. Su momento esperado.

La camioneta de Leonard había llegado. Y Candy tenía que haber despertado. Entonces permaneció inmóvil, por unos minutos más, escuchando los pasos que subían las escaleras, rechinando, poco a poco, a punto de entrar por la puerta.

Y a Candy se le iba a salir el corazón probablemente. Había despertado amarrada junto al piano de Leonard. Lo último que recordaba era la sudadera negra y ahora podía verla, de espalda frente a la ventana. Estaba mareada pero estaba segura de lo que estaba viendo. ¿Leonard la había secuestrado? Ni siquiera intentó gritar. Estaba aterrada, tratando de comprender, y entonces, unos pasos desde afuera comenzaron a acercarse.

¿Alguien había ido a rescatarla? ¿Sus padres? ¿Sus amigas? Iba a vomitar incluso con la boca sellada.

Pero Leonard se llevó la misma sorpresa cuando cruzó la puerta y encontró a un hombre de espalda mirando por la ventana con una sudadera negra. No tuvo demasiado tiempo de quedarse petrificado antes de que el hombre se bajara la capucha de la cabeza, revelando el cabello rojizo que Leonard, y también Candy desde su escondite, reconocieron al instante.

Noah se volteó frente a él. Había una gran sonrisa en su rostro cuando lo enfrentó.

—Hola. Asesino del viejo hotel Morgantown —dijo con supremacía.

Fue allí cuando Candy intentó gritar. Maldita sea, Noah la había secuestrado haciéndose pasar por Leonard, y ahora su gran amor ni siquiera sabía que ella estaba allí. ¿Por qué había hecho aquello? ¿Qué estaba intentando? Quería ponerse de pie pero la droga no se lo permitía. Estaba muy débil.

—No esperabas verme, supongo —siguió diciendo Noah, acercándose a él. Pero Leonard no se movió. Su cara no tenía expresión. Era un cuerpo sin alma. Sin reacción en absoluto—. Claro. Supongo que ya no tenías que fingir que estabas buscándome, para aparentar que estabas preocupado de que yo fuese el psicópata del pueblo y tú el novio protector —caminaba de un lado a otro frente él. Era obvio que lo estaba provocando, pero Leonard no se inmutó. Sólo lo siguió con la mirada—. Así que ahora tu única preocupación es irte tan pronto como puedas para rehacer tu vida y volver a conquistar a tu dulce e inocente ex novia, porque, uh... Al parecer Candy te dejó.

Fue en ese momento que Leonard lo tomó por el cuello con brusquedad, levantándolo un poco del piso. La cara del Noah enrojeció al instante. Pero aun así sonrió.

—¿Quieres morir? —gruñó Leonard.

—Es obvio que quiero hacerlo. ¿Por qué crees que estoy aquí?

Leonard bufó y lo empujó con fuerza, causando que Noah cayera al suelo.

—No tengo tiempo para ti —espetó Leonard.

Hermosa Pesadilla [Completa ✔]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt